ESPECIAL / San Juan Bautista: 52 años de tradición afrovenezolana
El golpe de tambores revive en La Vega como pregonar de la cultura religiosa
04/12/25.- En el corazón de Caracas, donde la urbanidad se encuentra con la raíz profunda de la memoria africana, la Cofradía de San Juan Bautista de La Vega no solo celebra una fiesta; vive una resistencia cultural.
Las celebraciones al santo hunden sus raíces en más de 250 años de historia afrovenezolana, es un crisol donde el amor, la devoción y la fe, son los elementos indispensables para dar paso a esta expresión ciudadana.
La celebración a San Juan Bautista se desarrolla en varias regiones de Venezuela, siendo una de las manifestaciones más grandes y bien constituidas del país, especialmente en las zonas costeras. Para los venezolanos devotos y no tanto las fiestas de San Juan son una cita con la fe, el baile y el encuentro con las raíces afrodescendientes que marcan la historia negra, la historia nuestra.
En cada canto, cada repique de tambor, resurge un mover de energía y de magia que traslada a los presentes a lo más profundo de sus emociones, haciendo del vibrante sonido algo hermoso y enigmático.
De la resistencia a la herencia viva
Con padres provenientes de las costas de Aragua, Willians Ochoa, director de la Cofradía de San Juan Bautista de La Vega, se paseaba por estas manifestaciones. Pero sus padres decidieron mudarse a Caracas, a una ciudad que era otra cosa, era otro estilo de vida.
“Todo ese bagaje de conocimiento que nosotros creamos por allá lo trajimos aquí a Caracas”, recuerda Ochoa, trasladando sus pensamientos a esa niñez que lo obliga a recordar también las visitas a su pueblo en compañía de su abuelo.
“Iba allá con mi abuelo a ver las fiestas de San Juan, en el pueblo de Ocumare de la Cosa (Aragua), de donde eran ellos”, rememorando que para ese entonces su interés por esas tradiciones era escaso, pues él consideraba que estas fiestas eran de “viejos”, y como todo niño su atractivo era la playa y el río.
Ya en la adolescencia, a sus 17 años, y con la pérdida física de su abuelo, Ochoa descubre un despertar de sus raíces y decide emprender el camino tradicional y familiar, pero ya en la urbe capitalina.
“El despertar de la tradición en La Vega se gestó a finales de los años sesenta y principios de los setenta, era el mundo de Yolanda Moreno, bailarina de la música nacionalista, la vimos en el parque del Este, recordaron el toque del tambor, el tapón, que había quedado latente desde mis raíces familiares en Aragua, la costa”. Ochoa atendía a ese llamado artístico, pero desde el sacudir del pueblo más asentado y para ese entonces ya estaba conformado el grupo de jóvenes y deciden hacer su primera presentación al santo en el barrio.
“Cuando empezamos a sacar la manifestación, exactamente en la calle 7 de Septiembre del barrio El Carmen, donde está la capilla, nos metimos a tocar un 24 (junio) y mucha gente nos felicitó”, cuenta Ochoa trayendo a escena esa emoción por la aceptación de la comunidad, que para la época ya estaba fundada y la mayoría de sus habitantes provenían del interior del país y conocían de San Juan y sus repiques de tambores.
Pero el saber de la comunidad de cómo se presentaban las fiestas del santo obligó al grupo a investigar más sobre ello, pues muchas personas del barrio les comentaban a los chicos del grupo cómo era el golpe de tambor en su pueblo. “Realizamos un trabajo de campo, visitando las fiestas de San Juan en Barlovento, Vargas, Yaracuy y Aragua, fusionando esos conocimientos, trayendo las representaciones auténticas del santo a La Vega”.
El repique de los tambores en las fiestas de San Juan Bautista de La Vega recoge esa fusión venezolana de los tambores grandes del Guayabal y Naiguatá, que son los tambores pipas y la curbata, el cumaco y el burro negro, de Barlovento, el mina, culo'e puya y también el quitiplás, de la costa de Aragua y Carabobo, Yaracuy y Los Llanos el tambor cumaco, lo que enriquece y da una fuerza particular, “el golpe de tambor” a esta cofradía, que orgullosamente sus miembro destacan como la más grande de la ciudad.
