Trinchera de ideas | Un imperio arrogante y decrépito que pretende...
actuar como matón internacional
18/12/2025.- El ritmo de los acontecimientos es tan acelerado que resulta tarea difícil dar seguimiento a los hechos que ocurren y deliberar sobre sus repercusiones y consecuencias. La semana pasada escribí sobre la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos y dije que continuaría intentando discernir sobre ella, pero recientes eventos han obligado a modificar el objeto de análisis.
Nadie, ni siquiera Lenin, Stalin, Ho Chi Minh, Mao Zedong, Fidel Castro, el ayatola Jomeini, el Che Guevara o Hugo Chávez, han hecho tanto como Donald Trump para destruir a Estados Unidos y, con ello, la hegemonía imperial de Washington sobre el planeta. Si no fuera tan dramática la coyuntura y tan aplastante la cotidiana retórica amenazante de Trump mientras sufre derrota tras derrota, tanto en el escenario internacional como en el interno, tendríamos que pensar que en algún momento del futuro se lo vamos a agradecer.
Jeffrey Sachs, profesor universitario y director del Centro para el Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia y asesor de tres secretarios generales de la ONU, en un artículo escrito para el portal independiente Common Dreams, titulado "El imperio de la arrogancia y la violencia de Trump", lo ha explicado diciendo que: "La seguridad estadounidense no se fortalecerá actuando como un matón. Se debilitará estructural, moral y estratégicamente. Una gran potencia que asusta a sus aliados, coacciona a sus vecinos y desobedece las normas internacionales, acaba por aislarse".
No es que Trump haya alterado el tradicional talante imperialista de Estados Unidos. Lo novedoso es que si aceptamos que la ideología nazi se caracteriza por el ultranacionalismo y el supremacismo que establecen la existencia de una raza superior que debe expandirse a partir del odio contra los denominados "seres inferiores"; el totalitarismo que impone el control absoluto del Estado, como lo pretende Trump al minimizar y subestimar al Congreso, los tribunales de justicia y otras instancias de poder; el militarismo, que supone la exacerbación de la fuerza militar y la agresión como instrumentos de expansión y guerra, y, finalmente, la ideología anticomunista y antiliberal, en oposición al socialismo y la democracia, a la luz de la retórica y los recientes discursos de Trump, tendríamos que llegar necesariamente a la peligrosa conclusión de que en Estados Unidos se ha establecido un régimen nazi con todas las implicaciones que ello tiene.
En este caso, se deben agregar algunos rasgos de personalidad del presidente. En una serie de entrevistas para el New York Times, Susie Wiles, la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, que se considera la persona más cercana a Trump y tal vez quien mejor lo conoce, opinó que el presidente es vengativo, mentiroso y que actúa como un alcohólico.
Wiles, que atribuye su capacidad para trabajar con el presidente al hecho de haber crecido con un padre alcohólico, juzgó que, aunque Trump no bebe, tiene "la personalidad de un alcohólico" y actúa con "la idea de que no hay nada que no pueda hacer. Nada. Cero. Nada".
Así mismo, expone que muchas de sus acciones están motivadas por su deseo de venganza. Con precisión, Wiles reveló que: "La fijación del presidente por vengarse de sus enemigos ofrece un caso de estudio". La jefa de Gabinete explicó que Trump le había dicho que en tres meses dejaría de "castigar a sus antagonistas […] un esfuerzo que evidentemente no tuvo éxito", porque aunque Trump no piense constantemente en represalias, "cuando haya una oportunidad, la tomará". Además de eso, Wiles dio a conocer que Trump mintió cuando acusó al expresidente Bill Clinton de visitar la isla privada del depredador sexual Jeffrey Epstein.
Con respecto a Venezuela, vale la pena exponer de manera textual sus puntos de vista: "No puso objeciones a la demostración de poder militar […] contra Venezuela y al bombardeo de barcos que transportaban presuntos narcotraficantes, sugiriendo que el verdadero objetivo de Trump era el cambio de régimen contra el presidente Nicolás Maduro". Según Wiles, Trump "quiere seguir bombardeando barcos hasta que Maduro se ponga a llorar", agregando que "… gente mucho más inteligente que yo dice que eso sucederá".
