Punto y seguimos | Salvar la lectura

09/12/2025.- La BBC Mundo publicó este año un trabajo que plantea el riesgo que supone para la humanidad la pérdida de la capacidad de concentración y de la lectura profunda. El medio expuso lo que profesores e investigadores llevan años alertando: a mayor digitalización, menor rendimiento académico en niños y adolescentes y pérdida de habilidades cognitivas específicas. La premisa, planteada por la académica y estudiosa de trastornos de la lectura Maryanne Wolf en su libro Lector, vuelve a casa: Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas es clara: el tiempo dedicado a los dispositivos digitales está moldeando los cerebros, y no de buena manera.

La lectura es una habilidad no natural para el ser humano, sino una que se ha ido perfeccionando con los siglos; una suerte de capital cognitivo acumulado masivamente a lo largo del tiempo, que nos permite hacer conexiones entre distintas áreas del cerebro, que se activan para lograr decodificar símbolos. El lenguaje escrito es tan complejo que, dependiendo del idioma, las zonas del cerebro que trabajan varían, como pasa con las lenguas ideográficas (chino, japonés, etc.), donde se activa el área de procesamiento visual y semántico, mientras que en las lenguas alfabético-fonéticas (castellano, inglés, ruso, etc.) se activa la vía dorsal del cerebro, involucrando el área de Wernicke para la decodificación grafema-fonema. Leer no es solo reconocimiento de símbolos, es conexión, interpretación y asociación. Al leer, se imagina, se cuestiona y se siente.

El funcionamiento de los dispositivos digitales presenta la información de una manera que —ciertamente— también activa áreas puntuales del cerebro y las entrena; los nativos digitales son rápidos y multitareas, pudiendo hacer varios procesos a la vez; sin embargo, pierden profundidad, precisión y concentración. El “scroll” es casi compulsivo, y genera la necesidad de consumir numerosos contenidos en el menor tiempo posible, lo que provoca, inevitablemente, que el tiempo dedicado a pensar y analizar disminuya. Así las cosas, en los cerebros entrenados para este tipo de procesamiento de los datos se pierden las habilidades que la lectura ha otorgado a la mente humana. Los estudios lo demuestran, hay una baja en el rendimiento académico tradicional porque los alumnos no saben leer. Y no saben leer no solo por fallas estructurales de los modelos educativos, sino porque no practican. Las pantallas avasallan, hasta bebés de meses tienen dispositivos en sus manos, y una vez que el cerebro entra en ese modo, es mucho más difícil aprender una actividad de la complejidad de la lectura.

Lo que esto supone para la humanidad entera es de grandes proporciones; si el conocimiento siempre ha sido poder, imaginemos lo que significa que las mayorías no cuenten con la capacidad de generar pensamiento crítico, que sean analfabetos funcionales. Con el pasar de los años, esto supondrá una brecha cada vez más grande en la sociedad. De hecho, las escuelas de élite están optando por una educación sin pantallas, centrada en la lectura de libros en físico, porque lo masivo son los celulares. Un mar de conocimientos al alcance de casi todos, pero de milímetros de profundidad.

Salvaguardar la enseñanza de la lectura y no caer en la tentación de las pantallas sin ningún sentido crítico debe ser política pública. La sociedad no puede darse el lujo de deshabilitar su capacidad de leer; sería perder demasiado: perder neuronas, perder actividad cerebral, perder arte, perder pensamiento, perdernos a nosotros mismos.

Mariel Carrillo 

 

 

 

 


Noticias Relacionadas