Trinchera de ideas | Honduras en su laberinto
23/10/2025.- Una de las cosas más gratas y reconfortantes que produce escribir es el intercambio con los lectores. A la semana, recibo, en promedio, alrededor de ochenta mensajes con opiniones, reflexiones o simplemente acusando recibo, por lo general con expresiones de satisfacción. Todo ello me alegra y estimula a trabajar con más ahínco para hacerlo cada vez mejor.
En algunas ocasiones, los mensajes vienen acompañados de propuestas sobre temas o asuntos que, según los lectores, deben ser cubiertos. Casi siempre son motivados por las urgencias que genera la dinámica internacional, pero es imposible encarar todas las proposiciones. Finalmente, solo publico un artículo a la semana. Algunos amigos me convencieron, hace poco, de involucrarme en el espacio audiovisual, que permite ampliar las perspectivas de investigación.
Siempre trato de generar un equilibrio entre los análisis estructurales del sistema internacional, los estudios históricos, la conmemoración de fechas importantes y los análisis de coyuntura, entre otros. Estos últimos, sin embargo, son bastante difíciles de encarar, porque no deja de ser osado suponer que uno puede manejar la actualidad de cada país con la precisión y certeza que ayuden a la formación de una opinión acabada de la particularidad que cada uno de ellos entraña.
Esta vez, he asumido esa responsabilidad. Varios lectores me han pedido que emita una opinión sobre la situación preelectoral en Honduras y sus perspectivas. Trato de evitar hablar de Honduras; me resulta muy difícil obtener información valedera de lo que allí ocurre. Pareciera incluso que a los propios hondureños no les gusta hablar de su país. Siempre digo que, junto a Venezuela, Honduras es el país que más me cuesta descifrar en América Latina.
Aun así, por respeto a los lectores que me escriben y lo han solicitado, he decidido asumir el reto. He contado con la inestimable ayuda de algunos amigos que desde el país centroamericano han aportado valiosos puntos de vista. Espero superar el escollo.
Existe una gran asimetría entre los aspirantes a la presidencia. La candidata Rixi Moncada, del partido Libertad y Refundación (Libre), actualmente en el gobierno, está muy por encima de sus cuatro adversarios en cuanto a preparación y experiencia. Enarbola un discurso frontal contra la oligarquía.
Entre los cinco candidatos existentes, solo tres tienen posibilidades reales de obtener el triunfo: la candidata de Libre; el del Partido Nacional (PN), Nasry Asfura; y el del Partido Liberal (PL), Salvador Nasralla.
El PN está vinculado a la dictadura de Juan Orlando Hernández, extraditado y hoy preso en Estados Unidos por narcotráfico junto a otros exlíderes de ese partido. Lo anterior lo ha hecho perder mucha credibilidad en el país, en especial porque cogobernó junto al PL, en el marco del añejo sistema bipartidista que controló a Honduras durante décadas.
Por su parte, el PL, dirigido hoy por Nasralla, participó del golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya en 2009, logrando reunir en torno a él a sectores conservadores y algunos progresistas. No obstante, después de la interrupción del hilo constitucional, los sectores progresistas abandonaron ese partido, que asumió una política abiertamente conservadora. Hay que destacar que Nasralla viene del mundo de la televisión y la farándula y solo se vinculó a la política luego del golpe de Estado.
En 2011, funda el Partido Anticorrupción (PAC) y en 2013 participa en las elecciones, aprovechando el desencanto político de sectores conservadores. Se proponía competir con la izquierda por la búsqueda del liderazgo de la lucha contra Hernández, pero el PN ganó las elecciones de 2013 y se mantuvo en el poder hasta 2022, después de un gran fraude electoral en 2017.
En esa situación, Nasralla y Libre hicieron una alianza para las elecciones de 2017 en contra del gobierno autoritario y corrupto de Hernández. Con estricto criterio electoral, estableció de nuevo un acuerdo con Libre y fue nominado como candidato a primer designado presidencial (vicepresidente). Obtuvo la victoria en 2021 y asumió en 2022, pero, tras ese triunfo, fue a Estados Unidos, donde consiguió apoyo de los dos partidos del sistema con la condición de romper con Libre y con Zelaya. En ese contexto, se pasa a la oposición y hoy es candidato por el PL.
