Al derecho y al revés | Navidad en familia
24/12/2025.- Por norma general, en mis columnas de Navidad y Año Nuevo me uno al ánimo festivo con que los venezolanos recibimos cada cambio de calendario, es decir, las comilonas regadas con licor y la pausa que hacemos para intercambiar con familiares y amistades que muchas veces no hemos visto en todo el año.
Este año no pienso romper la regla que en parte define el ser de nuestra nacionalidad, porque no fue el petróleo y su riqueza lo que nos hizo alegres y festivos a los venezolanos. Ya lo éramos cuando, siendo sancionados por haber encendido la mecha de la independencia, fuimos el país más pobre junto al otro bloqueado, Haití.
Señalo que cuando el imperio español se apropió de estas tierras, los venezolanos ya éramos distintos, no solo por los guerreros que, liderados por Bolívar, llegaron hasta lo que es hoy Bolivia, sino porque somos capaces de tomar con alegría hasta los peores momentos.
De hecho, nuestras Navidades antes del petróleo estaban signadas por cantos no solo en las iglesias, sino en las casas, plazas y calles.
Este año noto en el ambiente, sin embargo, que la cizaña imperial trabaja sin descanso. No en balde ese barril con patas que preside a Estados Unidos ordenó a la CIA comenzar a actuar en nuestra patria.
La acción de la cizaña es simple: ayudada en su sucio trabajo por sanciones y robos de activos como toneladas de oro birladas por la banca inglesa merced a ese miserable llamado Juan Guaidó, cuentas puente usadas para pagar a nombre de la República operaciones quirúrgicas para personas de pocos recursos que, en parte, por las sanciones difícilmente se podían hacer en Venezuela y, finalmente, Citgo, los ingresos tanto del Gobierno nacional como de los privados han caído.
Este año no sobra el dinero.
Y cuando esto sucede y no se toman en cuenta los orígenes de la situación, la cizaña actúa a sus anchas en forma de protestas boca a boca.
No es mucho el daño que hace esta cizaña, pero minimizarlo es necesario, al menos por las personas que, sin otra información, escuchan a los cizañeros y se entristecen hasta llegar a la depresión.
Insisto en que son pocos los que caen, pero le dañan la Navidad y el Año Nuevo a los más desprevenidos porque la acción del consumismo disminuido cuando carece de alternativa daña.
Solución la hay, sobre todo cuando hay vida interior y se entiende que gran parte de la caída del nivel de vida nuestro viene de las acciones ilegales e inmorales de un imperio en decadencia, pero también debemos actuar con alternativa.
Una es cambiar consumismo por convivir.
En estas Navidades he visto personas que han recortado los gastos, pero han aumentado la convivencia, ya sea jugando dominó, bailando en casa, conversando entre trago y trago, que los hay más baratos, etcétera.
Son recomendaciones que perfectamente se pueden poner en práctica sin mucha dificultad, y, ojo, que quienes deben transmitirlas más allá de los escribanos como uno, son los que entienden la política, la economía, la religión y la situación que vivimos.
A moverse, que ya ha dicho el barril con patas que viene por nuestro petróleo y otras riquezas; no les basta lo que han robado, pero igual serán vencidos.
¡¡Feliz Navidad!!
Domingo Alberto Rangel
