Palabras... | Del sótano al diván...

un libro de Xiomara Ortega

13/11/2025.- Es uno de los libros de la poeta colombo-venezolana Xiomara Ortega, editado por Letralia, Tierra de Letras, mayo 2023. Una metáfora de la ascensión, tal vez... Donde el anzuelo toca fondo y rebota hacia una certeza, la de exponerse para comprender.

A través del zaguán, se han rozado múltiples sensaciones, a pesar del vacío de lo impredecible. La belleza pareciera trastocarse en cierta y supuesta intransigencia, que solo se insinúa en el fulgor.

La lentitud es lo que da vida profunda y solitaria a las sábanas como a este libro sin prisa. Oculta tal vez de la intemperie la desnudez, volviéndolo líquido en la oscuridad.

Del sótano al diván exprofeso una decisión de ser libro. Para decir de la incongruencia lo soterrado de los cuerpos y el tiempo en el sopor. Evidencia interior una acometida por la imposible transparencia lineal de la poesía. Xiomara Ortega, oscilando en desierto abismo, se sorprende expuesta bajo el cielo intenso de sus ojos, releyéndose para disponer del sitio y fundar. Independientemente del cinismo determinado en lo supuesto por una historia compleja en su ascendencia, y no siempre en paz, baja leve en la caricia, en el toque lúcido donde se vive porque sí. Trazando a punta del filo de una aguja el relieve del verso, al igual que la vida misma. Intentando deletrearse lejana, como obviando su hondura. Ya que se siente un aire, como si fuera necesidad enternecerse en la cautela. Allí habla, con exactitud visual, lo que comprende, en el brillo tenue de sus labios. Abrazando como abraza la calidez de su mirada antigua. Así, incisiva y de soslayo, parte con un destino de ave y aroma herbario de té, cuya esencia ensueña como una planta dormidera con apenas una caricia. Al ritmo único de un Ravel creciente como lluvia algún invierno.

Y así va permeándose este libro tras imágenes que estallan como un sol, develando las sombras donde se repiensa la poética en su espejismo. Así va delineando la humedad, debilitando el hilo y su tensión por donde apenas el llanto da paso a la impresión donde se construye un final con la brevedad de ser final.

Eso es este libro paciente, que exige lucubrar a la vez con lentitud. Intentando desatar sabores en la piel, infancia en la cocina, traducirse de cultura a cultura cuidando el sentimiento.

Las ausencias de cansancio, mas no así en el sueño; se denota mujer con huellas de abril, desvestida simbólicamente en el diván, para girar la casa y sus contornos en clave, como un poema que nos teje, una seda que nos envuelve en el decir del mastranto o el romero o en el sueño fuera de lugar.

Aquí este libro se sube por las páginas para acceder a un faro y ver quién detalla deslices en las aguas, desde el paisaje de sus ojos. Allí, casi todo se enlentece para que el fuego sople el olor de la albahaca sin tergiversar la frustración. Preserva a veces tosco exprimir de lo estético y empozado el olor de los trasfondos y la fatalidad. Colgando en ocasiones del balcón, incrusta de soslayo la herida, en la flor abriéndose camino, viviendo aunque sea de a poco la tarde para el color.

Siempre que la belleza exista para enaltecer la imagen, al momento en que tiembla el perfil de las aguas, aterrizan en el alfabeto de la incertidumbre las palabras a cabalgar la pulsión de lo indiscreto. Y es que no se habita allí por encima de nada ni de nadie, es solo un postigo que se llama a sí mismo para no subestimar la soledad, disipando el colmo del borde y el verso. Pero esta percepción de mirada azulada no remite a lo que oculta el término cielo. Por ello, no es que sea fácil bajar desde un corazón parcial hasta el fondo de un verso, y no a la parábola de coincidir. Apenas retazos de albatros la travesía, que jamás ha existido para posar en medio de la pasarela lo grandioso del camino.

Abrigo este libro con la usual inconsistencia de la indigencia, de quien no ha sido capaz de saber más allá de la vida, a pesar de saberse reino al mirar el ocaso como límite del horizonte. Sobre todo en un mundo donde se desborda inmoral la angustia sobre el vestido alegre de vivir. Aquí, solo el libro persevera inmortal en el anonimato al lado del crédito de la portada que le dio hálito de vida. Excepto, además, gracias a este casual instante de vuelo que lo acerca a un cielo para otra conciencia.

En fin, todo libro es un desdoblamiento, mínimo un trozo de grito silencioso, un salpullido de escarchas celestes, un destino triste o alegre, o un poco de todo parto, casi siempre en el suelo como el vestido del autor o el agua en la orilla de un río que no espera.

 

Carlos Angulo

 

 

 

 

 


Noticias Relacionadas