Reconoció que Trump, quien últimamente ha hablado de organizar "ataques terrestres" en Venezuela o en otros lugares de la región, necesitaría la autorización del Congreso estadounidense para eso. "Si autorizara alguna actividad en tierra, es la guerra. Entonces, le toca al Congreso [declararla]", dijo Wiles.
Ha transcurrido menos de un año desde el comienzo de la administración Trump. Confieso que me equivoqué al suponer que los MAGA tendrían más peso en el gobierno. Las recientes declaraciones apuntan a señalar que fueron derrotados y hoy tienen una presencia absolutamente marginal en la administración, que ha sido tomada por la ultraderecha, los neoconservadores, la mafia cubana y el narcotráfico (como lo atestigua el reciente indulto del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, juzgado y sentenciado por tribunales estadounidenses a 45 años de prisión por ese delito). Los MAGA fueron utilizados por Trump para ganar las elecciones y ahora, igual que un conocido adminículo, una vez utilizado para los objetivos previstos, simplemente se bota.
Con todo, creo que las fuerzas armadas estadounidenses no han dicho la última palabra. Cuesta comprender que se quedarán con los brazos cruzados frente a China y Rusia, limitando su acción a usar portaviones y submarinos atómicos para destruir pequeñas lanchas de pescadores, mientras el potencial de sus enemigos estratégicos continúa creciendo de manera acelerada y sin pausas. También es difícil aceptar que, aun cuando la opinión pública estadounidense es manejada a su antojo por los medios de comunicación, no existan reservas morales para contrarrestar el desenvolvimiento del régimen nazi en su país.
Aunque resulte paradójico, toda esta situación está siendo aprovechada por el Partido Demócrata, que ha resucitado de su sepulcro. Sí, ese mismo partido, el de Obama —quien sentenció que Venezuela era una amenaza para Estados Unidos— y el de Biden —quien ofreció 25 millones de dólares por la cabeza del presidente Maduro—, está utilizando el tema de Venezuela para cobrar vidas y presentarse como una opción de futuro para Estados Unidos, cuando hace solo un año fueron borrados del mapa político de ese país. Los demócratas han ganado 21 de las 22 elecciones hechas este año en Estados Unidos, y ahora muestran un talante distinto para los comicios de medio término en noviembre del próximo año. ¡¿Quién lo hubiera pensado?!
Mientras tanto, la nueva decisión del gobierno estadounidense es una declaración que confirma definitivamente la muerte del derecho internacional y la supresión terminante —si antes no reacciona de forma contundente— de la Organización de las Naciones Unidas.
El silencio con que el mundo está observando el hecho da cuenta de que es probable que Venezuela tenga que luchar sola para defender su soberanía y su independencia. Es evidente que tenemos amigos y que de seguro recibiremos apoyo, como ha estado ocurriendo hasta hora. Sin embargo, y parafraseando al Libertador —quien refiriéndose a España en carta del 7 de octubre de 1818 dirigida a Juan Bautista Irvine, enviado del presidente Monroe— hoy nuevamente tenemos que decir: "Lo mismo es para Venezuela combatir contra [Estados Unidos] que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende".
Hoy, cuando ha quedado claro que no es el narcotráfico ni los migrantes los que mueven la acción de Trump contra Venezuela, sino el deseo de apoderarse de sus riquezas y matar su ejemplo bajo la premisa de Marco Rubio de que "destruida Venezuela, después caerán Cuba y Nicaragua, y así toda América Latina y el Caribe se arrodillarán ante nosotros", solo queda resistir. La historia recuerda a Sagunto y Numancia, no a sus conquistadores; a Leningrado, no a los nazis que la bloquearon sin éxito por mil días, y a Cuba, que durante sesenta y seis años ha resistido la furia de trece presidentes estadounidenses que han intentado doblegarla.
Tal vez ocurra entonces lo que me dijo anoche una persona que, atribulada por la declaración de Trump, me preguntaba qué iba a ocurrir ahora. Después de darle mi opinión, afirmó con contundencia: "El epitafio del imperialismo yanqui se escribirá en Venezuela". No sé si ello suceda, pero, en cualquier caso, el mundo debe prepararse para enfrentar tres años de embates de este presidente nazi, mentiroso, vengativo y que, además, actúa como un alcohólico.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
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