Libros libres | J. A. Ramos Sucre en Monte Ávila Editores

16/11/2025.- Muy oportuna ha sido la reedición de la obra poética de José Antonio Ramos Sucre, justo a los cien años de la primera edición de La torre de Timón (1925), a la cual seguirían El cielo de esmalte (1929) y Las formas del fuego (1929), todas ellas escritas en prosa, pero dominadas por una voz lírica y simbólica a través de la cual el poeta cumanés zurció su obra con una serie de particularidades que asombraron a sus contemporáneos debido a su rigor lingüístico y verbal y a la imaginación hermética que le arropó hasta el fin de una existencia de solo cuarenta años, repleta de infidencias existenciales y amatorias perturbadoras, y de sentimientos idealizados que forjaron una aureola eternal a este peculiar creador nuestro, cultivador de las atmósferas más enigmáticas y misteriosas de cuantas hayamos tenido en nuestra poesía. Antes de estos poemas en prosa, Ramos Sucre había publicado crónicas y ensayos bajo el título de Trizas de papel, en 1921, y cuatro décadas más tarde Monte Ávila edita en 1960 un volumen compuesto por una colección de cartas, escritos periodísticos y traducciones bajo el título de Los aires del presagio, preparado por el poeta barinés Rafael Ángel Insausti. Ramos Sucre se doctoró en Ciencias Políticas, fue abogado, diplomático, políglota y docente en la Universidad Central de Venezuela. Durante catorce años laboró en la Cancillería como traductor e intérprete, y luego fue designado cónsul en Ginebra, mientras su salud se debilita constantemente y lo va conduciendo a ideas autodestructivas.

La reciente edición de Monte Ávila Editores de su obra reunida agrupa sus poemarios fundamentales y viene precedida de una suerte de relato ficcionado realizado por el gran periodista argentino con largos años en Caracas, Tomás Eloy Martínez, quien cumple con una recreación ficcionada de la vida de Ramos Sucre que podemos calificar de brillante, cuyo título es Sitio y ocupación de José Antonio Ramos Sucre (1978), donde podemos calibrar de modo cabal la personalidad humana del bardo cumanés. Ha aparecido también este mismo año en Monte Ávila Editores un trabajo del escritor caraqueño Carlos Rocha (1945), titulado La ruta del insomne, ensayo sobre la poética de José Antonio Ramos Sucre, denso texto de cien páginas donde su autor recorre de modo sintético y libre sus ideas e impresiones acerca del bardo venezolano, haciendo gala de una frescura y de un conocimiento muy particular de la materia que aborda. Llama la atención, en este trabajo, cómo Rocha glosa las relaciones imaginarias de Ramos Sucre con la aristócrata caraqueña Carmen Elena de las Casas, de la cual permaneció prendado durante algunos años de las décadas iniciales del siglo XX.

Serían dignos de citar varios párrafos de estos dos singulares textos de Tomás Eloy Martínez y de Carlos Rocha. Como nuestro espacio periodístico no lo permite, optamos por reproducir a continuación un texto breve de este gran creador venezolano, objeto permanente de lectura y estudio por parte de literatos, profesores y creadores.

El mensajero

La luna, arrebatada por las nubes impetuosas, dora apenas el vértice de los sauces trémulos, hundidos, con la tierra, en un mar de sombras.

Yo cavilaba a orillas del lago estéril, delante del palacio de mármol, fascinado por el espanto de las aguas negras.

Ella apareció bruscamente en el vestíbulo, alta y serena, despertando leve rumor.

Pero volvió, pausada, a su refugio, cerrando tras de sí la puerta de hierro, antes de volver en mi acuerdo y mientras esforzaba, para hablarle, mi palabra anudada.

Yo rodeo la mansión hermética, añadiendo mi voz al sonido insondable del viento; y espero, sobre el suelo abrupto, el arribo del bajel sin velas, bajo el gobierno del taumaturgo anciano, monarca de una isla triste, para ser absuelto del pesado mensaje.

José Antonio Ramos Sucre

Gabriel Jiménez Emán

 

 

 

 

 

 

 

 


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