Punto y seguimos | La inmoralidad de los millonarios
18/11/2025.- Los extremos nunca han sido buenos y, al final, suelen tocarse. La extrema pobreza y la extrema riqueza, por razones diferentes, obvio, se cruzan en algo. Ambas degradan al ser humano. Por la necesidad de sobrevivir o por la inexistencia de condiciones mínimas de vida salubre que les hacen imposible experimentar alguna escala moral, la marginalidad puede llevar a algunos seres humanos a cometer actos terribles; pero los muy ricos también protagonizan estos actos. La diferencia radica en que el exceso de dinero y privilegios les otorgan a los muy privilegiados inmunidad o, mejor dicho, impunidad.
Ante el hecho de saberse protegidos por la posibilidad de comprar a cualquiera, incluyendo a los custodios de la justicia, los millonarios y multimillonarios no escatiman a la hora de dar rienda suelta a sus depravaciones, que se naturalizan en esas esferas, mientras que se juzgan cuando vienen de un pobre. El reciente escándalo viral en medios y redes por las denuncias ante la justicia italiana por casos de millonarios de esa nacionalidad (y de otros países como EE. UU. o Rusia) que pagaron altas sumas de dinero por ir a cazar civiles en la guerra de los Balcanes de principios de los años 90 (1992-1996) es prueba de ello.
El periodista Ezio Gavazzeni investigó por años el tema, recopilando datos suficientes para presentar la denuncia. Los millonarios aparentemente pagaban a grupos de las milicias serbiobosnias, quienes organizaban todo el “paquete”, incluyendo traslados en avión desde Italia hasta Hungría y de allí en yip o helicóptero hacia Sarajevo, los fines de semana, para hacer de francotiradores contra los civiles que andaban por la ciudad. Mujeres embarazadas, niños y adultos mayores eran más caros.
Testimonios como el del documentalista y editor de Al Jazeera, Dzemil Hodzic, quien perdió a su hermano de 16 años a manos de un francotirador en las calles de Sarajevo, donde residía en su niñez, y quien ha publicado una serie de entrevistas llamadas Fotos del callejón de los francotiradores (disponible en YouTube), indican que la denuncia, una suerte de secreto apenas rumoreado por 30 años, no era ninguna leyenda urbana. Safaris humanos en los 90, les dicen. Un punto de degradación en medio de la guerra, más terrible aún en cuanto no fue realizado por razones de sobrevivencia, sino por diversión.
Para la gente poderosa del mundo, la guerra no es solo un negocio, sino un campo de juegos en el que la muerte, las violaciones y la miseria humana son algo tasable y hasta aplaudido. Se dice que en tiempos de guerra todo vale, pero para los asquerosamente ricos, la impunidad aplica en cualquier momento, lo que cambia es el grado de disimulo; si no pregúntenle a Jeffrey Epstein y sus amiguitos.
Ese pequeño porcentaje (1%) de la población que acumula el 80% de las riquezas del mundo carece de estándares morales, porque el dinero y el poder los pulverizan. No hay manera de que consideren al resto del planeta como iguales, los que no ostentan poder son poco más que animales. Así de simple. Imaginen entonces lo que significa que uno de sus hijos pródigos, Donald Trump, estalle de ansias por invadir Venezuela. Es por petróleo, claro, pero eso no significa que, como en cualquier videojuego de conquista, matar inocentes por diversión no sea parte de la ecuación.
Mariel Carrillo García

