Letra veguera | ¡Los tesistas de la UUUCV!
05/11/2025.- Esos muchachos, genios todos en el curioso arte de dejar de parecer lo que parecen, para terminar, una vez bajó el telón, siendo lo que verdaderamente son —unas marionetas movidas por los tramoyistas del circo provocador afiliado a las ONG que se afanan en defender lo indefendible, de coleccionar simpatías de una generación cuyo horizonte no está más allá de sus cuatro dedos de frente o de sus narices—, ya están de vuelta en sus casas, con un vago sentimiento mezclado entre el martirologio proximal a la década del sesenta y una muy bien diseñada orquesta, fraguada contra la dictadura universal, que puede ser tanto la de Maduro como la de San Quintín de los Palotes de los Últimos Días, menos, por supuesto, la de los insospechados temores generados por el Henry Ford que nos apunta desde un lugar del Caribe, con todo lo que simboliza ese bicho como poder imperial portátil, incluyendo los demonios sueltos en las redes de Goicoechea, la Sayona y las matrices que desde afuera se disparan hacia dentro del territorio y se convierten en postales esquizoides que dan cuenta de las andanzas de los matones dirigidos por Trump o los tentáculos que quieren deglutir a Maduro en salsa de tinta sangre sin corazón.
Tal vez les faltó un buen plato de espaguetis con caraotas y suero con arepa. Tal vez entonces hubieran comprendido que en estado de conmoción externa no se puede andar con esa gracia de buscar un par de días de propaganda a costillas del Sebin.
Tomar fotos a la fachada de Tocorón, filmar, hacer tesis o "trabajos" de arte, y viniendo de la "UUUCV0", es como una morisqueta que no iba a ser recibida con aplausos.
¡Ah! Si se hubieran ido hacia los lados de la Sierra Nevada a filmar las peripecias del oso frontino, ¡otro gallo cantaría!
En la Sierra Nevada, que surca los andes venezolanos, hay mucho arte que contar, narrar o llevar como celuloide a los laboratorios de la UCV. El oso frontino, por ejemplo, que, según muchos, está en extinción por abusador, debido a su olfato de vigilar y abrazar por la espalda a las mujeres de los parameros cuando salen al campo a recoger sus cosechas, y caen a balazos cuando son descubiertos.
O las águilas blancas de don Tulio, que, según Eduardo Osorio, no eran blancas, sino negras, exceptuando una anaranjada que se comía las gallinas y a picotazos acababa con sus huevos. Esta aguilucha también fue baleada, según reza la tradición (clasificada) de los campesinos. Son temas que debieron ser tomados en cuenta por estos muchachos a la hora de irse a los antiguos predios del Tren de Aragua a fotear las puertas de la cárcel.
Parece que esas ONG no son remuneradas para el show mediático, sean muchachos bellos, hijos de amigos de viejos amigos, buena gente, que se duermen tempranos, pero inquietantes pensando que nos van a invadir y que la banda está borracha.
Un abrazo grande.
Federico Ruiz Tirado