Este esfuerzo culminó con la organización de la primera fiesta formal en el barrio en el año 1973, “la fiesta fue creciendo poco a poco, teníamos una imagen que era de esa imagen que tienen los abuelos de los pueblos, que es una estampita que tiene una oración, esa era la imagen que nosotros teníamos de San Juan Bautista, la habíamos montado en una tablita y con eso salíamos a parrandear y a decirle a la gente, ¡esta es la fiesta de San Juan!”.
Para los ochenta, la agrupación logró tener una imagen del santo, y se conforma la sociedad que actualmente tiene 52 años regalando a la ciudad una de las más grandes manifestaciones culturales y religiosas.
El desafío: Cultura contra la violencia
La Cofradía de San Juan Bautista de La Vega surge de esas raíces, también desde la necesidad de aportar algo diferente a una urbe marcada por la violencia desatada en los años 70, así lo describe Willians Ochoa, rememorando su inquietud y curiosidad por estas manifestaciones plegadas de amor, historia y devoción a un santo, al que cada petición que le hacen con fe, él cumple con amor.
Pero el desafío en el barrio La Vega en esa década era un pulso constante contra la dureza. Ochoa recuerda que, para entonces, "había mucha violencia, muchos tiroteos, te quitaban la vida por un par de zapatos". Ese escenario no impidió al para entonces joven Ochoa buscar rescatar esos espacios que le dieran un aporte positivo a la comunidad, que la sacara del mundo oscuro de la violencia, para renacer en la luz, la espiritualidad y la alegría.
La respuesta de los cofrades fue un acto de profunda valentía: "Nosotros respondíamos con cultura. Frente al tema de la violencia, nosotros respondíamos con fe, con devoción".
El tambor no era ruido sino la voz que buscaba enseñar a los jóvenes y niños un camino de superación, un desafío que requirió convencer a los mayores del barrio y, eventualmente, a las fuerzas de seguridad, de que lo que sucedía en esas noches de toque no era un desorden sino un cambio de actitud, una "alegría" y una amistad palpable.
Formando generaciones desde la comunidad
Para la Cofradía el reto más grande, sin embargo, fue evitar la diáspora de la juventud hacia las drogas. Ya organizados comienzan a formar a los jóvenes enseñándoles el valor de nuestra cultura afrovenezolana y así asegurar que este fuego no se extinga.
Se crea el Centro Cultural de Desarrollo de la Manifestaciones Tradicionales y Populares (Credemap), un espacio donde la enseñanza es un acto de generosidad. “Aquí se le enseña a tocar el instrumento, pero la tradición también, cómo surge”, describe Ochoa, destacando la importancia de que esos estudiantes que se inician en esta formación se adentren en la historia, y así desarrollen ese sentimiento de pertenencia hacia la organización.
“Hay que explicarles el significado que por ahí pasó. Hay sangre, hay sentimientos, hay amor, cariño, solidaridad, cosas que son juntas”. Ese arraigo a las tradiciones es lo que ha llevado a la Cofradía de San Juan Bautista de La Vega a consolidarse, porque para la organización es necesario que la formación sea continua.
“Que estos jóvenes, cuando ya tengan sus hijos, toquen el tambor y aseguren cien años más de tradición”, es la generación de relevo, “los muchachos que están viniendo a aprender son la garantía de que la fiesta perdurará”. Sus manifestaciones son el centro de la enseñanza dentro de la comunidad de La Vega, acogen a sus iniciados con amor y respeto.
El reconocimiento popular fortalece la labor de cada uno de sus integrantes que, a través de la constancia, dedicación, humildad y determinación, pero principalmente la fe, manifiestan en cada interpretación palabras de amor y agradecimiento al santo por las peticiones cumplidas.