En las elecciones actuales pareciera que la principal pugna de poder se está trasladando hacia las diputaciones del Congreso Nacional y las alcaldías municipales. Aprendiendo del pasado, Libre ha tomado previsiones en materia electoral —sobre todo en el manejo de los conteos electrónicos— y ha hecho un pormenorizado estudio a fin de organizar una correcta distribución de sus votantes con el objetivo de evitar el fraude, siempre en el marco de la ley y apelando al ejercicio de la conciencia ciudadana. En dicha situación, se espera que esta vez los votos mayoritarios de la candidata Moncada correspondan proporcionalmente con los votos emitidos para diputaciones y alcaldías. Esto, que parece normal en cualquier país, no ha ocurrido nunca en el pasado en Honduras.
Si esto se llegara a concretar, a diferencia de la elección anterior, Rixi Moncada podría tener mayoría parlamentaria con Libre a la cabeza, obteniendo la victoria en gran número de municipios. Esta circunstancia tiene su origen en el enorme peso de la actual gestión del gobierno nacional, que ha sido dirigida a los territorios más vulnerables y desprotegidos por décadas de abandono. Allí viven sectores humildes e históricamente olvidados, que hoy dan el voto a Libre.
En Libre persiste la idea de que no puede haber triunfalismo. Existen sondeos y encuestas que colocan al Partido Liberal como segunda fuerza, ubicando de forma rezagada, e incluso lejana, al Partido Nacional, aunque la realidad sea inversa. Mientras el Partido Liberal está muy golpeado y fracturado y corre el riesgo de desaparecer en esta elección, el Partido Nacional, aun con todos los escándalos de corrupción y vínculos con el narcotráfico, conserva todavía un núcleo duro en la población y una fuerte estructura en el territorio nacional. Tras la creación de esta "burbuja" están los medios de comunicación, que se han alineado en torno a Nasralla y están trabajando por crear una percepción victoriosa de este en el electorado.
Por su parte, Asfura juega a pasar desapercibido. Pareciera evidente que no busca la Presidencia de la República, sino proteger al Partido Nacional de la debacle electoral, de la que no se salvará el Partido Liberal junto a su estridente candidato. En esa medida, el PN ha decidido no hacer frente común con el PL en contra de Libre, con la perspectiva de sobrevivir para relanzarse en una nueva plataforma electoral dentro de cuatro años, intentando liberarse de sus vínculos con el narcotráfico.
Sin embargo, sin poder confirmarlo, se rumora que Asfura podría estar enfermo, porque su campaña electoral ha caído en intensidad, a pesar de contar con el enorme apoyo financiero y material del poderoso empresariado, de origen palestino, el más importante del país.
En esta coyuntura, la Embajada de Estados Unidos se encuentra en una disyuntiva. Por una parte, no quiere verse involucrado con el PN, relacionado con el narcotráfico, ni tampoco con el PL, que no tiene opciones de triunfo, y no está en su proyecto apoyar a Libre, por las grandes diferencias que tienen. No obstante, han tomado nota de que Libre es un partido con un proyecto consolidado que ha calado en el pueblo hondureño, a pesar del fuerte y permanente ataque de los medios de comunicación. Así, Estados Unidos no tiene un candidato fuerte, pero, ante la situación creada, se ha visto "obligado" a respaldar a Nasralla, quien también ha recibido el apoyo de grupos fácticos de empresarios.
Nasralla viaja una vez al mes a Estados Unidos, donde se reúne con congresistas de ambos partidos, en especial con el poderoso lobby cubano-americano que hoy está fortalecido con la presencia de Marco Rubio en la Secretaría de Estado y la Consejería de Seguridad Nacional.
Los congresistas estadounidenses se inmiscuyen abiertamente en los asuntos internos de Honduras, al tiempo que la debilidad económica del país y los fuertes vínculos con Washington heredados del pasado le impiden al gobierno dar una respuesta contundente. Sin embargo, debe tenerse en cuenta para el análisis que la derecha —tanto la agrupada en torno al PL como al PN—, aunque no tiene proyecto político para el país y solo existe gracias al gran apoyo de Estados Unidos, al soporte financiero del gran empresariado nacional y el narcotráfico —que se sepa, al menos en el pasado reciente— y al auspicio de los medios de comunicación, sigue siendo un actor que no se puede subestimar.
Pese a ello, en la situación actual de presencia de naves militares de Estados Unidos en el mar Caribe, la presidenta Xiomara Castro ha tenido una firme posición de rechazo a esa política de Estados Unidos y un irrestricto apoyo a Venezuela, lo cual le ha valido fuertes ataques de los medios de comunicación e intentos de vincular al expresidente Zelaya con el narcotráfico.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
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