Palabras... | Los Premios Nobel
31/12/2025.-
A los que puedan, que rejuvenezcan lo antes posible; a los que sean honestos, que sigan siéndolo, ya que de ese modo nos seguirán enseñando. Pienso en un escritor a quien conocí cuando era relativamente honesto, aunque ya bastante viejo: Miguel Ángel Asturias. Ya que a esta altura no podría conseguir ni la juventud ni la absoluta honestidad, quisiera aconsejarle que renuncie a la Embajada de Guatemala en París. Quizá así podría conservar por lo menos un poquito del decoro que Sartre otorgó al premio más municipal de la Tierra.
Veintinueve años después del deceso de Miguel Ángel, el poeta maya Humberto Ak'abal, en el 2003, rechazaba un galardón nacional con su debido premio en metálico, porque llevaba el nombre de Miguel Ángel Asturias. Es el único que hasta ahora lo ha rechazado. Dijo que no le honraba recibir ese premio porque llevaba el nombre de Asturias, quien había escrito aquella torpe tesis cuando tenía 24 años y denigraba al indígena, tal vez creyendo que así complacía a su tiempo, a las autoridades universitarias o a la intelectualidad de aquella época, y pareciera que así fue.
Por esta razón, Ak'abal, el poeta guatemalteco, uno de los escritores más destacados de su tiempo, exponente de una poesía transparente, capaz de traducir la mirada indígena al idioma del invasor sin vender ni perder su pureza, y sin poseer fondos, excepto los de la sobrevivencia, habló a la BBC, increpando sobre los motivos que lo hicieron rechazar el premio, entregado por el Ministerio de Cultura. Allí dijo:
En esa tesis, Asturias se refiere ofensivamente a los pueblos originarios de Guatemala. Los trata con despectivas y peyorativas formas de calificación, como decir que somos una raza ya acabada. Por lo tanto, el premio lleva su nombre, pero a mí no me honra recibirlo. Es más, él no escribió el Popol Vuh, del cual dicen que rescata muchas tradiciones indígenas, pero lo que no se dice es que el Popol Vuh es un documento que ya venía escrito; obviamente estaba en piedra, en jeroglíficos. De allí lo copiaron jóvenes indígenas y el abad Brasseur de Bourbourg, francés, descubrió el documento y lo tradujo al francés...
De allí lo retradujo Miguel Ángel Asturias, pero debo decirles que es una de las peores traducciones que existen en lengua castellana. El racismo sigue. Como se dice, el pueblo maya es una mayoría minimizada. Huberto Ak'abal en su poesía tradujo desde su lengua al español: "Cuando nací / me pusieron dos lágrimas / en los ojos / para que pudiera ver / el tamaño del dolor de mi gente". Nació el 31 de octubre de 1952 en Momostenango y murió el 28 de enero de 2019. La causa del deceso del poeta Ak'abal, explican los familiares, se debió a complicaciones después de una cirugía intestinal que le fue practicada en el Hospital Nacional de Totonicapán, lo cual ameritó su traslado en estado grave al Hospital General San Juan de Dios en la capital guatemalteca, donde murió. Seguidamente, se hizo una colecta para posibilitar su entierro en el cementerio de Momostenango. "Si llevan agua, / son ríos. / Si no, / son caminos", escribió.
Rigoberta Menchú recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992 y un millón doscientos mil dólares, un año antes que Mandela, quien igual había sido postulado en 1992.
En un encuentro de premios nobeles ya citado, en la población de Rosario, Argentina, en junio de 2017, dijo Menchú: "Hay que ser coherente en el tiempo. Estar allí una y otra vez, no solo cuando se está motivado por una guerra o una injusticia, sino que debe existir una lucha constante por la dignidad humana". Insistió en la importancia del respeto mutuo y la reciprocidad, no solo entre los seres humanos, sino también con "la madre tierra, que nos da el oxígeno, agua y alimentos, entre otros, y que la humanidad, en cambio, está destruyendo". Y completó: "La corrupción es el cáncer contemporáneo de las instituciones de nuestros países".
A pesar de las inconsistencias que el sociólogo David Stoll consiguió en sus investigaciones en quiché (1989) para la tesis de su doctorado sobre el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (Casa de las Américas Americanas, 1983), preparado por Elizabeth Burgos, donde se relata la vida de la premio nobel. Stoll llegó a Uspantán, el pueblo de Menchú, donde conocen bien la vida de Rigoberta y el conflicto armado entre el ejército y la guerrilla. "Toda persona que conoce Guatemala, conoce a Rigoberta Menchú, pero si uno no está muy metido en Centroamérica o América Latina, entonces uno no sabe quién es Rigoberta Menchú".
