Memorias de un escuálido en decadencia | Manifiesto
21/11/2025.- ¡Un fantasma recorre el mundo: el capitalismo popular! Desde que la compañera premiada y sin domicilio conocido publicó su manifiesto de libertad, estamos haciendo todo lo posible porque la gente lo lea, porque hasta ahora son muy pocos los que han leído ese importante y exuberante cuerpo de ideas. Es verdad que somos la gente decente y pensante del país; es por eso por lo que debemos leer este manifiesto y llevarlo al pueblo, a las masas, para que sepan que los estamos defendiendo de la dictadura. Ahí hay cosas que nos preocupan, pero nos importa un carajo; después que uno llegue al poder, eso será de la menor importancia. Allí proponemos “un mercado libre de ideas”, y esa vaina es muy peligrosa, porque entonces pueden volver las ideas de la dictadura que ya todos conocemos. Ellos propusieron una batalla de ideas, porque se la pasan peleando, y nosotros proponemos “un mercado libre de ideas”, una especie de baratillo. También decimos una vaina que parece una contradicción: “Es hora de devolver el poder al pueblo, a los ciudadanos, al sector privado”. Hay que plantear las vainas claras, o es al pueblo o es al sector privado. Eso nos parece, compañera premiada, que está sobrando; digámoslo de una vez, el poder es para el sector privado, que es el que trabaja y se jode para que los "pataenelsuelo" trabajen y tengan cómo vivir. Y también seguimos exagerando con las cifras; por lo visto, las próximas elecciones las vamos a hacer fuera del país, porque ya aquí casi no quedan venezolanos. Decimos en el manifiesto que: “Nueve millones de venezolanos se han visto forzados a huir de su tierra”. Coño, compañera, aquí, en la clandestinidad, pensamos que se le fue la mano. Pero en el preámbulo del manifiesto hay una frase que ni el poeta Gustavo Pereira pudo escribir en el preámbulo de lo que el dictador anterior llamó la bicha. Esa frase es del carajo: “La dignidad es el catalizador que elevará nuevamente los corazones y las mentes de los venezolanos”. Así se habla, compañera, y, de seguir así, el próximo premio que le van a dar es el Premio Nobel de Literatura.
Este manifiesto nos vino a levantar un poco el entusiasmo, porque cuando nuestro primer combatiente, el compañero Trump, dijo que estaba dispuesto a hablar con el dictador, todo se derrumbó dentro de nosotros. No hay que hablar, hay que invadir y al carajo los enfermos. La salida y llegada al Caribe del portaviones más grande del mundo, el Gerard Ford, nos movió las emociones y todas salieron a flote. Un portaviones con el nombre de un triunfador, un hombre que asumió la presidencia cuando los periodistas de The Washington Post se encontraron con un carajo que llamaron garganta profunda, en homenaje a Linda Lovelache, y lograron sacar del poder al compañero Richard Nixon; ahí estaba Gerard Ford para darle continuidad a la democracia. Y lo hizo del carajo, como pensábamos nosotros; lo iba a hacer ahora, pero, por lo visto, todo se fue al mismísimo carajo. Es verdad que de repente los videos de la isla donde presuntamente nuestro primer combatiente, Trump, estuvo con algunas niñas, lo pueden tener preocupado, pero eso no nos parece excusa para echarse para atrás ahora, cuando más lo necesitamos. Este manifiesto que salió a la luz nos permite levantar un poco el entusiasmo, pero seguimos confiando en que lo bueno llegará el día menos pensado en la tarde.
El papá de Margot se puso a leer el manifiesto de la libertad en la computadora: “Es el deber sagrado de los venezolanos valientes alzarnos cuando nuestras voces han sido silenciadas, nuestra dignidad negada y nuestra libertad encadenada por la tiranía”. Esta sí es arrecha. Nosotros debemos alzarnos y los hijos de ella tranquilos y esperando que nosotros nos matemos aquí. ¡No me jodas! Este manifiesto tiene la palabra libertad por todas partes, más de 15 veces, es decir, que libertad es lo que nos va a sobrar”. Y se puso de pie y fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro que la vecina salió gritando: “Bombardeó el Gerard Ford, carajo”.
—Amanecí de bala —me dice Margot.
