Letra invitada | ¡Qué vaina con la Iglesia católica!
10/12/2025.- Del jerarca del Vaticano no hay mucho que puedan esperar sus fieles. Por eso, cada vez son menos. Lo desatinado de esto es que esos desertores del papado terminen siendo evangélicos, cosa bastante peor. Aun así, voy al caso: ya habíamos escuchado decir a este señor, cuando le preguntaron sobre la matazón de palestinos, "no estar preparado para calificar de genocidio lo de Palestina".
Ahora, con relación a la agresión norteamericana contra el pueblo de Venezuela, el Papa gringo dijo lo que un Papa no puede decir: "Es mejor buscar vías de diálogo, o quizás presión, incluyendo presión económica". Lo hizo tras su vuelo a Turquía y Líbano, su primer viaje fuera del Vaticano. Allí dejó claro que es todo un gringo, pues añadió: "Washington debería buscar otras maneras de lograr el cambio si eso es lo que quiere hacer".
Trump le tomó la palabra. Declaró de inmediato e irresponsablemente que bloqueará el espacio aéreo —ya dice tener bloqueado el espacio marino— para castigar a los venezolanos.
En fin, uno y otro son unos peligrosos bocones de ese vergonzoso país. Desconocen, entre muchas cosas, de lo que somos capaces los venezolanos.
Volviendo al caso de la matanza de palestinos, supongo que este jefe del Vaticano ya le habrá hablado a su colega en Israel sobre lo innecesario de matar a todos los palestinos y a sus hijos. Esas cosas no se ven bien. A lo mejor, le recomendó meterlos en las antiguas reservas que se crearon en Norteamérica para "resolver" qué hacer con los indígenas. Sería una de las posibilidades para mantener bajo control a todos aquellos "indeseables", palestinos, africanos y latinoamericanos, que andan haciendo maromas para entrar a ese mundo.
No les será fácil. Norteamérica está ahora muy enredada, tratando de inventar qué van a hacer con sus socios europeos, todos en deplorable estado, y con sus ciudadanos perdiendo, cada vez más aceleradamente, su derecho a soñar. Me refiero a todos aquellos que no logran un sueldo que se acerque a los treinta mil dólares al año. Ese sueldo marca el límite para entrar en la pesadilla de la sobrevivencia.
José Manuel Rodríguez Rodríguez

