Ahora los pueblos | De Bolívar a Chávez

Bolívar hablaba al porvenir porque el tiempo histórico de la revolución aún no había llegado.1

Jacinto Pérez Arcay

 

05/06/2025.- Entre Bolívar y Chávez hay un continuum histórico de 182 años, si tomamos como referencia los años de 1810 y 1992, que constituyen hitos o momentos cumbres, donde su actuación como sujetos históricos los coloca en el epicentro de los acontecimientos. Si concebimos el tiempo histórico como un espiral, y no de forma lineal, nos encontraremos con un continuum de carácter circular conformado por ciclos, que tiene un sentido o dirección en su devenir que sufre progresos y retrocesos, según la correlación de fuerzas entre los sujetos históricos-colectivos que la protagonizan y que presenta momentos de ruptura que logran dar un vuelco a las condiciones que los antecedieron.

Bolívar y Chávez protagonizaron momentos de ruptura, a la vez que representan continuidad de un sentido histórico. El comandante Chávez lo señala en Habla el comandante de Agustín Blanco Muñoz:

Las fuerzas nacionales de identidad, que nos transfiguran o desfiguran la identidad, surgen de nuevo, empujadas por fuerzas históricas que van quedando en las raíces del pueblo. Yo creo estar inserto en una de esas corrientes: un nacionalismo latinoamericano, hacia lo nuestro (…) Esta ofensiva neoliberal, capitalista, que podemos llamarla imperial, es para tratar de borrar, con planes muy concretos, el poder nacional, económico, militar, intelectual, científico; el ejército, la industria nacional (…) Sin embargo, yo creo que hay fuerzas que se resisten y que están en el escenario. No son fuerzas misteriosas. Tienen nombre y apellido, están tomando cuerpo en todo este continente. Yo, en eso, soy optimista y creo que no estoy fuera de la realidad…2

En Latinoamérica, superar el problema de la identidad colectiva pasa por descolonizar el conocimiento y la historia para mirarnos con nuestros propios ojos, evaluarnos bajo nuestros propios parámetros y podernos cohesionar como pueblos-fuerza que empujamos en una misma dirección: la liberación.

Bolívar, con su liderazgo, logró colocar a pueblos que se encontraban bajo la dominación político-económica y la inferiorización social-ideológica, propias de la colonialidad, en la cúspide de la gloria de saberse libertadores, hacedores de repúblicas y dignos merecedores de patria, libertad y justicia social, legándoles una nueva identidad. La figura de Bolívar pasa del culto meramente histórico y se convierte en un símbolo que da sentido e integra la identidad colectiva como idea-movilizadora.

Las oligarquías colombo-venezolanas que fraguaron la traición, expulsión, muerte y disolución de la República de Colombia deben ceder ante la presión popular y repatriar sus restos doce años después de su muerte.

Surge, en 1846, el general Ezequiel Zamora Correa, quien, bajo las banderas de Bolívar, lidera una genuina revolución campesina contra la élite que había cooptado el Estado, usufructuado las tierras y entregado la soberanía. Con el asesinato de Zamora, el 10 de enero de 1860, la oligarquía elimina el único obstáculo para consumar la traición al pueblo, con el pacto de Coche, firmado el 23 de abril de 1863, que pone fin a la guerra Federal. La impronta de las ideas de Bolívar y Zamora quedan en el ejército venezolano, que aún se asume ejército libertador.

En 1874, durante el gobierno de Guzmán Blanco, ante la imposibilidad de invisibilizar a Bolívar, las oligarquías pasan a apropiarse del símbolo, trasladando la "culpa de la traición" que llevó a su expulsión y muerte, al pueblo. Asume el pueblo la cruz, en la tradición judeo-cristiana, sintiéndose poco merecedor de tan noble padre.

La gesta del pueblo venezolano por ejercer la soberanía sobre su territorio y recursos vuelve a aparecer incesantemente en la escena política, cuando el general Isaías Medina Angarita, en medio de la segunda guerra entre potencias europeas, les aplica la Reforma de la Ley de Hidrocarburos (1943), que desencadena, en 1945, un golpe de Estado orquestado por las compañías petroleras. Las fuerzas populares continúan pugnando por acceder al poder político y desencadenan el 23 de enero de 1958, donde el pueblo fue nuevamente traicionado en el pacto de Punto Fijo. Frente a esta traición, surgen movimientos cívicos-militares como El Carupanazo (4 de mayo de 1962) y El Porteñazo (2 de junio de 1962).

Treinta años después, con la insurrección militar del 4 de febrero de 1992, aparece la figura del comandante Hugo Chávez y coloca la ideología bolivariana en el centro de la disputa política. Libera al pueblo de la culpa por la traición y responsabiliza a las oligarquías por la destrucción de la obra de Bolívar. Al arrebatarles el símbolo, reconstruye la identidad colectiva y la vuelve a encauzar en el sentido histórico de la liberación.

El chavismo, como corriente política, se asume como el continuum histórico del bolivarianismo, pues pretende concluir el proyecto geopolítico contrahegemónico concebido por el Libertador: una república popular que vendría a contribuir con el equilibrio del mundo.

Hoy asistimos a un nuevo enfrentamiento entre potencias que nos coloca en la disyuntiva de consolidar nuestra independencia total o desaparecer como Estado-nación.

 

Anabel Díaz Aché

 

Fuentes consultadas:

1Pérez Arcay, J. (2012). Hugo Chávez, el alma de la revolución pintada en el papel. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana.

2Blanco Muñoz, A. (1998). Habla el comandante. Caracas: Fundación Cátedra Pío Tamayo.


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