Tinte polisémico | Lo subyacente y lo aparente…
17/10/2025.- La designación de la venezolana María Corina Machado como la acreedora al Premio Nobel de la Paz para el año 2025 es un tema abordado con la suficiente cobertura mediática. Ha sido motivo de análisis y discrepancias, particularmente en el ámbito político.
Ahora bien, ¿por qué no es unánime —o al menos hubiese cierto grado de consenso entre los diferentes sectores del país—, dado que se trata de una connacional que ha recibido un reconocimiento por sus aportes a la concordia y el entendimiento humano? Todos deberíamos sentir orgullo por nuestro gentilicio, y apreciarla y valorarla en los distintos sectores de la opinión pública, a pesar de las diferencias de perspectivas y enfoques en su respectivo abordaje, propios de cualquier sociedad. ¿No sería lo obvio y natural que todos los venezolanos celebráramos con orgullo y júbilo nacional esta designación?
Las instituciones, instancias, autoridades y personalidades que la postularon, así como la organización que decidió galardonarla, debieron considerar, o al menos evaluar, los "méritos", "conducta" y "logros" para que el Premio Nobel de la Paz 2025 correspondiera a la dama antes mencionada.
Es absolutamente legítimo que puedan existir distintos "criterios" y "opiniones" sobre quiénes podrían ser las personas o entidades que reúnan las cualidades en su desempeño público, contribuciones por la paz del planeta y, además, cumplimiento en distintos temas que aporten a causas justas y elevadas por la humanidad.
Así, supimos también —por supuesto, a través de los medios— que Donald Trump y Benjamín Netanyahu, entre otras personalidades de la política contemporánea, también fueron considerados como postulados para el ahora y siempre polémico y "mediático" galardón. Quienes indiscutiblemente tienen y mantienen injerencia son responsables, como actores de primerísimo orden e importancia, en el genocidio, el exterminio físico, mediante ataques aéreos y terrestres, con bombas, misiles y drones, de poblados, escuelas, hospitales y concentraciones de mujeres, hombres, ancianos, niños y niñas que se comete aún en la Franja de Gaza. Es una flagrante violación y abuso contra los derechos fundamentales de nuestra especie y la negación de la existencia de una nación, de un grupo humano en el planeta.
Por otra parte, resultó público, notorio y comunicacionalmente comprobable en las declaraciones de la exdiputada —elegida por sus simpatizantes ante nuestra Asamblea Nacional y por un poder público nacional electoral, de rango constitucional, que en su oportunidad la proclamó ganadora de su curul ante nuestro Parlamento— que, de forma inconsistente, incoherente e incongruente solicitó sanciones, intervención e invasión ante un gobierno extranjero contra su propio país y su población, en perjuicio de la soberanía de quienes le otorgaron la confianza y votaron por ella como su representante político.
Es, absolutamente, una conducta reprobable y cuya calificación no puede ser menos que considerada de "traidora a la patria".
Cabe entonces preguntarse y reflexionar sobre qué motivaciones, intereses, razones, objetivos, estrategias y fines "subyacen" en los criterios y propósitos de quienes postularon e hicieron acreedora de ese pseudopremio a una individua que utiliza como "forma de lucha política" —sin considerar las nefastas consecuencias y efectos sobre su propio pueblo— el solicitar, apoyar y argumentar que la solución "política" y racional consiste en una invasión militar sobre su propio país.
Hagamos el ejercicio de imaginación y formulemos un "supuesto" escenario si llegara a convertirse en jefa de Estado.
¿Qué abriga su humanidad, su mente, su alma —si acaso la tiene— para proceder políticamente con tal crueldad y cinismo de aseverar que entregarle el país a un gobierno extranjero, como el gringo, significaría la paz y el progreso de nuestra sociedad? ¿Una paria, una apátrida, una traidora de sus electores merece el Premio Nobel de la Paz? ¿No es acaso un absoluto contrasentido?
En tales circunstancias, me permito citar la obra del catedrático español Jesús G. Maestro Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI, en la cual sostiene la tesis central de que el miedo, la culpa y la mentira son las tres fuerzas fundamentales que han siempre organizado la vida de la gente y con las cuales se ha gestionado el mundo.
Es predecible el escenario y contexto que prevalecerán en los tiempos inmediatos, cómo se orientará la política exterior norteamericana contra la República Bolivariana de Venezuela y cuál será la punta de lanza y el relato-discurso encabezados por la "premio nobel de la paz", que se asumirá para buscar alcanzar cambios políticos por las vías de los atajos, la conspiración y la violencia, bajo la modalidad de la guerra cognitiva, psicológica y de la mente, y, de esta forma, fragilizar, dividir y conspirar para quebrar y fracturar la unidad y cohesión de los sectores y actores que valoran, defienden y defenderán la libertad y la soberanía, inclusive al costo de su propia existencia vital.
No tengo la menor duda de que detrás del Premio Nobel de la Paz del año 2025, bajo el artificio político de una máscara de prestigio para una actriz que "miente" sistemáticamente, se perfila una nueva estrategia de ataque elaborada en los think tanks de nuestro archienemigo, el gobierno de EE. UU., que intenta aterrorizarnos militarmente, utiliza el "miedo" para supeditarnos y fomenta la "culpa" con el objeto de debilitarnos y fragmentarnos como pueblo. Pero, reitero, somos una nación que brega, resiliente e irredenta, que no se entregará a las pretensiones de una potencia militar, por más poderosa que se considere, porque nos asiste la búsqueda y mantenimiento de la paz regional, la razón, la ley y la autodeterminación como Estado.
Héctor Eduardo Aponte Díaz