Rostro de mujer | Marcada por la adversidad
se hizo luchadora por la justicia
22/11/2025.- La época independentista de Venezuela y el continente latinoamericano es un crisol de batallas, pero también la consecuencia directa de la acción corajuda y valerosa de mujeres como Josefa Camejo, Juana Ramírez La Avanzadora y Manuela Sáenz. A lo largo de la historia, la mujer ha demostrado una capacidad inigualable para transformar los desafíos con una fuerza inquebrantable.
Esta fortaleza histórica de la fémina venezolana se encarna hoy en relatos contemporáneos. Compartimos la vida de Eglee Rivero Rodríguez, en Rostro de mujer, que da testimonio vivo del sacrificio, la determinación y la profunda vocación de servicio que la llevó a convertirse en abogada para luchar contra las injusticias que ella misma conoció.
Desde una niñez marcada por la tragedia y la necesidad, forjó un carácter recto, fortaleza y arrojo, que hoy consagra a la ayuda y defensa de las personas, demostrando que nunca es tarde para el propio despertar y la concreción de un propósito.
El primer gran quiebre en su vida ocurrió a los cuatro años con la muerte de su padre. Este suceso obligó a su madre, Rosa Amelia Rodríguez, a asumir en solitario el sostén del hogar. El contexto de necesidad se profundizó cuando la pareja posterior de su progenitora se desentendió de sus dos hijas, dejando a Eglee y a sus cuatro hermanos varones en una situación de soledad y responsabilidad precoz.
Eglee Rivero tuvo que renunciar a su infancia; ya a sus 10 años cuidaba de su hermanita de un año, y poco después abandonó la escuela para dedicarse por completo a las labores del hogar y a la atención de sus dos hermanas menores, mientras su madre trabajaba.
"Me dolía ver a mi madre esforzarse mucho, asumiendo el rol de padre porque su pareja no respondió con la responsabilidad de sus dos hijas. Ante esa situación, ella decidió quedarse sola", recordó Eglee.
La necesidad la empujó al trabajo desde los 11 años, lavando y planchando ropa para los vecinos, una forma de ganarse el sustento y cultivar la independencia que su madre, con su incansable esfuerzo, le había inculcado.
El peso de las responsabilidades la hizo sentirse "vieja" en su juventud. Esta etapa de sacrificio solo terminó cuando, tras una vida dedicada a sus hijos y marcada por la separación, Eglee sintió que su propia vida comenzaba a los 42 años: "No conocía mundo, lo mío era el hogar y la familia", confesó.
A pesar de las burlas y cuestionamientos por su edad, se trazó el objetivo de estudiar leyes, impulsada por la meta de "acabar con tantas injusticias".
"Me decían: ¡Eres estúpida! ¡Tan vieja y estudiando!. Esas personas que se burlaban de mí, hoy tienen que depender de otros. En cambio, yo estoy sola, pero trabajo, me mantengo, puedo ayudar y dar", afirmó con orgullo.
Tras graduarse como abogada en Derecho Penal, su propósito se redefinió. Su paso por el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género se convirtió en su "escuela", donde su "corazón, que se había puesto duro" por las luchas, "renació". Allí recuperó la empatía y la calidad humana, dedicándose en casos emblemáticos en el área de Atención al Ciudadano.
Hoy, Eglee Rivero Rodríguez trabaja en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg), de la mano de su jefa, Inmaculada Bellorín, y de la máxima autoridad, enfocada en el bienestar de los trabajadores, manteniendo intacto su espíritu de servicio.
Su filosofía de vida es clara: No borraría nada de su pasado, porque cada dificultad fue necesaria para forjar a la persona que es hoy. Su anhelo más reciente es el reencuentro con su amada Rosa Amelia, quien partió hace un año.
"A quien tenga a su madre, que la ame, la valore, que le diga lo importante que es. Yo perdí la mía y ahora que no la tengo, siento que la quise más de lo que me imaginaba”, reflexionó.
Al ser consultada por Rostro de mujer sobre cómo se define, expresó: "Fuerte en la acción, pero vulnerable ante el dolor ajeno". Esta vulnerabilidad es el motor de su gran sueño: crear una fundación para asistir a jóvenes y niños en situación de calle, continuando la labor social que ya realizaba por cuenta propia hace un tiempo atrás.
Su vida es un rotundo testimonio de que la resiliencia es el camino hacia el propósito. Transformando las injusticias sufridas en una inquebrantable vocación de servicio, hoy inspira a sus hijas: Karen, Sarais, Shalom, Juliette y a su hijo Marvin a ser igualmente empoderados. Eglee Rivero nos enseña que cada herida puede convertirse en la fuerza para impulsar un legado de apoyo para otros.
Eglee Rivero Rodríguez: testimonio de la determinación y la calidad humana.
Autora: Nirman García Berbeo
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