La cofradía como estructura y reconocimiento
La vida de la Cofradía y Sociedad de San Juan Bautista de La Vega se sostiene actualmente por una comunidad vibrante de 243 personas entre cofrades y socios, divididos en dos cuerpos fundamentales que trabajan en perfecta sincronía.
“La Cofradía es el núcleo ceremonial y de devoción. Está dirigida por un liderazgo claro: el primer capitán, Adam Hernández; la segunda capitana Mailing Blanco, y la tercera capitana Andrea Rivas, junto con el custodio y los cofrades del Santo”, explica su director Ochoa.
“Su misión es sagrada: dirigir las ceremonias, coordinar las procesiones, atender el pago de promesas, organizar las misas y asegurar que el santo esté vestido y su altar preparado, manteniendo viva la tradición”.
Por su parte, la Sociedad de San Juan actúa como el motor organizativo y promotor. Esta estructura se encarga de reforzar todo lo anterior, además de planificar la gran fiesta: señalando recorridos, gestionando las finanzas, tramitando permisos y garantizando la seguridad y puntos de emergencia para todos los asistentes. “Es el órgano que abre las puertas a nuevos devotos y socios y organiza a los emprendedores”.
Ambas sociedades comparten la responsabilidad religiosa y formativa, promueven el velorio del santo, el pago de promesas, la juramentación de nuevos cofrades y socios, organizando músicos, cantadores y bailadores. En lo formativo, dictan talleres de música, canto y baile, transmitiendo la tradición sobre los orígenes de la fiesta de San Juan Bautista en Venezuela.
El corazón de la celebración es esa unión entre lo divino y lo festivo: desde el tambor ceremonial que acompaña los paseos religiosos con el toque llamado Sangueo, que combina la música, la danza y la espiritualidad, hasta la vibrante fiesta de tambores donde el público se une al canto y baile. Es una expresión continua de la vida entre el santo y sus devotos, donde el pago de promesas refleja el favor recibido de la divinidad.
Para los cofrades el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural no fue por los instrumentos, sino por el "culto y devoción en honor a San Juan Bautista".
“Lo primero que hacen con nosotros en Caracas, en 2005, casualmente, es que nos nombra el patrimonio de la ciudad. Después, organizamos una gran cofradía que se llama Parranderos de San Juan de Caracas, y acá han agrupado la mayoría de los San Juanes de la ciudad”. Destaca el director, que ese encuentro hizo que lograran que se nombren: San Juan Patrimonio de Venezuela.
La mujer: El eje de mando
Si la tradición es la columna vertebral, las mujeres son el motor que la impulsan y organizan. En la Cofradía y Sociedad de San Juan Bautista de La Vega descubrimos que su verdadera fuerza reside en el liderazgo femenino, una realidad que se impuso con fe y valentía. Aunque el tambor ceremonial y la tradición son custodiados por el guardián del santo, el engranaje diario y el control recaen en los hombros de sus lideresas.
La jerarquía está encabezada por tres capitanes principales, y es aquí donde brilla el poder de las mujeres, ellas no solo participan; ellas "determinan, deciden, organizan, trabajan, cargan", como bien relata Eveling González, miembro de la organización. Su ingreso a estas esferas de decisión fue una conquista: "Pasamos a ser parte cuando la cofradía era solamente de hombres, luego de un año, nos dejamos aceptar".
Para Elizabeth Urbaneja, con 35 años de entrega a esta "hermosa sociedad", el corazón de la tradición late con una fuerza inquebrantable: "el elemento mayor que no debe faltar es el amor y la devoción a San Juan”.
Esta conexión es tan poderosa que trasciende la realidad material. Elizabeth describe un estado de gracia donde las dificultades se desvanecen ante el santo milagroso, precursor de Cristo: "tú olvidas que no tienes dinero en tu bolsillo, pero como San Juan es un santo milagroso... esa devoción y ese amor es vivir”.
La conexión profunda y duradera con la tradición de San Juan Bautista en La Vega revela las creencias que trascienden generaciones. Es así como Virginia Vallenilla, de 33 años, relata que, desde su infancia, su devoción al santo, a pesar de las dificultades, sigue intacta y la manifiesta a través del canto.
