Vitrina de nimiedades | Un mundo cansado también alimenta a la IA
11/10/2025.- No sé quién es Elsa Punset. Ignoro su afiliación política, de dónde viene o qué piensa sobre Venezuela. Su nombre no lo leí en algún titular sobre premios internacionales (mejor no hablemos de eso, que la paz está avergonzada). Un reel de Instagram me llevó a ella para escuchar otra voz de alerta sobre el vértigo de este tipo: la velocidad se nos ha vuelto un problema. Todo será cada vez más rápido, pero nuestro cerebro, nuestra conexión consciente, no puede sobrellevarlo, es incapaz de mantener el ritmo. Y ahí gana más puntos nuestra compulsión por las pantallas y por la comodidad que ofrece la inteligencia artificial (IA).
Aunque ha bajado la intensidad del debate sobre la posibilidad de sustituir a los humanos por máquinas, poco seguimos hablando sobre las condiciones en las cuales nos vemos empujados a emplear la IA. Se supone que tarde o temprano nos rendiremos ante ella. Entre la falta de preparación ante el nuevo escenario y la demanda de muchos entornos, todos queremos hacer las cosas de forma más rápida y sencilla, sobre todo si sentimos que dedicaremos horas a esas tareas. Así que es bastante tentador abrir una herramienta como Copilot o Gemini, darle una instrucción y dejar que haga el resto.
De acuerdo con algunas estimaciones, el uso de estos y otros instrumentos similares puede reducir a 10 minutos la redacción de textos para tareas de mercadeo. Si se trata de producir un artículo científico, es capaz de ahorrar 80 horas de trabajo, es decir, dos semanas de jornada laboral ordinaria. De acuerdo con un estudio de Boston Consulting Group y la Universidad de Harvard, hecho un par de años atrás y reseñado por medios internacionales, es posible ahorrarse semanalmente un 25% de tiempo en las actividades laborales. Y si en la plantilla hay personal con bajo rendimiento, la IA puede ser su salvavidas: su productividad aumenta más de 40%.
Más tiempo, menos sufrimiento ajeno y propio: esa parece ser la promesa, aunque hay testimonios de quienes no tienen tan buena suerte. Créanme, pasa. Seguro más de uno guarda para sí algún resultado penoso con ChatGPT, que lo obligó luego de varios lamentos a hacer la tarea bajo los métodos tradicionales. Sí, muy posiblemente la culpa sea de algún novato que no supo cómo construir un buen prompt o de una mala elección, pero también es cierto que, por mucha inteligencia artificial que sea, no lo sabe todo.
Esas limitaciones, sin embargo, quedan invisibilizadas ante la adrenalina del mundo moderno. Lo importante es generar algo, y si parece completo, mejor aún. Vamos en un bucle infinito, saltando de una tarea a otra porque lo único que parece importante es exhibir un “resultado”, aunque solo sea un archivo con pretensiones de plan de trabajo. Un esquema así solo deja gente cada vez más agotada tratando de ir más rápido. En ese mundo vertiginoso que avizora Elsa Punset, el cansancio es el mejor combustible de la IA.
Rosa E. Pellegrino