Micromentarios | Testimonio de discriminación IV
23/12/2025.- El de hoy es el cuarto y penúltimo artículo de la serie en torno a los episodios de discriminación de que he sido objeto desde mi infancia y adolescencia hasta hace pocos años.
En mi ejercicio como escritor fui víctima, en diversas ocasiones, de ataques discriminatorios. Ya señalé, en la nota anterior, que fui objeto de desprecio y burla por dedicar parte de mi obra a niños y jóvenes. Pero este maltrato no era exclusivo en mi contra. Se aplicaba a todo aquel o aquella que escribiera para tales públicos.
Aparte de eso, había otro tipo de discriminación, este relacionado con las ventas de mis libros.
En una charla en la que participé, uno de los asistentes trató de descalificar lo que yo había expuesto, señalando que como escritor no debía ser muy bueno, ya que mis obras casi no se vendían.
Coincidiendo con esto, en cierta ocasión alguien comentó uno de mis libros en la prensa nacional, iniciando su nota con las siguientes palabras: "No hace falta leer este nuevo libro de Armando José Sequera para saber que, como toda su obra, es malo".
Años después, cuando pasé a ser el autor venezolano que más libros vendía dentro y fuera del país, alguien comentó en una feria: "Las obras de Sequera carecen de calidad y una muestra de ello es lo mucho que se venden".
Muchas veces, especialmente en los últimos doce años o poco más, se me ha hecho a un lado por ser de izquierda. Ha habido ferias de libros a las cuales he sido preinvitado y luego no se me convoca. En al menos tres me he enterado que colegas –dos hombres y una mujer– alertaron a los organizadores acerca de mi filiación ideológica, como si esta fuera contagiosa de un virus letal.
Nunca he ocultado cómo pienso ni he puesto a un lado una amistad por la ideología de alguien, sea o no escritor. A mí, en cambio, han dejado de hablarme unos cuantos escritores que, creyendo insultarme con ello, me han tildado de comunista, socialista y chavista. En varias ocasiones en que hemos coincidido en encuentros, foros o simposios, se me han ido encima con dientes y garras, sin importarles que mi intervención ha sido en torno a la literatura.
También personas que no escriben han caído en ello. En una ocasión, en el Museo de Bellas Artes de Caracas, un asistente me acusó de haber asesinado a los Romanov, la familia del zar de Rusia. Le pregunté a mi acusador cuál era su ideología.
Al responderme que católico, apostólico y romano, lo acusé del incendio de Roma, en tiempos de Nerón; de la muerte de Hipatia, en el Egipto del siglo IV: de la Inquisición y de la muerte de los Hugonotes en la Francia de 1572.
Por supuesto, mi acusador negó estar involucrado en ello, debido a no haber nacido en tales fechas, a lo que le señalé que yo tampoco había nacido cuando la muerte de los Romanov. Este hecho ocurrió 35 años antes de mi nacimiento.
–¡Pero todos los comunistas son culpables de lo que haga uno de ellos! –vociferó.
–¡Si eso es así, todos los cristianos también tienen la culpa del mal que haga cualquiera de ellos! –contesté.
Armando José Sequera
