Libros libres | Michel Houellebecq
El nuevo terrible de las letras francesas
12/10/2025.- Entre los escritores surgidos en Europa en el tiempo actual, sobresale la figura de Michel Houellebecq (Francia, 1958), una suerte de poeta maldito en la línea de Baudelaire, Verlaine o Lautreámont, también a la manera de un beatnik o un bohemio desgreñado, dotado con una capacidad bestial de escribir novelas, cuentos y poemas capaces de dinamitar las estructuras convencionales del gusto burgués, el buen decir o la filosofía académica, haciendo uso de desplantes, gestos sinceros y ausencia de poses intelectualoides de esas que hacían sonreír burlonamente a Eduardo Galeano, Henri Miller o Charles Bukowski. Lo cierto es que, desde su aparición, Houellebecq no ha dejado de recordarnos a los escritores tildados de “malditos” o outsiders, no solo por sus greñas o su desaliño, sino por haber sido creadores de obras que no han cesado de crecer al amparo de una contracultura, la cual se ha vertido en ensayos brillantes como Lovecraft, contra el mundo, contra la vida (1991), uno de los trabajos más lúcidos y brillantes que he leído sobre el notable escritor de Rhode Island, y artículos críticos y provocadores como los que conforman El mundo como supermercado (1998). Pero el impacto de ruptura de Houellebecq más efectivo se ha producido a través de sus novelas Ampliación del campo de batalla (1968), Las partículas elementales (1998), Plataforma (2001), El mapa y el territorio (2010) y La posibilidad de una isla (2005).
La obra de Michel Houllebecq poco ha circulado en Venezuela debido a la escasa presencia de editoriales españolas en nuestro país, lo cual hace que también disfrutemos poco de obras europeas y de algunos escritores latinoamericanos publicados por estas. Por ahora, me he conformado con leer unas cuantas obras suyas en formato digital, y en esta oportunidad una colección de sus poemas que mi hermano Antonio Fermín me ha traído de España, con el título de Configuración de la última orilla (Anagrama, 2016), traducida del francés por Altair Diez, donde el autor galo nos brinda sus extraordinarias visiones acerca de la pérdida, los misterios de la humanidad inútil, la maravillosa desidia, el acuario de nuestro sufrimiento, las variadas versiones del desenfado, el humor negro y las disociaciones vitales. En la contraportada del volumen están bien expresados algunos de sus rasgos, en versos como latigazos. Crudos: “Todo lo que no sea puramente afectivo deviene insignificante. Adiós a la razón. Ya no hay cabeza. Solo corazón”. Punzantes: “Quienes temen morir temen, de igual modo, vivir. (…) Su poesía es una imagen especular de su obra narrativa, y en ella asoma también el escritor radical, obsceno, misógino, cáustico, visceral, provocador. Juega a veces con el verso libre y en otras se somete a la métrica canónica y la rima, pero sus versos están siempre al servicio de una mirada desgarrada, sarcástica e insurrectamente lúcida sobre el mundo que le rodea y sobre sí mismo. En su quinto poemario, Houellebecq continúa evocando "el fin de la partida” y “el fiasco total” con un tono antitrágico, banal, burlándose de la frustración, que muestra los horrores de la condición humana.
Houellebecq ha sido considerado, hoy por hoy, como el escritor galo más leído en el mundo, que ha vuelto a situar a la literatura francesa en el mapa con una fuerza que no se veía desde Camus.
En fin, Houellebecq ha puesto el dedo en el pleno centro de la llaga en Europa, como lo habían hecho ya los escritores simbolistas, vanguardistas y existencialistas. Hojeando este libro, se corroboran tales aseveraciones, sobre todo leyendo un poema en la sección intitulada “de puente en la zona 6”, que reza:
El aliento de la lluvia se elevaba sobre el mar
Y el sol se sumergía como una rueda sangrienta
Estaba solo en la playa y apretaba los dientes,
Flotaba sobre mi lengua un sabor algo amargo
Y me sentía triste entre los chimpancés,
Tú habías comprado latas de conserva,
La naturaleza tiene que obedecer y servirnos,
Estaba solo en la playa e iba mal afeitado.
La naturaleza tiene que adecuarse al humano
Y el humano tiene que culminar y hacerse inflexible
Siempre me dio mucho miedo caer al vacío,
Estaba solo en el vacío y me dolían las manos.
La playa desapareció con un ruido de embudo,
Me sentí arrollar por una ola de terror
Mi prolongada supervivencia parecía un error.
El mundo se volvió radicalmente negro.
Michel Houllebecq
Gabriel Jiménez Emán