Historia viva | La fe popular mueve montañas clericales
22/10/2025.- El intelectual venezolano Luis Britto García señala lo "terrenal festivo" al referirse a las creencias populares. Yo agrego que también es algo personal y colectivo a la vez; íntimo y social al mismo tiempo. Es una maravillosa creación humana que tiene tanto poder que mueve millones de voluntades. Son seres devotos que buscan asistencia cósmica y, luego, confirman los efectos en su voluntad mediante las realizaciones de sus requerimientos, por la fuerza que activa su fe de ser y hacer. José Gregorio Hernández lo hizo sin proponérselo y el pueblo lo bautizó como el Señor Milagroso, empezando en la barriada de La Pastora, luego los pobres de la Caracas de principios del siglo XX, después todo el pueblo venezolano y, finalmente, otras naciones. Por ejemplo, el cantante puertorriqueño Daniel Santos lo proyectó al pueblo nuestroamericano y caribeño cuando escribió e interpretó Santo José Gregorio, una plegaria hecha canción, en 1957.
La promesa, que es un componente del ritual cristiano y de otros credos religiosos, es construida por el creyente en retribución a un milagro, un favor o requerimiento que el practicante le formula al ánima. Se trata de un compromiso asumido en primera persona, pero en el fondo es la vocación judeocristiana de cumplir con la fe que activa la voluntad de curarse, de sanar, de mejorar, de avanzar y de superar obstáculos y males que nos imponen las circunstancias.
Es fascinante lo que el ser humano es capaz de hacer al creer en algo o alguien para generar mecanismos de resistencia ante las adversidades. Ante las desgracias o infortunios, recurrimos a esos recursos del pensamiento y de las creencias que nos permiten soportar los asedios. Si se camina con la razón, la sanación viene con la fe a través de la palabra santa.
En torno a José Gregorio Hernández, el Señor Milagroso, hay un tránsito del mito que supera el concepto de religión para llevarnos a la particularidad de una creencia popular cuyos códigos están cifrados en la ética cristiana, pero que tiene caracterizaciones que apuntan al sincretismo místico o la hibridación entre lo científico y lo religioso, cosa difícil de entender para los ortodoxos extremos, y menos para los perversos.
El doctor Tejera Guevara, discípulo del doctor Hernández Cisneros, explicó que el 50% de una sanación se correspondía con la voluntad y fe del enfermo para curarse, y el otro 50% lo podrían hacer los medicamentos y el tratamiento médico. Esta lógica nos enfrenta con el poder de la mente humana, su fe y sus creencias mitológicas para superar adversidades, sobre todo en el pueblo pobre, acostumbrado a los infortunios.
Con José Gregorio Hernández se hizo justicia ante un reclamo popular. Quienes se opusieron veladamente a que fuera designado beato, y luego santo, hoy están callados. Algunos extremistas protestan por la canonización, cuando esta tardó muchas décadas en cumplirse. Hubo que esperar casi un siglo para que se le reconociera un milagro, en el que volvió a demostrar su capacidad prodigiosa. Las resoluciones tanto del papa Francisco como la de León XIV dieron reconocimiento a la creencia popular masiva, que es una fuerza simbólica inconmensurable, así como el impacto espiritual del hoy santo en América Latina y el Caribe.
Al mismo tiempo, es un homenaje al ser popular por su capacidad para crear y recrear sobre sus propios valores la esperanza de vivir bien o del buen vivir; un acto de reconocimiento a las cualidades que animan las creencias afines con destinos sociales de felicidad y paz.
Cuando hablamos del vivir bien o buen vivir —que es al fin y al cabo los propósitos de la vocación de fe que le profesan a un santo como José Gregorio—, nos referimos a los postulados que sobre este tema desarrolla el intelectual boliviano Fernando Huanacuni Mamani. El teórico contrapone el vivir bien contra el vivir mejor. En sus palabras: "El vivir mejor significa el progreso ilimitado, el consumo inconsciente; incita a la acumulación material e induce a la competencia". Esto, a diferencia del vivir bien, que tiene otro postulado: "El estar en permanente armonía con todo nos invita a no consumir más de lo que el ecosistema puede soportar, a evitar la producción de residuos que no podemos absorber con seguridad".
Ello incluye esos estadios espirituales que nos proponemos: el respeto a la naturaleza, a los bienes anímicos que dan forma a las creencias que se construyen en simbologías para la curación, que están relacionadas con espacios intangibles. Sin embargo, también debemos reconocer la incidencia del entorno para estar conscientes de que mucha de la falta de voluntad y de iniciativa para activarnos en la vida ocurre por razones externas, es decir, una narrativa desesperanzadora, pesimista y la exacerbación de la incertidumbre.
José Gregorio Hernández llegó más allá del convencionalismo religioso formal impuesto por las estructuras normativas rígidas del Vaticano para declararlo santo. Mostró un perfil ético suficientemente notable, una vocación científica-docente prodigiosa, pero, sobre todo, un pensamiento filosófico que le permitió encontrar relación entre la vida terrenal y la vida espiritual del ser humano; entre sus iguales y la naturaleza.
En tiempos cuando las dificultades asedian a Venezuela, a la que intentaron asfixiar con amenazas guerreristas, violencia y ahogo financiero, ese mismo pueblo que elevó al sagrado grado a José Gregorio hoy sigue resistiendo con fe, sin distinción de condición social, por un futuro de prosperidad y en oración para salvar el país del mal y encontrar la suma felicidad posible que soñó el Libertador Simón Bolívar.
Aldemaro Barrios Romero