Palabras... | Los Premios Nobel. Primera parte

O la hipocresía política de un sentimiento de culpa

Donde quiera que haya una injusticia...

 

11/12/2025.- El Premio Nobel no es más que un ardid usado por su creador para evitar ver explotar su ego, cuestionado impresamente, en su contexto, por la prensa francesa de aquel tiempo, y que en la actualidad es entregado en un país que dispone su territorio como estacionamiento de la OTAN. Vaya pan y circo estos premios, ahora a granel, para enseñorear el descerebro y la ridiculez política planificada.

Alfred Bernhard Nobel nació en Estocolmo, Suecia, el 21 de octubre de 1833, en una familia de ingenieros. Llegó a ser también un renombrado fabricante de armas, que inventó uno de los primeros explosivos más letales que ha conocido la historia. Era el propietario de la compañía Bofors, especializada en la fabricación a gran escala de cañones y otros armamentos.

Registró durante su vida 355 patentes. Su legado mortal sobrevive en varias empresas como la Dynamit Nobel.

La familia partió a Rusia cuando Nobel tenía nueve años, y ahí cursó estudios "humanísticos" junto a sus hermanos. Regresó a Suecia en 1863, completando allí las investigaciones que había iniciado en el campo de los explosivos. En 1863 consiguió controlar, mediante un detonador, las explosiones de la nitroglicerina, inventada por el italiano Ascanio Sobrero; en 1865 ajustó el sistema con un dispositivo de mercurio; y en 1867 dio con la dinamita, un explosivo plástico resultante de absorber la nitroglicerina, convirtiéndola en un material sólido, con lo que se reducían los riesgos. Sin embargo, los accidentes con la nitroglicerina —en uno de los cuales había fallecido su hermano Emil— habían conllevado fuertes críticas contra sus fábricas.

Independientemente del qué dirán contra sus actividades bélicas, creó en 1895 Elektrokevislas Aktiebolaget, más conocida como Eka, en Bengtsfors, Suecia. La empresa fue absorbida por el grupo Akzo Nobel, que todavía mantiene parte de su nombre.

También incursionó en la literatura, escribiendo poesía en inglés. Su libro en prosa Némesis, sobre Beatrice Cenci, inspirada en parte en una creación de Percy Shelley, Los Cenci, fue impresa seguramente por aduladores, y tal vez sin su consentimiento, mientras agonizaba. La tirada completa de la obra, menos tres ejemplares, fue destruida por catalogarla de escandalosa y blasfema.

La publicación equivocada —o adrede— en un periódico francés, donde se anunciaba la muerte, aún inexistente en 1888, de Alfred Nobel, en la que se le condenaba y despotricaba por haber inventado y hecho un negocio de la dinamita, cambió su actitud en cuanto a la vida y la muerte, decidiendo dejar una mejor propuesta que debilitara a sus detractores.

En su testamento, apostillado el 27 de noviembre de 1895 en el Club Sueco-Noruego de París, Nobel instituye con su fortuna un fondo con el que se premiaría a los plus ultra de la literatura, medicina, física y química y a los defensores de la paz, que él no había tomado en cuenta.

Una hemorragia cerebral sacó de la vida al patrocinador de los premios, cuando estaba bajo su techo en San Remo, Italia, el 10 de diciembre de 1896, a la edad de 63 años. Su fortuna al momento de morir oscilaba en unos 33 millones de coronas, sin incluir sus propiedades y las empresas que todavía sobreviven. De esa fortuna, apartó poco para su familia.

En su honor sistémico, se denominó al asteroide 6032 con su nombre, al igual que el cráter lunar Nobel l7, y un elemento químico, el Nobelio.

Desde entonces, el Nobel de la Paz se entrega en Noruega, mientras que en Estocolmo, Suecia, se premian las contribuciones a la medicina, química, literatura y economía.

Esta separación se debe a los deseos de Alfred. Cuando el químico redactó su testamento, Suecia y Noruega andaban de la mano. A ello se sumaba que la Asamblea Parlamentaria noruega estaba promoviendo un mayor acercamiento a Suecia para evitar la disolución de la nación, que finalmente llegó en 1905, cuatro años después de concederse el primer Nobel. Sobre esta actitud, también se cree que el magnate pudo haber sido influido por su asesor Ragnar Sohlman, cuya esposa era noruega, o por el activista noruego por la paz Bjørnstjerne Bjørnson, admirador del ingeniero. Incluso hay quienes sostienen que la mayor tradición militarista de Suecia con respecto a Noruega hacía más recomendable que la sede del reconocimiento a la paz estuviese en Oslo.

Sea como fuere, el Parlamento noruego aceptó la decisión de Nobel y seleccionó a los cinco miembros que formarían el Comité Noruego del galardón. Hoy día, estos expertos del Comité, igualmente expuestos a los intríngulis, apuestas, quinielas y nerviosismos políticos, suelen ser antiguos parlamentarios o figuras conocidas de la "sociedad civil" de Noruega.

A pesar de que Alfred Nobel nunca pensó dejar su fortuna para repartirla en premios anuales a ciertas personalidades, tuvo que instituirlos por el razonamiento de recomponer su imagen maltrecha de comerciante de armas e inventor de la dinamita. Con esta última invención, llegó a ser uno de los grandes potentados del viejo continente, sin importar en cuál injusticia explotara.

A partir de que los premios quedaron instituidos por escrito en el testamento, la monarquía, la nobleza y los reyes se habían entusiasmado para ser otorgadores de premios con plata ajena. Además, estos premios abrieron las compuertas a los intereses de los grupos económicos y poderes imperiales que inciden en la geopolítica mundial.

Es muy posible que al entrar las preferencias políticas de estos gobiernos representantes de los Nobel, confabulados o hablados al oído en la entrega de los premios, se haya empobrecido la moral, como en cualquier fritanga de la alcurnia.

 

Carlos Angulo


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