Para ella, estar presente en estas manifestaciones es una experiencia que abarca todo el espectro emocional: "Para mí ha sido devoción, tristeza, alegría; es algo que no sé explicar".
Esta conexión es tan única y poderosa que no le impide celebrar en otros lugares, su relato subraya que la pertenencia a esta cofradía es más que un ritual; es un vínculo inquebrantable con su santo y su comunidad.
El amor a San Juan le ha permitido a Virginia enseñarles a sus niños el arraigo tradicional del culto, sus pequeños se desenvuelven con destreza en el canto y el repique de los tambores, ellos hacen del lugar un mover de energía que lo convierte en magia, siendo estos niños protagonistas del despertar de emociones.
Y esa misma manifestación la describe María Landaez en un testimonio conmovedor sobre su dedicación y el profundo significado de su rol en la Cofradía. Su conexión con la tradición comenzó a una edad temprana: "llegué aquí desde los ocho años, mi hermano me trajo por primera vez al barrio El Carmen a bailar tambor y de ahí comencé". Tras el fallecimiento de su hermano, ella continuó el camino, y fue honrada con el título: "Ya desde hace 5 años he sido bendecida, nombrada abanderada de San Juan Bautista".
Ella ejerce su rol con un sentido de misión, especialmente hacia las mujeres a su cargo, a quienes llama "mariposas". Con brillo en sus ojos y una voz emotiva describe que llevar el estandarte es un acto de amor y representación: "Yo soy la capitana de la que lleva la bandera de San Juan. Para mí un orgullo. Y yo le digo a mis chicas que cuando lleven bandera, no lleven porque sí sino con amor, como si fueran las alas de las mariposas".
La bandera misma es un símbolo cargado de significado: "Mi bandera es blanca con rojo, blanco por la pureza y rojo por el sacrificio de nuestro Jesús. Y entonces digo que también es la sangre de los esclavos".
Para ella portar este símbolo es una experiencia que la trasciende: "cuando tengo esa bandera me traslado a otro mundo, porque ese señor (el santo) es el que me dice cómo moverla, cómo llevarla, cómo hacerla sentir". Éste es, en esencia, su sagrado trabajo dentro de la Cofradía.
“Los panas de San Juan Bautista”
Es fascinante cómo la Capilla de los Santos de los Negros se convierte en el epicentro de fe y tradición al albergar a San Juan Bautista junto con figuras tan importantes como San Antonio, San Pedro, San Benito (el único santo negro de Venezuela), Santa Ifigenia (la santa negra), la Virgen de la Candelaria y San Pascual Bailón, este espacio se consolida como un verdadero crisol de devoción, “como decía el cura Jean Pierre Wyssenbach, aquí están los panas de San Juan Bautista”, relata Willians Ochoa.
Como bien mencionan, este lugar es tan significativo que la fiesta de San Juan ha trascendido de un evento anual a ser "nuestro diario de vivir". Este hecho subraya la profunda integración de la fe y la tradición en la vida cotidiana de la comunidad, que da espacio también a la organización de otras cofradías como la Hermandad del Niño Jesús de La Vega, con el apoyo de Ochoa, fue fundada hace tres años por Keibert Barreto, quien ya forjaba su devoción a los santos desde hace 10 años, dentro de la Organización San Juan Bautista.
Para Barreto esta labor trasciende lo meramente cultural o festivo, pues resume su visión con un poderoso lema: "La Vega es mucho más que cultura, fe y tradición". Su llamado es universal: a nivel nacional e internacional, es fundamental "saber amar sus raíces, saber amar su trayectoria, su antecedente, su antepasado y amar realmente a su territorio".
El verdadero significado de su labor no se limita a los elementos sonoros y festivos sino a una conexión profunda con el entorno: "No solamente es un golpe de tambor, no solamente es un cuatro, es amar a todo lo que pertenece al territorio donde habitamos”.
