Palabras... | El dolor paralelo (II)
19/06/2025.- Incluso, sin haber tenido intenciones de ir a ver en su cerebro, si ese “hermoso lugar” alguna vez fue verdad. Y menos preocuparse por acudir a la densa biblioteca casi anónima de la sabiduría originaria, donde bajo los antiquísimos pictogramas se iniciaron las cartas ancestrales, que entre tantas enseñanzas decían, que el hecho de haberte bebido toda el agua del mar no te evitará naufragar, que solo la amistad como estandarte disuade el odio armado que nos distrae, y que el amor solo, en su raíz más profunda de universo, puede emparejarse sanamente con la muerte.
Sé que quise como un milagro ser adulto cuando niño, tal vez porque era natural no saber nada de la vejez, a excepción del cariño de las abuelas. Y menos comprender los hechos de lo perverso de los sistemas sociales, cuando se responsabiliza como culpable al concepto del Diablo contra Dios.
Opté regresar, como tantos otros, de esta decepcionante y extraña naturaleza de querer ser adulto para ser esclavo, pero ya era tarde, como ya son tarde muchas cosas de las decisiones.
Aunque no fue un error de la naturaleza querer ser adulto cuando niño, solo que los genes fluyen más rápido que el andar de la vida. Al percatarnos que los inutilizados trasfondos de los tres tristes tiempos fueron con afán asociados y puestos esclavamente sl servicio del dinero.
No obstante, cuando te toque envejecer recuerda que en la infancia muchas veces pensaste que nadie usase su poder para matarte en un sueño, y que por las noches cuando eras joven también pensaste con exageración en no querer morir. Agradece todavía que tu deseo fue cumplido, sin desestimar que para ello se tuvo como sufrimiento cargar en la imaginación el terror de los espantos. Ahora postergados en la equivalencia pragmática del desorden mundial de las emociones.
Haberlo sabido, gracias a la teoría de la relatividad nunca estarás absolutamente muerto. Tomando en cuenta también, que siempre habrá alguien semilla, que se levante de nuevo de las cenizas militantes o la dirección sensible de una tumba hecho naturaleza, a continuar el deseo de llevar al recinto de la necesidad a todos los culpables de la injusticia global.
No deja de ser una determinación de la equivocación, pero también una desgracia. Eso de no tener paz ni en la vida ni en la muerte, gracia a una sarta de disociados del daño y los contextos, a objeto de amargar la existencia a la maravilla de esta Madre Tierra y este mundo natural bajo los cielos.
Mal que bien de eso se trata, insistir por todos los recovecos e intersticios de esta redondeta tierra, declararnos eternos inventores de la alegría aun en el dolor. Esencialmente, contra esa torpe actitud histórica que ha torcido los genes colectivos que fuimos en individualistas, para desgracia de la continuidad heredada, y de este incómodo sistema mercantil decapitado.
Presiento que el tiempo, aliado del poder como invención conceptual para organizar la esclavitud, nos lleva contra reloj.
A pesar de la fortaleza, ya no registro argumentos para convencer, tampoco me queda tiempo de las horas contadas asignadas para seguir con en esta incertidumbre de los que caen, casi toda la vida, en la misma rueda circularmente plana del reciclaje de los años pensantes.
Los seres libres no tienen presión en despertar, pudiese ser. Pero nos preocupamos hasta el límite intransigente porque no hemos sabido volar. Obviando que costó tantos millones de años y fue tan útil y bello descubrir la sensación de haber aprendido a caminar bajo el cielo azulejo de este mundo.
De momento, mientras indago, anhelo, que por la crisis del covid, las sanciones imperiales y la malversación de las ideas no cierren La Cantina de las pequeñas alegrías con los amigos que nos quedan.
Carlos Angulo
La Cantina des Arches.
París, 9 de junio, 2025.