Esto a pesar de la imagen mercantil que sobresalió en México, cuando la invitaron a apoyar al Instituto Nacional Electoral, en mayo de 2015, por lo que cobró diez mil dólares, más las conferencias y encuentros que sumaron unos cuarenta mil dólares. Su estadía terminó en un escándalo, repitiéndose la imagen en Venezuela y Guatemala, entre otros lugares.
Ponía a reyes y presidentes en su agenda apretada, y se negó a firmar el acta de solidaridad solicitada por los mismos compañeros revolucionarios guatemaltecos que la impulsaron al Nobel para la liberación de los presos de la toma de la Tablada (Argentina), entre quienes estaba condenado Gorriarán Merlo, y que sí fue firmada por José Saramago, Joan Manuel Serrat, Comandante Pablo Monsanto, Daniel Ortega, Piero de Argentina, Joaquín Sabina, entre tantos otros.
A pesar de los pesares, su nominación y el premio cumplieron el objetivo de liberar a Guatemala de la cárcel mediática en que se encontraba, pudiéndose dar a conocer al mundo el genocidio que causaba el ejército con la práctica del proyecto asesino Tierra Arrasada, un conflicto que en 36 años alcanzó la triste cifra promedio de unos doscientos mil muertos.
La Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) incluía en su lucha la denuncia internacional de la política sangrienta contra las poblaciones, que el alto mando del ejército de Guatemala, para ese entonces, le dio por llamar: "Tierra arrasada, tierra quemada". Esta estrategia militar perversa consistía en desaparecer todo el apoyo a los insurgentes; "quitarle el agua al pez", metaforizaba la atroz política. Denunciando esa barbarie ejecutada por los militares, garantizaba mejores resultados sobre la necesaria solidaridad internacional con respecto a la lucha revolucionaria. De hecho, la influencia de Rigoberta Menchú se dirigía conscientemente al plano internacional, buscando captar la solidaridad de las organizaciones indígenas y no indígenas.
De esta manera, los italianos le concedieron un puesto a Rigoberta en su Parlamento hasta que ocupara democráticamente su escaño en el Parlamento guatemalteco. Simultáneamente, la apoyaron para que le otorgaran el premio Nobel de la Paz. Fue postulada por Adolfo Pérez Esquivel, el nobel argentino, quien fue merecedor del premio en 1980, un año después de la Madre de la Caridad, Teresa de Calcuta, 1979.
Los ganadores, que precedían al año en que premiarían a Rigoberta Menchú, evidenciaban la influencia de la política de la globalización. En 1989 fue para Dalái Lama del Tíbet, por su resistencia constante al uso de la violencia en la lucha de su gente para recuperar la libertad. Era portador de la medalla de oro del Congreso de Estados Unidos, lo que produjo una fuerte protesta de China. Antes y, seguidamente, fue receptor de una diversidad de premios de instituciones y países aliados de los Estados Unidos.
En el mismo interés, está Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética. El nobel de la paz correspondiente al año 1990, se declaró emocionado al conocer la noticia y señaló que era un premio a la perestroika, el proyecto del desmembramiento de la Unión Soviética. El sesgado reconocimiento al líder soviético fue muy bien aceptado en las esferas internacionales de la derecha, incluyendo al presidente Bush.
En 1991 Aung San Suu Kyi de Birmania recibía el Nobel de la Paz. Hace más de treinta años que su esposo y sus hijos lo recogían en su nombre, en Oslo, puesto que ella estaba bajo arresto domiciliario por defender la "democracia" frente a los militares que anularon la victoria de su partido en las elecciones de 1990. Sin embargo, su aparente reputación popular quedó desdibujada por su complicidad en la persecución de la etnia musulmana rohingya (rohinyá).
El 19 de septiembre de 2012, Aung San Suu Kyi fue hábilmente presentada con la medalla de oro del Congreso, que simboliza, junto a la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración a un civil en los Estados Unidos. El 30 de marzo de 2016, asumía dirigir una serie de ministerios importantes, de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia. No pudo echar mano de la presidencia del gobierno, aun cuando el partido derechista que lideraba, la Liga Nacional por la Democracia (LND), había triunfado en las elecciones en noviembre de 2015; y esto porque la Constitución birmana lo prohíbe si tienen hijos con pasaporte extranjero, y sus hijos aparecían con nacionalidad británica.
Entre agosto y diciembre de 2017, más de setecientos mil rohinyás cruzaron desde Birmania al vecino Bangladés, huyendo de la matanza del ejército. Un informe de la ONU calculó diez mil muertos, denunciando un genocidio.
