Argelia Laya: una luchadora memorable
Para el movimiento feminista, socialista y popular, nadie como ella desafió al patriarcado
Rebelde antes de nacer
27/11/25.- En San Antonio del Guapo de Río Chico, estado Miranda, entrando por Santa Bárbara, está la Arboleda de Cacao Las Mercedes, donde nació Argelia Mercedes Laya López, el 10 de julio de 1926.
Fue la tercera hija de Rosario López, militante de una agrupación cultural femenina, y del coronel Pedro María Laya, “El Tigre de Barlovento”, “montonero que nunca decía malas palabras”. De esa gestación esperaban un varón, pero nació hembra. Por eso Argelia comentaba que su nacimiento fue su “primer acto de rebeldía”.
Su madre tuvo otras dos hijas y otros dos hijos: Pedro Manuel, Fiel Luz, Renée y Rafael. A su padre, por participar en alzamientos contra los gobiernos de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, se lo llevaban preso recurrentemente, por lo que su madre asumía la batuta en el hogar. “Era inteligente, poetisa por naturaleza...” decía Argelia. Ambos formaron en sus hijas e hijos principios, con énfasis en valores para la igualdad. “Nunca acepten que los humillen por negros ni por pobres...” Y ella sentía orgullo por los méritos que fomentaban madre y padre. Eso la hizo excepcional en su rebeldía, en su sólida conciencia de clase, su identidad con la negritud, en el cultivo del amor por los demás y en la riqueza de los valores que atesoró.
Como no podía ir a la escuela por los padecimientos asmáticos, aprendió a leer en casa con historietas de su hermano Pedro. Le gustaba corretear con sus hermanos, en particular el juego de la cacica y del cacique, brincar por encima de la candela, ir a la playa y comer picante. Cuando entró a la escuela junto a su hermana Renée, ya Argelia estaba mucho más adelantada que la mayoría de las niñas.
Su padre fue jefe civil de Río Chico, en tiempos de la godarria, de los grandes cacaos. Pero para esa gente era inadmisible un jefe civil negro en un pueblo de blancos, así que lo trasladaron a Los Teques. Al año muere el coronel Pedro Laya y lo ascienden a general post mortem. Argelia debió dejar la escuela “porque no tenían con qué comer, ni pagar el alquiler”. “Nos desalojaron y tuvimos que ir a un rancho que no tenía ni electricidad ni agua”, en Alta Vista, Catia. Era un cuarto donde todos dormían en una misma cama.
Cuando pudo reanudar sus estudios, la situación era tal que tenía que coser sus cuadernos con materiales de desecho, como el papel que se usaba para envolver carnes y pescados. Y al momento de merendar, ella y sus hermanos comían pepas de mamón asadas que recogían en la calle.
Y parió allí
A una fiesta a la que asistió con su hermano Pedro, un hombre le puso una píldora narcótica en un vaso para drogarla y abusar de ella. El agresor fue identificado como José Antonio Guevara. Argelia decide tener a su hijo; y cuando su sabiduría natural le anunciaba que pronto iba a parir, no le creyeron. “Y parió en un carro cuando la trasladaban por la calle del Barrio Obrero, en la intersección con la avenida Sucre, en la estación de servicios Atilas”. Así lo precisa su hijo Pedro Martínez Laya, quien otorga un extraordinario valor a lo que nos testimonia. En la puerta del apartamento donde se fue a vivir, en Sarría, colocó una placa con el nombre de Peruchele, manifestando orgullo por el hijo y desafiando los condicionamientos sociales de esa época. Como dato curioso, frente al apartamento vivía un esbirro de la Seguridad Nacional que nunca quiso denunciarla. Ese inmueble lo había adquirido Argelia con su sueldo de maestra; y tiempos después lo prestó a un “compañero” del Partido Comunista colombiano que nunca se lo devolvió.
A los 21 años mostró su genialidad al graduarse summa cum laude en la Escuela Normalista Gran Colombia, en Caracas. Allí ejerció sus primeros años como docente y la despidieron “porque una maestra no podía ser madre soltera”. Le escribió una carta al ministro de Educación, Luis Beltrán Prieto Figueroa, para que reconsideraran su situación y fue reenganchada. Para “resolver el escándalo” la destacaron en una escuela en La Guaira, “que no tenía estructura física, ubicada en una plazoleta en la esquina de la Casa Guipuzcoana, debajo de una mata de uva de playa. Allí impartía clases a niñas y niños desde 5 años hasta adultos de 22, todos juntos en un mismo ambiente”.
En 1952, a los 26 años, se casa con Rafael Elino Martínez. Tuvo dos hijos con él: Rafael, en 1953, y Luis Guillermo, en 1957. “El nombre de Luis fue por Luis Lozada, combatiente del grupo que desembarcó en República Dominicana en apoyo a acciones revolucionarias”. En 1958 Rafael Elino, que había estado confinado en Puerto Ayacucho, se trajo a dos aborígenes jiwis para declararlos hijos adoptivos de ambos; Luisa Amelia y Alberto Paramaconi”, testimonia su hijo Pedro Martínez Laya.
