Micromentarios | Testimonio de discriminación V

30/12/2025.- Con esta nota concluyo la serie de cinco artículos dedicados a demostrar que las discriminaciones, por diversos motivos, no surgieron en el país durante el primer gobierno de Hugo Chávez, como señalan algunas personas mal informadas y peor intencionadas.

Soy un profundo creyente en la existencia de Dios, pero no en ninguna de las religiones que pretenden monopolizar la fe. Estas se han transformado, con el tiempo, en clubes con intereses absolutamente terrenales, y del espíritu, nada, o muy poco. Dios ha sido convertido en una mercancía más a la que se le saca el mayor provecho posible.

Por no pertenecer a ninguno de tales cultos, mi creencia en la Divinidad ha sido puesta en duda e incluso, hace algún tiempo, llevó a un cristiano protestante a amenazarme no solo con "el fuego eterno", sino con "una coñamentazón que te va a aclarar la vista y la mente".

Quienes me conocen saben que hago chistes de cualquier cosa, que amo los juegos de palabras y que no me importa si hacen reír o no.

El humor está en mi ADN y por eso he sido acusado de no tomarme nada en serio, y es al revés: hago humor porque me duelen demasiadas cosas. Si me tomara todo como se supone que debería tomármelo, ya hubiera muerto de dolor o de rabia.

Jamás me quedo callado cuando alguna frase graciosa cruza mi mente y creo que he provocado más carcajadas en mi vida que la mayoría de los payasos de los circos. No todo cuanto digo amerita risas, pero acierto de vez en cuando con la frase justa para el momento preciso.

Esa facultad ha sido criticada por algunas personas, tanto de derecha como de izquierda. Me censuran, como ya he dicho, por falta de seriedad y ausencia de compromiso, entre otras cosas. No advierten que el humor es subversivo y no una manifestación complaciente.

Contengo mis palabras cuando en verdad quien habla lo hace desde el corazón o expone algo muy dramático o de importancia. Del resto, al advertir lo demagógico o perverso en la verborrea de alguien, lanzo mis misiles humorísticos sin contemplaciones.

Una última forma de discriminación que he padecido ha sido, paradójicamente, por ser buen pagador. En los bancos soy mal visto porque no tengo deudas. Cuando he tenido tarjetas de crédito, he pagado en su totalidad todos mis consumos tan pronto puedo. Generalmente, tan pronto cobro algún dinero. Tal actitud ha sido elogiada por un taxista amigo que, de vez en cuando, me moviliza a crédito: "Usted, como pagador, es un tiro al piso".

En este mundo al revés donde residimos, tal comportamiento se considera negativo en los bancos. De hecho, un día, cuando solicitaba una nueva tarjeta de débito, la funcionaria que me atendió me dijo, como si me hiciera un favor, que si yo era propietario de mi vivienda, la hipotecara y guardara el dinero para ir pagando los intereses. "Así, si usted solicita un crédito en el futuro, se lo van a conceder de inmediato, porque lo considerarán un buen cliente".

Es decir, pagando lo que debo soy mal cliente; pagando los intereses de una hipoteca cuyo incumplimiento pondría en riesgo mi casa y, sobre todo, mi paz interior, se me considera uno bueno.

Una paradoja del capitalismo salvaje en el que nos movemos.

 

Armando José Sequera


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