Vitrina de nimiedades | Una buena escoba para una bruja feliz
01/11/2025.- Por estos días, las fuerzas espectrales y los difuntos son moneda común para todo lo que implique atraer gente. La imposición comercial del Halloween a veces parece solapar tradiciones arraigadas entre nosotros, como las historias sobre muertos y aparecidos —comunes al inicio de noviembre—, cuyos protagonistas quedan reducidos a la bondad de algún alma que reza por ello.
Sin embargo, hay una figura que vive tranquila, sin hora ni fecha en el calendario y que resume en muchas ocasiones la mirada del machismo: las brujas. Mezcla de fantasía y estigma, su imagen sigue siendo polémica y dual. Puede ser un insulto, puede ser un código entre integrantes de una cofradía.
En el cine y en la literatura más comercial, conviven dos miradas sobre las brujas. Por un lado, está la típica figura deformada, maligna y demonizada, encargada de ponerle el toque negativo a cualquier relato. Por el otro, está la imagen de mujer buena, inequívocamente bonita, que combate el mal. Otras corrientes plantean miradas menos estereotipadas, pero todas apuntan a lo mismo: una mujer con poderes… Un peligro que algunos sectores no pueden aceptar.
Que eso sea así, por supuesto, no es gratuito. Una mínima revisión histórica nos pone al frente de un extenso proceso de persecución del saber construido desde lo femenino. Las "brujas" eran, de acuerdo con distintas revisiones documentales, parteras, curanderas o portadoras de prácticas que muchos vinculan con lo científico, sometidas a un proceso de persecución y exterminio que, en el caso de Occidente, se propagó por Europa entre el siglo XIV y el XVII. El asedio se amparaba en códigos que tipificaban delitos cuya demostración no requería mayor esfuerzo. Bastaba considerar que cualquier penuria era provocada por el maleficio de un tercero para enjuiciarlo. Aunque estas acusaciones podían recaer en un hombre, la gran mayoría de las personas castigadas fueron mujeres.
De ese entramado surgió toda una cosmovisión extendida en buena parte del mundo, dirigida a condenar el placer femenino (las brujas eran acusadas de hacer parte de orgías), la participación de la mujer en la construcción del conocimiento y su ejercicio del poder desde el saber. Esa mirada, fuertemente arraigada aún, se convirtió en lugar común. Lo mismo llamamos bruja a una mujer fuerte y frontal que a una relacionada con algún suceso adverso. También usamos el mismo apelativo para aquellas de intuición superior, que saben detectar qué pasa sin necesidad de hechizo alguno, y para quienes actúan con el cartelito de "Vengo con mi mala intención" pegadito en la frente.
A pesar de los estereotipos, las brujas son tan fuertes que hoy tienen presencia en plataformas digitales, adonde muchos mortales acuden pidiendo ayuda para sacudirse la mala suerte. Muchas, en tono de complicidad, se refieren a sus amigas como "brujitas" (algún poder especial tendrán). Unas cuantas, conscientes o no de la carga histórica detrás del apelativo, lo llevan con orgullo y saben que, en el fondo, hay que seguir luchando con estigmas centenarios. Ante cualquier atrevido, solo tienen una respuesta: "¡Mejor regálale una escoba a esta bruja feliz!".
Rosa E. Pellegrino

