Araña feminista | Aquí somos Caribe

27/10/2025.- Hacer al otro o la otra un producto defectuoso, la encarnación del mal, lo no humano, algo que hay que corregir a la fuerza, es una estrategia que vivimos en las Américas desde que el reino de España decidió que tenía derecho a ser dueño de estas tierras y emprendieron el genocidio más grande y duradero de toda la historia.

Declararon que los pueblos originarios no tenían derecho a la mayoría de edad y los entregaron a los encomenderos, que las personas afrodescendientes no eran humanos y los esclavizaron, que las personas blancas nacidas aquí eran defectuosas para gobernarse y, finalmente, a todas las personas que nacimos de la colisión de tantos pueblos y culturas nos llamaron impuros.

Si revisamos la historia del surgimiento, establecimiento e imposición del capitalismo alrededor del mundo, encontraremos que una y otra vez han hecho no humanos o humanos defectuosos a las y los habitantes de los territorios que invaden. Van esparciendo el racismo y endorracismo (interiorización de los prejuicios por las personas que sufren la discriminación y los prejuicios) a medida que avanzan hacia el imperialismo y amplían sus fronteras para la explotación.

Hoy se vería muy mal, incluso para Trump, decir que Maduro no merece gobernar porque es un obrero mestizo (aunque sabemos que en las redes lo dicen con palabras menos elegantes). Parece políticamente más acertado acusarlo de narcotraficante, narrativa que desde los 70 construyen en contenidos audiovisuales y periodísticos. Pero no nos engañemos, es parte del mismo paquete racista y colonialista y tiene el mismo propósito: quedarse con nuestro territorio, esclavizarnos y acabar con todo aquel o aquella que les estorbe, igual que hizo el reino de España en las Américas, y otros reinos en África y Asia… Quizá por eso es que Trump quiera ser un rey.

Nos han demonizado, convertido a todas y todos en narcotraficantes; es por esto que, ante la ejecución extrajudicial de 30 personas en el Caribe, la gente más comedida investiga, mientras una mayoría tiene normalizado el derecho gringo a levantar un patíbulo en el Caribe.

Y también es por eso que estamos viviendo a lo interno una especie de endorracismo. El relato que se levanta en los círculos de la oposición y sus activistas es que los gringos ejecutarán aquí una operación quirúrgica, como si el chavismo fuera una verruga que se cauteriza y ya. En su alienación se creen el cuento de S.W.A.T. y sueñan con helicópteros que no se oyen o se ven posándose suavemente sobre Miraflores y 5 o 20 tipos estilo Tom Cruise bajando en rapel. La realidad es que las operaciones quirúrgicas de EE. UU. son más como la de Panamá (1989), donde bombardearon el barrio de Chorrillo, una urbanización de bloques de apartamentos para clase trabajadora, y están llenas de “daños colaterales”.

En este cuento de las drogas, toda la responsabilidad recae en el otro demonizado. Por nada del mundo se mira a las farmacéuticas que, en su afán de lucro, introdujeron los opioides como caramelos en la población estadounidense. Tampoco le declaran la guerra al sistema financiero nacional o internacional los que, amparados en el sacrosanto derecho de la privacidad de los capitales, lavan millones. O hacen la guerra a la corrupción en instituciones como la DEA que, lejos de combatir el narcotráfico, lo que hacen es gestionarlo.

Una de las cosas que yo más rescato del proceso bolivariano y el comandante Chávez fue su lucha por una identidad llena de orgullo. La revisión de nuestra historia, el acabar con mitos como el que nuestra independencia fue producto de unos chicos sifrinos que se cansaron de que les mandaran y robaran desde España; para mí, es uno de los procesos más liberadores de nuestra revolución. Desde hace más de 20 años, este pueblo se siente orgulloso de ser descendiente caribe, se sabe trabajador porque es afrodescendiente, no cree que ser mestizo sea un defecto y reconoce como fortaleza su alegría, que en otros tiempos se clasificó de “bochinche”.

Aquí somos Caribe, no solo porque ese mar nos marca como pueblo, sino porque descendemos de personas que lucharon hasta morir, que se mantuvieron en guerra por más de 500 años o se sumaron a los ejércitos libertadores en San Félix. Aquí somos Caribe y ese mar es nuestro territorio ancestral y queremos paz, pero no cualquier paz, queremos paz con dignidad y soberanía popular y por esto vamos a poner hasta la vida.

Alejandra Laprea


Noticias Relacionadas