En el caso de Rigoberta, el premiado sudafricano Obispo Desmond Tutu, activista sudafricano de derechos humanos, ganador en 1984 del Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en solucionar y poner fin al apartheid, se sumó a Esquivel y la postularon para el Premio de 1992.
Su proyección se incrementó con el V Centenario de la Colonización de las Américas. El movimiento Panmaya reivindicaba, mínimo, que terminara la discriminación y se reconociera la cultura maya. A partir de principios de 1990, fue políticamente obligado referirse a los indígenas como mayas.
El Encuentro de los 500 Años atrajo a delegados del mundo para planificar y apoyar al movimiento indígena del país.
La organización del celebratorio quedaba a cargo de la URNG. Desde allí se desbordó la campaña del Nobel dentro de Guatemala, lo que liberó del miedo a muchos territorios donde se habían producido violaciones terribles a los derechos de los campesinos.
Los militares, deseosos de apagar la llama de los acontecimientos, no consideraron prudente enfrentar la candidatura al Premio. El Comité Nobel decidió entonces premiar en 1992 a Rigoberta Menchú por su lucha en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. En cierto modo, ella tenía mejor trayectoria que muchos laureados, pues nunca había ostentado cargos estatales o anexos, por lo que no poseía currículo administrativo que la asociara a ser responsable de transgresiones al articulado de derechos de la gente.
Entre los 113 candidatos de 1992, cuando premiaron a Rigoberta, también competían Mandela, de Sudáfrica; Václav Havel, disidente comunista, quien fue elegido presidente en enero de 1993 de la nueva República Checa, apoyando su inclusión en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y Pérez de Cuéllar, con su ejército de cascos azules, quien, siendo secretario general de la ONU, recibiría el premio en nombre de la ONU, en 1988.
Ante estas sobresalientes personalidades pertenecientes al cómodo ajedrez político mundial, el Comité Nobel optó por lo indígena; era la celebración de los 500 Años. Al parecer había una espinita, un trasfondo en esa elección. Un sentido de culpa por el pueblo sami, disperso principalmente entre Suecia, Finlandia y los mismos pastores indígenas de renos que vivían al norte de Noruega. Tal vez les llegó nuevamente el trauma histórico del colonialismo al repasar el pasado, cuando los sami se opusieron ferozmente a la represa Alta-Kautokeino que taparía gran parte de sus tierras ancestrales. Los sami perdieron; el conflicto desencadenó hondas heridas en el gobierno noruego y al pueblo sami.
Durante el conflicto Alta-Kautokeino en 1981, el Partido Laboral cambió su directiva y sustituyó al primer ministro Odvar Nordli, pasando a ser uno de los miembros del Comité Nobel que concedió el premio a Rigoberta. Hay quienes opinan que esa elección del Nobel para una descendiente maya era una manera de sacarse el clavo de la ignominia, dando disculpas indirectas al pueblo sami.
En fin, para ese contexto no había nadie más adecuado para llevar las bridas de enaltecer y defender los derechos naturales e informar al mundo sobre el silencio que había respecto a uno de los conflictos internos armados más largos y sangrientos de Latinoamérica.
De ahí a la presidencia fue lo supuesto, y se candidateó en el 2007 con el partido Encuentro por Guatemala; apenas sacó un 3,09% de votos. En el 2011 también se postuló a presidenta; los dos candidatos de la derecha obtuvieron casi el 60% de votos, pasando a la segunda vuelta, y ganó el general retirado Pérez Molina, quien luego fue depuesto y encarcelado por estar incurso en una red de corrupción que implicó a casi todo su equipo. Molina, miembro de la fuerza de élite kaibil durante la guerra civil de Guatemala y luego jefe de inteligencia militar en la década de 1990, fue acusado de genocidio por las masacres contra el pueblo maya ixil.
En esas elecciones del 2011, Rigoberta Menchú sacó 3.22% de los votos. Ya con esos resultados quedaba para la historia la gran lejanía en que estaba la agenda de la premio nobel de la paz de su pueblo maya.
Sabrá Jean Arnault, representante para la paz de las Naciones Unidas en Guatemala y Colombia sobre la causalidad de que en ambos países no se respetaran los acuerdos de paz. No pesando mayor cosa tampoco el Comité Nobel, siendo más bien intrascendentes en su influencia en la paz.
Hasta la actualidad, más de 250 líderes farianos protegidos por los Acuerdos de Paz han sido asesinados, luego de haberse estampado la mundialmente publicitada firma.
En ambos países, Guatemala y Colombia, nunca más se supo de alguna opinión respecto a qué había pasado con la violación de los Acuerdos de Paz, ni qué camino habían seguido sus flamantes premiados.
Carlos Angulo
