Palabras... | Los Premios Nobel. Segunda parte
O la hipocresía política de un sentimiento de culpa
13/12/2025.- En la elección de estos premios han sonado múltiples tráficos de influencias, señalando últimamente selecciones sospechosas, conspiraciones, dramatismos y críticas a una cantidad de sesgos politizados, sin que haya mermado, por supuesto, o haya sido cuestionada la aparente fama de neutrales de estos países escogidos por Alfred para administrar sus premios.
Aunque percibimos, de manera innegable, que el ejército y el gobierno suecos han protagonizado importantes acciones de salvaguarda de la paz sin justicia social entre los pueblos sometidos a la guerra en el mundo, aunque se hayan olvidado de ellos luego de haber conseguido sus objetivos. La adhesión de Suecia a la Unión Europea en 1995 significó la eliminación de la tan cacareada neutralidad como principio, manteniendo en la actualidad fuertes lazos con la OTAN y definiéndose, inequívocamente, como un aliado más de Estados Unidos.
Mientras tanto, Noruega, como monarquía constitucional con un sistema parlamentario de gobierno en segundo orden, es uno de los países fundadores de la OTAN, lo que lo ubica como un significativo aliado del imperio estadounidense. Por esta razón, durante decenas de años el ejército del Tratado del Atlántico Norte ha realizado ejercicios militares en tierra puesta a la disposición por el gobierno noruego. Recientemente, ha permitido que dichas tropas de la OTAN tengan el país como estacionamiento, cosa que no había ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial.
Análisis este que devuelve los Premios a su condición burguesa politizada, como bien lo sentenció Jean-Paul Sartre al rechazar el Premio Nobel de Literatura, pues era un "premio burgués" y clasista, como sus patrocinantes y los gobiernos que lo administraban.
Independientemente o no de lo aquí dicho, desde 1901 se ha entregado el Premio Nobel de la Paz en una gran gala en Oslo, Noruega, en presencia del rey, todos los 10 de diciembre de cada año, en el aniversario de la muerte de Nobel. Hasta el año 2019, el Premio Nobel de la Paz había sido entregado a 91 hombres, 17 mujeres y 23 organizaciones. El Comité Nobel lo ha declarado vacante en 19 ocasiones. En ninguna otra categoría ha quedado tantas veces desierto el premio, incluyendo el que no se le dio nunca a Mahatma Gandhi, el padre de la no violencia. Postulado en 1937, 1938, 1939, 1947 y 1948, fue algo extraño. Igual, no fue entregado en 1939, el mismo año en que, insólitamente, fue postulado al premio tanto Gandhi como Adolf Hitler, juntos.
Aunque el alto gobernante no fue el único, ni lo ha sido hasta ahora, en figurar entre los candidatos al estandarte. También Benito Mussolini, Iósif Stalin y Donald Trump han sido nominados. Es pertinente hacer notar que tres premios nobeles, en diferentes ramas, otorgados a Alemania, según la revista especializada Nature en su edición de febrero de 1937, fueron rechazados por decisión de Hitler.
Desde la fundación de Estados Unidos sobre la tierra y sobre los cadáveres de los pueblos originarios, este país lidera la participación en más de doscientos conflictos internacionales, la mayoría estimulados por piratería económica en asalto al botín.
Hasta la fecha, lleva más de 239 años en conflicto, haciéndole la guerra a medio mundo, invadiendo a más de setenta países y con varios más en proyecto de invasión. Ha asesinado, en promedio, a más de 1.300 millones de seres humanos, entre ellos, 600 millones en países musulmanes y millón y medio de personas asesinadas, desarmadas, para forzar un gobierno proestadounidense en Irak, no sin antes haberlo destruido.
Resulta inexplicable que Estados Unidos también puntee la tabla de los Premios Nobel de la Paz junto a los países que más han atentado históricamente, con alevosía y atrocidad, contra la paz en el mundo —Estados Unidos cuenta con veinte ganadores, Reino Unido con doce, Francia con nueve e Israel con tres—, casi el 50%, sin incluir los diez premios de la paz entregados a la Organización de las Naciones Unidas, la más sumisa al imperio norteamericano, no por evitar las guerras, sino por amilanar sus consecuencias mediáticas.
Carlos Angulo

