Vitrina de nimiedades | Tecnología para la desilusión

22/11/2025.- Quien haya vivido al menos los últimos 50 años en este mundo puede sentir nostalgia por los artefactos que usó tiempo atrás, pero no por sus utilidades. Eso mueve a las marcas que ofrecen productos vintage y retro, una combinación de la estética de artículos obsoletos con las nuevas tecnologías. Hoy, por ejemplo, se puede comprar un walkman con pantalla digital. ¿Los cassettes? Son melancolías nada más, porque el progreso debe estar en la primera línea de disfrute. O eso pensamos hasta que le metemos algo de cráneo a las innovaciones tecnológicas que, en el fondo, guardan su toque anacrónico con aires de avanzada.

Los que vivimos la hegemonía del disquete conocemos el drama de archivos borrados, memorias dañadas y espacio insuficiente. Era apenas una muestra de la batalla entre la producción de información humana y la fragilidad de los dispositivos electrónicos para resguardarla. Pendrives, tarjetas de memoria y discos duros extraíbles: todos fallaron muchas veces. Y cuando pensábamos que nuestro destino era perder datos, el almacenamiento en la nube vino a salvarnos.

Hasta ahora todo va bien, excepto por un detalle: esa “nube” está soportada en una estructura física tan terrenal como la especie humana. Consume electricidad y recursos naturales. Nosotros, mientras tanto, pensamos que el archivo de Excel que nos pidió el jefe quedó volando entre Urano y Neptuno, listo para volver a la Tierra con una palabra clave. No se fue tan lejos; está en el dispositivo de otro a quien le pagamos, bien sea con dinero o con el uso de nuestros datos.

El desengaño también llega con la tecnología del momento: la inteligencia artificial. Detrás de las herramientas como ChatGPT o Sora están humanos como nosotros, alimentando con información ese mecanismo que te recibe en tono de vendedor amable. Estudios académicos documentan las condiciones de trabajadores dedicados a producir contenidos, empaquetar datos o generar patrones de imagen que, finalmente, terminarán en alguna de las respuestas que obtendremos con un simple prompt. Las capacidades de este gran cerebro están construidas a partir de mano de obra tercerizada.

No estamos ante un ente que vive de su cuenta y voluntad, sino ante el esfuerzo de miles de personas que se proponen simplificarnos cosas. Es como ir a un gran almacén “todo en uno” para buscar un traje a la medida. A muchos parece funcionarles, especialmente aquellos con una fe ciega, casi incuestionable, sobre esta herramienta emergente que, como diría aquel pasaje bíblico, está hecha a la imagen y semejanza del hombre. Como tal, se equivoca y fantasea cuando menos se necesita. Se conoce como “alucinación” y hay muchos usuarios que no lo saben o, si lo notan, prefieren delirar también.

Cuando tres cuartas partes del planeta ya están conectadas a internet, como confirmó esta semana la Unión Internacional de Telecomunicaciones, se hace urgente propiciar una nueva mirada de los recursos físicos y virtuales que tiene disponibles la humanidad. No es magia, es economía, política y seres humanos detrás. Cuesta asumir que la tecnología también da para la desilusión.

Rosa E. Pellegrino 

 

 

 

 

 

 

 


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