Psicosoma | Puentes emocionales
Si Freud centró las cosas en la sexualidad es porque en la sexualidad el ser parlante balbucea.
Jacques Lacan
14/10/2025.- Los vínculos de diferente orden nos reparan las heridas emocionales, sean estas ocultas o visibles. Las interacciones son inevitables, sobre todo y hoy más que nunca, en la autopista digital. Aunque se tengan audífonos para evitar escuchar a la gente de alrededor, no se puede evitar estar conectados. No hay soledad; quizás evitación al contacto físico, pero los recuerdos y memorias nos acompañan.
El estar en este mundo, ser en el mundo, es el Dasein de Martin Heidegger, término alemán traducido como "ser-ahí" o "estar siendo en el mundo". Esto demanda acciones, motivos, deseos y propósitos en el contexto habitado, imaginado, simbólico, personal y global. Al interactuar, reinarán las múltiples interpretaciones ante un mismo hecho, las cuales están sujetas a la historia personal y a la cultura.
La existencia en el tiempo cronológico es finita y se da en tres momentos únicos: el porvenir, el haber sido y el presente. Comprender al ser implica el Dasein, que nos sitúa en el mundo en el momento preciso para trascender. Según Heidegger, esto significa estar conscientes de la propia muerte, el morir.
El comprender y comprendernos para estar conscientes del autocrecimiento haría menor el sufrimiento, ya que vamos a tener dolores propios del proceso de crecimiento-desarrollo en el fugaz tránsito por la vida. Hay mucha literatura de psicología positiva, de autoayuda y otras corrientes que tratan de vender la felicidad, pero las investigaciones del estudio del comportamiento humano y la filosofía nos aportan y nos ayudan, porque nada es concluyente en el ser humano. Seguimos en eterno proceso con sus enigmas: ¿quién soy? ¿Qué es la vida? ¿Qué es el mundo?
En las culturas milenarias, el común denominador era el regreso después de la muerte, el sufrir por amor… Freud y Lacan nos dan algunas luces que, a su vez, generan más interrogantes sobre el continente oscuro de la psique o el alma.
"Lo que vemos en los demás nos revela información de lo que somos nosotros mismos". Esto es percibir y estar conscientes de que lo que nos irrita y molesta nos refleja. El supuesto sufrimiento, base de muchas enfermedades psicosomáticas, del sangrar por la herida sin poder cicatrizar, la hipersensibilidad, los miedos (al rechazo, al abandono...) y la imposibilidad de decir "No" son algunas manifestaciones del habla inconsciente que no sabemos interpretar.
Las consultas frecuentes de mujeres en clínica terapéutica son las constantes peleas entre madres e hijas. Ellas no pueden explicarlas, e incluso se extrañan cuando están tranquilas, sin discusiones. Se indaga sobre el modo de crianza de la madre, la línea materna, buscando abrir heridas no resueltas, con historias familiares disfrazadas de amor, miedo o de haber naturalizado la violencia. Se dialoga para poner sobre la mesa de forma consciente las peleas de madres e hijas. Lo que hay detrás de esas aparentes discusiones son, en realidad, heridas emocionales no resueltas que se reactivan de generación en generación si no se demanda apoyo, el cuidado original y trascendente del Sorge, del que nos habla el filósofo existencialista Heidegger. Es cierto: sin el cuidado al ser humano, al recién nacido, no habría humanidad.
El proceso de identificación y proyección lo notamos cuando la madre no soporta a su hija en algunas características personales o la excluye, y suele ser que esa parte es una de sí misma que no ha integrado o aceptado. Por ejemplo, una paciente no quiere casarse con el padre de sus hijos: "No me gusta nada escrito para toda la vida". La hija es vista como la oveja negra de la familia, avergüenza a su mamá y es su espejo erróneo, negativo, que la frustra de lo que ella deseó o reprimió: ser libre. La madre se siente disminuida y la hija comprende el modelo esperado de la abuela por ser hija mayor (la paciente en consulta también es hija mayor). Ella, luego de un proceso, está consciente del sufrimiento de su mamá y no quiere repetir ese patrón en sí misma. Repite: "El divorcio es un duelo que viví con mi mamá, tan enamorada que estuvo de mi padre y hasta ahora, treinta años después, no lo olvida ni perdona...". Ella teme repetir esa historia si se casa.
Ambas están heridas, y nunca se habían abierto al diálogo. De hecho, las peleas eran casi normales. Esa herida se convierte en rivalidad, y lo que ambas necesitan es reconocer su dolor, verse sin juicios ni expectativas, sanar, curar, zurcir y conversar con la abuela, bajándola del "altar defensivo" que construyeron con otras percepciones en torno al amor y la crianza.
Lacan nos dice que la vida se articula al cuerpo, como sustancia de gozo vital: "Desde el estadio del espejo, cuerpo y organismo se diferencian: la forma total del cuerpo (…) no le es dada sino como Gestalt, es decir, una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida".
La ley del espejo fue introducida por el psicoanalista Lacan, quien defendía que la construcción de la personalidad se produce a partir de la captación de la imagen de uno mismo en los demás. Se sugiere o postula que lo que vemos, percibimos e interpretamos "de fuera" en realidad reside en nuestro interior, en el inconsciente. Así, el exterior actuaría como un espejo para nuestra mente. Un espejo global y personal donde se reflejan diferentes características, cualidades y aspectos de nuestra esencia, de nuestro ser en este mundo.
Entonces, cuando algo nos incomoda o desagrada de los otros, acostumbramos a situarlo totalmente fuera de nosotros, sin reflexionar ni asumir responsabilidad. Realmente, no se está consciente de que esto puede reflejar aspectos personales y asuntos inconclusos no procesados de manera adecuada. De esta forma, nuestra inconsciencia, ayudada por el mecanismo de proyección psicológica —mecanismo de defensa descrito por el psicoanálisis, que consiste en atribuir a otros sentimientos, pensamientos o incluso acciones personales inaceptables—, nos hace pensar que el defecto que percibimos en los demás solo está ahí fuera, y no en nosotros mismos.
La ley del espejo se basa en cuatro principios:
—"Cuando me molesta algo del otro, está dentro de mí". Por ejemplo, los tatuajes, los migrantes…
—"Lo que al otro le molesta de mí, si me afecta, está dentro de mí". Es el caso al bailar, ser artista…
—"Lo que me gusta del otro, también está dentro de mí". Algo como dialogar, preguntar…
—"Lo que le molesta al otro de mí, si no me afecta, está dentro de él". Por ejemplo, estar alegre, no ir a misa…
Rosa Anca