Micromentarios | Testimonio de discriminación III
16/12/2025.- En esta tercera de cinco entregas, sigo hablando de las discriminaciones de las que he sido víctima a lo largo de mi vida. Ello, para desmentir la afirmación según la cual los episodios discriminatorios en nuestro país surgieron en tiempos de y por culpa de Hugo Chávez.
Como nunca aprendí a bailar —tengo oído de director de orquesta, pero soy sordo de cuerpo—, el que se me hiciera a un lado por ser vegetariano se agravó. Danzar me está vedado por el ADN.
Para colmo, como practicaba deportes y creía que debía mantenerme sano —pretendía ser beisbolista profesional de los Leones del Caracas y de los Yanquis de Nueva York—, no ingería carnes ni tomaba ninguna bebida alcohólica. Por ello, a lo de apartarme por vegetariano se sumó el desprecio de diversas personas.
Me aplicaron epítetos como aguafiestas y aburrido, pese a que contaba chistes e improvisaba juegos de palabras que hacían reír y hasta carcajearse a mis interlocutores(as), aunque reconozco que algunos eran bastante hirientes.
Por lo anterior, decayó mi popularidad entre las chicas, excepto entre aquellas a las que yo les gustaba porque era diferente.
Hallándome en bachillerato, comencé a escribir poesía. Lo hice desde los once años y, en principio, con el único propósito de conquistar a las muchachas que me gustaban. En el fondo, trataba de recuperar lo que machistamente consideraba mi terreno perdido.
Ser poeta me trajo de nuevo el favor de varias de ellas, pero, a la par, el odio de numerosos compañeros que envidiaban mi suerte.
Abandoné la poesía, en vista de que recibí golpes de siete estudiantes, algunos de los cuales me habían pedido que escribiera en sus nombres poemas para sus novias. Como estas sabían que el único que hacía poemas en el liceo era yo, los abandonaron a ellos y pretendieron aproximarse a mí. Este es, por cierto, el argumento central de mi novela para adolescentes Por culpa de la poesía.
Ya de adulto, me lancé de lleno a escribir narrativa. Mis primeros éxitos condujeron a otro tipo de discriminación: la de ser artista pelabolas, como decían, en lugar de preocuparme por ganar dinero.
Fui objeto de burla por parte de algunos amigos y, sobre todo, de no amigos —les faltaba fervor para que los considerara enemigos—, para quienes yo iba camino a ser un Don Nadie. Sin embargo, igual que el patito feo de Andersen, hallé refugio en el medio intelectual, en especial, entre escritores y escritoras iguales a mí o ya reconocidos.
De todas maneras, en este medio también me esperaba otro tipo de discriminación, pues dediqué gran parte de mi obra a la escritura de textos para niños y jóvenes.
En las últimas décadas del siglo XX, escribir para tales públicos era mal visto por los puristas de la literatura. Muchos colegas llegaron a verme con lástima e incluso una crítica literaria comentó en el bautizo de un libro de un amigo común:
—Pobrecito, a él se le secó el cerebro y por eso escribe para niños...
Armando José Sequera

