Punto y seguimos | ¿Y cuál paz?

14/10/2025.- 

Paz

Del lat. pax, pacis.

1. f. Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países.

2. f. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.

3. f. Acuerdo alcanzado entre las naciones por el que se pone fin a una guerra. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing.

4. f. Ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento.

5. f. Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud. Disfrutar de una paz profunda.

(...)

7. f. Rel. En el cristianismo, sentimiento de armonía interior que reciben de Dios los fieles. La paz descienda sobre vosotros.

(...) (DRAE).

En cualquiera de sus acepciones, la paz es un concepto "fácil" de asimilar. No se presta a demasiadas confusiones ni a múltiples interpretaciones prácticas o filosóficas, como sería el caso, por ejemplo, de verdad o realidad. Una de las razones probablemente sea el hecho de que su antónimo, guerra, tampoco deja lugar a muchos vacíos interpretativos. Mientras la paz es un ideal de las cosas, en la historia de la humanidad, la más experimentada es la guerra. Los registros de conflictos y violencia llenan nuestro pasado y presente; la guerra se muestra cotidiana, y la paz, extraordinaria, y es así, a pesar de que —aparentemente— tengamos un consenso mayoritario acerca de la paz como la opción más conveniente para la supervivencia de la especie.

Mirando más allá de las convenciones eurocentristas, que solo catalogan como "grandes guerras" a las que les involucran en territorio, se puede afirmar que el mundo no ha parado de guerrear desde la Segunda Guerra Mundial, con la que la historia occidental oficial parece marcar una suerte de entrada a una era de "paz". Con seguridad, los cientos de guerras del período de Guerra Fría y posteriores, con su estimado conservador —por organizaciones de investigación de conflictos como el Uppsala Conflict Data Program (UCDP), el Peace Research Institute Oslo (PRIO) y trabajos académicos— de quince a treinta millones de víctimas fatales, indican lo contrario.

La lógica de apropiación de territorio y recursos no ha cambiado en esencia, aunque sí que la Segunda Guerra Mundial llevó a las potencias a establecer una suerte de parapeto de gobernanza global que disimulara las intrínsecas aspiraciones imperiales de expansión y dominio, luego de una racha en la que, objetivamente, "se les fue la mano". Sin embargo, en el mundo de 2025, pareciera que esa necesidad "moral" de apostar por la paz luego de la catástrofe y de sostener ese sistema de naciones unidas con un rango de acción real se ha ido por el caño. Ante el declive evidente de las potencias occidentales y el resurgir de Oriente, esta parte del mundo reacciona con la virulencia propia de la bestia herida. Suelta sus máscaras y apela, en nombre de la sobrevivencia del modelo, al "se vale todo", a la ley de la conquista y la imposición del más fuerte.

Esto implica la defensa de lo moralmente indefendible, como el genocidio, la invasión o la dominación directa de grupos "superiores" sobre "zonas de influencia", "tercer mundo" o como les dé por llamarnos a quienes, desde el sur global, poseemos la mayor parte de los recursos que la tierra necesita para seguir andando. Este último siglo de paz relativa, donde los conflictos y guerras diseñados —¿cómo no?— por potencias se disfrazaban y pasaban por debajo de cuerda como conflictos locales, parece haber cumplido un ciclo. Adiós al disimulo, a las normas establecidas, a la diplomacia como primera opción en la resolución de diferencias, a la mera consideración de las naciones como iguales. Adiós a la soberanía, que no es la de los países "poderosos". ¿Autodeterminación de los pueblos? ¡Al diablo! Pues son principios incompatibles con la voracidad del capitalismo y del imperialismo de nuestro tiempo. En épocas de declive, se vuelve a lo conocido, a lo que los llevó a ser lo que fueron.

En este contexto de peligro para quienes defendemos esas posiciones amenazantes para la seguridad imperial, nada nos puede extrañar, ni sorprender. Nunca hubo juego limpio, pero hoy se realza y aplaude la mayor de las trampas: en un tablero diseñado por unos, las reglas aplican solo a quienes esos diseñadores decidan. Es ese el escenario al que asistimos. Por eso, al preguntarnos sobre paz o premios, con Alí Primera, recordamos: "¿Y cuál paz? Si quieren dejar al mundo como está".

 

Mariel Carrillo García


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