En La Vega se desarrollan diversas manifestaciones heredadas de la cultura afrovenezolana, la Hermandad de los Velorios de la Santísima Cruz Mayo, representada por miembros clave como Andrea Rivas, Elizabeth Urbaneja y Willians Ochoa, mantiene viva una rica agenda de celebraciones que entrelazan la fe y la música en la comunidad.
Para ellos la vida comunitaria se estructura en torno a "tres fiestas" fundamentales que marcan el calendario devocional. Como señalan los cofrades estas son: "la fiesta del Niño Jesús, los Velorios de Cruz y la fiesta de San Juan".
Sin embargo, el punto culminante de su labor cultural y espiritual es el "Encuentro Nacional de los Santos de los Negros, que es un festival de la música y manifestaciones afrodescendientes". Este encuentro no es solo una celebración sino una plataforma para honrar y visibilizar la riqueza de su ascendencia.
El latido del tambor: Crónica vibrante de San Juan en La Vega
La celebración de San Juan Bautista en La Vega ya con 52 años se inaugura con un toque solemne y vibrante: el primer sábado de junio, conocido como el primer repique o el "grito de San Juan". “Si el día 1 cae en semana se asume el sábado para honrar el inicio. A las 12:00 en punto los tambores resuenan hasta las 6:00 pm. (aunque últimamente se extiende hasta las 9:00 pm.)”, detalla Ochoa.
En esta jornada el santo realiza un breve recorrido por la calle principal del barrio El Carmen, ubicándose en un pequeño altar frente a la Capilla.
Este primer repique atrae a devotos, bailadores y tocadores de toda Caracas, La Guaira, Barlovento y Guatire. Al caer la noche, a las 10:30 pm., el santo es llevado en procesión de regreso a la Capilla de los Santos de los Negros, escoltado por guaruras (caracolas gigantes), banderas multicolores, sangueos, sirenas (cantos a capela) y tambores.
El clímax llega la noche del 23 de junio. Antes de la salida, la Cofradía y Sociedad se congregan para rendir cuentas anuales y planificar la fiesta. “Es un rito de iniciación: los nuevos cofrades y socios son bautizados tras un año de pruebas. Todos los miembros de la jerarquía visten impecablemente de blanco para acompañar al Santo en su recorrido, que parte de la Capilla de los Santos de los Negros de Venezuela, en el barrio La Veguita, hacia la capilla El Carmen. La procesión es un torrente de júbilo, con sirenas, sangueos y saludos a otras imágenes de San Juan que se unen al camino”, detalla el cofrade con entereza, tras su vasta experiencia.
Al aproximarse a la capilla El Carmen, el santo, que venía cargado por los capitanes, es recibido por el custodio, quien lo entrega al primer capitán y al cura en la entrada de la Iglesia, desatando una ola de aplausos y vítores. Dentro, comienza la misa de Noche Buena Negra a las 11:00 pm. La música, fulías, sangueo, parrandas, guardas y golpes de tambor elevan el fervor.
“El momento más conmovedor son las ofrendas, donde abuelos, jóvenes y niños presentan sus tributos y los trabajos de las agrupaciones culturales”. A las 12:00 en punto, culmina la misa con el retumbar del tambor mina, marcando el nacimiento del santo.
Al salir de la Iglesia, la calle se convierte en un pasacalle de alegría contagiante. San Juan es venerado por su pueblo, y se realiza el pago de promesas, donde devotos caminan unos 25 metros cargando al santo. La actividad culmina cuando San Juan es dispuesto en un altar y comienza la parte festival: tambores hasta el amanecer, culminando a las seis de la mañana con el “¡Buen día, Juan!", donde los devotos lloran, se abrazan y se arrodillan ante el santo.
Este ciclo festivo no es solo una secuencia de eventos; es la manifestación viva de la fe que une a todo un pueblo, donde cada toque de tambor y cada canto aseguran que la tradición de San Juan Bautista resuene con fuerza y amor inquebrantable, día tras día.
¡Si San Juan lo tiene, San Juan te lo da!
YORMARY HERNÁNDEZ / FOTOGRAFÍA: JESÚS CASTILLO / CIUDAD CCS

