Crónicas y delirios | Eufemísticamente
14/11/2025.- Hace algunos años, Jean-Louis Calvet publicó, en el diario Le Monde, un memorable artículo sobre los eufemismos de la lengua (al igual que lo hizo el gran Jorge Luis Borges) para evidenciar que estos trataban de conferirles delicadeza a palabras y conceptos; y en tal ámbito significaba: "Es menos duro referirse a los viejos como miembros de 'la tercera edad' o llamar 'invidentes' a los ciegos". ¡Vea usted, pues, y siga leyendo!
Agrega Calvet que de reemplazo en reemplazo y de sinonimia en sinonimia, obtenemos un idioma distorsionador de la realidad, en ocasiones ridículo o deshonesto. Ridículo, por ejemplo, cuando la Alcaldía de París resolvió denominar "técnicos de superficie" a los obreros que recogen la basura, lo cual aún motiva la carcajada de los parisinos; y deshonesto, en la misma ruta ejemplificadora, cuando se llama "africanos americanos" a los negros de EE. UU., bajo la creencia de que el apelativo les cambiará su situación.
Para concluir, Calvet añade que la frecuencia de las siglas redobla la finalidad del escamoteo: en Francia se utiliza la abreviatura SDF (sin domicilio fijo) para aludir a borrachos, pedigüeños y deambulantes; las enfermedades venéreas se mencionan como MST (maladies sexuellement transmissibles); y, en general, se agrupa dentro de las siglas PMA (países menos avanzados) a aquellas naciones en las que el hambre realiza estragos.
Así, según Jean-Louis Calvet, después de una suerte de blanqueado semántico para otorgar lustre y cortesía a nociones rudas (la vejez, la sordera, la miseria, etc.), se sustituyen las palabras por sus iniciales con el objeto de volverlas definitivamente opacas.
El amigo franchute posee amplia razón, pues tendemos a deformarlo todo en beneficio de una supuesta gentileza que nos aleja de la verdad. Y si usted lo duda, tome nota de inmediato y busque sus propios paradigmas: los países pobres no son subdesarrollados (y famélicos), sino en vías de desarrollo; al caos interno de cualquier república, le ponemos el mote de crisis de gobernabilidad; las tiendas venden tallas grandes, en lugar de ropa para gordos; los infantes no son raquíticos, sino que sufren de síndrome policarencial; aseveramos que un enfermo sin salvación se halla en la sala de cuidados intensivos; no hay chamos con problemas de retardo, sino niños excepcionales o en cuadro de borderline; y si alguien muestra una grasosa barriga, preferimos mentarla curva de la felicidad.
Copie y siga: a los vejucos los llaman en Puerto Rico "envejecientes"; los miles de buhoneros constituyen parte del sector informal de la economía; violar la frontera, entre cañonazos y bombardeos, es una persecución en caliente; apreciamos los ranchos que rodean las ciudades como un cinturón de bajos recursos; las damas nunca se alisan las arrugas, ¡no, señor!, porque prefieren hacerse un refrescamiento; y si la moneda se devalúa, expresamos que ello responde a la libre flotación del signo monetario.
En los avisos de entierro no se menciona la muerte, sino el "cambio de paisaje" del difunto; los envíos de una compra ahora se generalizan como "deliverys", lo cual suena más elegante al oído norteño que hablar de motorizados; y cualquier charlatán perorante de sandeces en las redes se autodenomina influencer.
Como el espacio termina ("la tiranía de los editores", escribirán algunos eufemistas), solo agregaremos que en esta época no existen lisiados, sino meros handicapeados (o impedidos, como los nombran en Cuba); los alcohólicos VIP siempre excusarán sus desastres mediante el argumento: "¡Fue a causa de una lipotimia, chico!"; y no seguimos porque dentro de tanta búsqueda nos puede dar un ACV, o sea, un accidente cerebro-vascular. ¿De acuerdo, amables lectores?
Igor Delgado Senior

