Araña feminista | Guerra contra las mujeres y mujeres contra la guerra
25/11/2025.- Las cifras de todos los meses y todos los rincones del planeta parecen corroborar que contra las mujeres se está librando una guerra sin cuartel. Nuestro país también hace frente a esta guerra que empieza en lo cultural y termina en el asesinato de un promedio de 15 mujeres, adolescentes o niñas, por el hecho de ser mujeres (según el monitor de feminicidios Utopix (https://utopix.cc).
Mucho se debate y reflexiona sobre por qué se mata a las mujeres y por qué los asesinatos de las mujeres tienen características diferentes a los de los varones. En un inicio, las feministas nos preguntamos: ¿por qué el sitio más peligroso para ser mujer son los hogares y las familias? Hoy nos preguntamos: ¿por qué, después de tantos años de luchas, sensibilizaciones, conquistas legales, los femicidios, las violencias machistas siguen siendo parte de la vida de las mujeres?
En los últimos años, la bestia del patriarcado ha reaccionado ferozmente; los fundamentalismos religiosos cristianos, musulmanes o el que fuera parece que tuvieran el mismo guion para las mujeres. En las redes y medios de comunicación, es común y hasta abrumador cómo los mensajes antiderechos se enfocan especialmente contra las mujeres, legitimando las violencias hacia ellas y reivindicando “derechos” a hombres que sin la violencia no pueden relacionarse afectivamente o sexualmente. Las extremas derechas y el fascismo también hacen su trabajo reclamando el retorno de supuestos “principios y valores” que disculpan y avalan la violencia basada en género. El patriarcado reacciona y lo hace contra los avances y victorias que hemos tenido las mujeres como colectivo global que se organiza en torno a la defensa de la vida y del derecho de todas a tener vidas libres de violencia machista. Esta reacción no es gratuita; en nuestras luchas y reflexiones hemos desentrañado cómo las violencias machistas les son funcionales al modelo capitalista de sociedad.
La violencia machista es una herramienta para disciplinar a las mujeres y poner la reproducción de la vida al servicio de la economía capitalista. Asimismo, las guerras y militarización sirven para doblegar territorios y ponerlos al servicio de la explotación capitalista imperial y monopólica.
Las guerras son la expresión más absoluta del conflicto capital-vida. La ambición por territorios y el deseo irracional de mantener el proceso de acumulación sin límites, poniendo el lucro sobre la vida misma, es lo que explica que actualmente todos los pueblos del Caribe estemos bajo amenaza. Sí, no es solo Venezuela; nuestros pueblos hermanos y vecinos van a tener que lidiar con presiones políticas para albergar tropas o bases militares; todas y todos vamos a tener que cargar con las consecuencias ambientales, además de tener que lidiar con la normalización de la inseguridad jurídica y material ante los ataques de países que han basado su influencia en el desarrollo irracional de un aparato militar: EE. UU., Israel, UE; el llamado norte global.
Las guerras son una expresión de la organización y subordinación social que impone el patriarcado. La militarización de territorios, la imposición de una jerarquía vertical e inapelable no solo niega la democracia, sino que también es calco de la organización patriarcal. Lo vemos claro en el asedio que sufrimos como pueblo.
Así como usualmente en el ejercicio de la violencia hacia las mujeres la culpa es de la víctima, la mediática internacional adjudica la culpa al Gobierno y pueblo venezolanos. Así como el machismo infantiliza a las mujeres y las señala como incapaces de tomar decisiones racionales, el sistema capitalista colonialista y racista levanta el relato de la ingobernabilidad o no gobernanza y, así como el machismo nos mata, el capitalismo nos hace la guerra.
En medio de un conflicto armado, los cuerpos de las mujeres se convierten en territorios a ser sometidos.
Las mujeres participamos de diversas formas en las guerras; mayoritariamente nos dedicamos a seguir sosteniendo y preservando la vida, cultura y organización, pero además la alianza criminal del capitalismo, patriarcado y racismo nos convierte en un objetivo; eso lo hemos más que vivido en las últimas décadas en Venezuela.
Buscan neutralizar a las mujeres por ser las sostenedoras del tejido social, las portadoras de las tradiciones en cualquier contexto. En este sentido, como apunta Rita Segato, las mujeres nos encontramos involucradas de diferentes maneras en las guerras como enfermeras, tropa, población en resistencia, pero sobre todo se nos hace la guerra directamente como objetivos por ser las tejedoras y sostenedoras del tejido social.
En el contexto de una guerra, las estructuras patriarcales se hacen más fuertes; bajo pretexto de la emergencia o de la excepcionalidad del momento, las mujeres, niñas y adolescentes pierden derechos, se ven más expuestas a la exclusión económica, a la sobrecarga de trabajos de cuidado y, por supuesto, a las violencias basadas en género.
Desde estos análisis y vivencias, las mujeres organizadas de todo el mundo hemos luchado por la paz. Lo hicimos desde la primera reunión internacional de mujeres socialistas en 1907 y lo hacemos ahora cuando exigimos desde organizaciones globales como la FDIM o la Marcha Mundial de las Mujeres que cesen las agresiones, los bloqueos y las guerras económicas contra los pueblos y que se respete el Caribe y Nuestramérica como zona de paz.
Las mujeres no solo no queremos guerras ni militarización de territorios, queremos PAZ, paz con dignidad, y esto es soberanía, buen vivir y el ejercicio de la autodeterminación y autonomía de cuerpos y territorios.
Alejandra Laprea