Radicalmente contrahegemónica
Con sus ideas y acciones, Argelia desafiaba siempre la cultura dominante. Lo demostró cuando decidió tener a su hijo; cuando, siendo maestra, la botaron por su embarazo, peleó y logró el reenganche; cuando combatió al poder político en partidos e instituciones enfrentando múltiples expresiones patriarcales, abogando por el derecho de las niñas embarazadas y madres a permanecer en el sistema educativo, por la despenalización del aborto, por refugios para mujeres vulneradas, por los derechos laborales, por los derechos humanos de todos los sectores.
Comandanta aguerrida y de humor atrevido
Ante la persecución contra los partidos de izquierda y el allanamiento de la inmunidad parlamentaria de sus dirigentes, surgió la lucha guerrillera, etapa en la que Argelia fue un apoyo muy importante para el traslado de armas, alimentos, medicinas y servicios de inteligencia. En una casa que tenía el Partido Comunista de Venezuela (PCV) en San Agustín del Norte, Caracas, se instaló una fábrica de explosivos caseros. Desde allí Argelia Laya y un compañero trasladaron en un carro 50 bombas molotov al cerro San Miguel de la Cota 905. Eran acciones del Frente Guerrillero Simón Bolívar (FGSB) que dirigía el comandante Argimiro Gabaldón, alias “Carache”.
Argelia decide incorporarse con más fuerza a la lucha armada y pasa a una clandestinidad peligrosa en las montañas de Lara, con el alias de “Comandanta Jacinta”, como comisaria política del frente. “Desde allí asumió la reorganización del PCV, y formar en la masa campesina militante capacidad para analizar sus realidades y forjar espíritu de lucha para la defensa de sus derechos por un mundo mejor”, nos testimonia su hijo Pedro. Dijo Argelia: “Esta experiencia me permitió aprender la forma en que vivían los campesinos pobres en nuestro país, el sufrimiento de ver soldados muertos, sentía que era una guerra entre hermanos defendiendo los intereses de los poderosos. Esto nos llevó a romper con el dogmatismo y con la influencia de la dirección política fuera del país”.
En una ocasión su hijo Luis Guillermo comentó que, estando la Comandanta Jacinta en plena actividad guerrillera en las montañas de Lara, una noche su papá los invitó a pasear. Luis Elino, en lugar de enfilarse a ver vitrinas en Sabana Grande, llegó a la avenida Baralt y allí, en la plaza Miranda, sube al carro y se ubica en el asiento trasero una exuberante mujer, con medias de mayas entretejidas, una minifalda color dorado y satinada, blusa gris bastante abierta en el pecho y un nudo amarrado en la cintura. Muy maquillada, con exuberantes labios rojos, pestañas postizas y con una larga peluca rubia. Rosario López sentada adelante pregunta a su esposo: ¿Qué significa esto? Seguía manejando callado. Rosario vuelve: ¡Y dime ya! La mujer hace una estruendosa carcajada y dice: ¿No sabes quién soy yo? La madre volvió la cara al reconocer la voz y le dice: ¿Argelia qué haces de puta a estas horas de la noche en la plaza Miranda? Todos riendo se regresaron a casa.
En la muerte, otra vez la adversidad
En 1996, Argelia fue a Detroit con su hermana Renée Laya a descansar. Al año siguiente, el 27 de noviembre, siendo presidenta del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido realizó en el hotel Ipasmar de Río Chico, estado Miranda, la convención para discutir las candidaturas a cargos de representación popular. Meses antes, el Consejo Supremo Electoral (CSE) había normado que los partidos políticos debían hacer sus listas con el 70 % de hombres y el 30 % de mujeres. Como su fuerza superaba el miedo, Argelia Laya defendió el 50 y 50, es decir, la paridad en las postulaciones. Pero su partido decidió que no iba a cumplir ni la del 50 % ni la del 70 a 30 %. La decisión se toma por unanimidad. Argelia Laya se molesta y dice: “¿Y es que acaso yo estoy pintada en el aire?”. Para ella fue un agravio, “no se contentaron con el incumplimiento de la norma, sino que en el momento de presentar las planchas, no había ni siquiera el 30 % de mujeres”. Y toman otra decisión: comisionarla a ella sola para que fuese al CSE a llevar las listas. Argelia se declara en rebeldía. Monta en cólera, le dice a cada uno de qué manera se iban a morir, lanzó groserías e improperios. Suspendieron la convención para después de un receso. Argelia se va a su habitación a descansar junto a su nieta de 4 años, Amanda Martínez Viveros. Mientras descansaba, fallece de un ataque al corazón. Tenía 71 años.
Meses antes de su muerte, Argelia escribió: “Llamo a la gente honesta que aún milita en el MAS… a la reflexión para asumir una posición que impida el afán de destrucción de nuestro movimiento y de igualarlo a los politiqueros tradicionales...”.
AIMÉE BENÍTEZ CASTILLO / CIUDAD CCS

