Tinte polisémico | Cohesión nacional
10/10/2025.- Me encontraba en una concentración pública, donde se manifestaba, entre otras razones, por el rechazo absoluto a la actual política injerencista y violenta del Gobierno norteamericano en contra de nuestro país, al que, con evidentes pretensiones y acciones concretas de provocación y de violaciones de lo que se denomina el espacio aéreo con aeronaves de combate, armas letales, pues no son artefactos de uso deportivo o recreativo; así como con los desplazamientos de unidades de flota de guerra por aguas internacionales, no precisamente pesqueras o de exploración científica; son navíos dotados de equipos para la guerra aérea y operaciones navales, intentan invadir la Patria bolivariana.
Los medios de comunicación muestran las acciones y operaciones de destrucción de pequeñas y frágiles embarcaciones en el mar Caribe, supuestamente tripuladas por agentes del narcotráfico, atacados con artefactos potentísimos y con enorme capacidad destructiva, al grado de desintegrar objetivos en fracciones de segundo; es decir, nos presentan imágenes de un supuesto enfrentamiento que no guarda proporción alguna, según las transmisiones por las redes y vistas a través de las pantallas de nuestros portátiles.
Podríamos, sin temor a exagerar, describir y recrear la desproporcional batalla naval entre un portaviones equipado con jets supersónicos, misiles y pare usted de contar, contra un digno peñero margariteño o cumanés para la pesca artesanal.
Adicionemos a lo anteriormente descrito que el episodio filmado no muestra el desarrollo de un protocolo de advertencia, detención y captura de los tripulantes de una embarcación no “artillada”. Por el contrario, muestra que no hubo respeto alguno por los derechos fundamentales de los seres humanos que podían haber tripulado la lancha. Esto hace pensar, inclusive al más incauto, que podría tratarse de un denominado falso positivo.
Es razonable, frente a los acontecimientos de semejante “factura”, que exista alarma, haya tensiones que se ventilan, naturalmente, en el seno de la opinión pública; es natural que se despierte entre “todos” los ciudadanos inquietudes que atañen a la seguridad integral de la nación por una “inminente” invasión.
Las manifestaciones públicas ante foros de organismos internacionales y a través de los medios de información de presidentes latinoamericanos, por citar solo dos casos, como los de las repúblicas de Colombia y México, dan cuenta de que los pueblos despiertan y expresan su sentir frente a las injusticias y los abusos de aquellos países, calificados de potencias, que intimidan y abusan con su fuerza, apresto operacional y ventajas, por su poderío económico y militar-nuclear, para imponerse por la vía de la coacción y la coerción.
En este contexto, conversaba sobre estos temas con un compañero de trabajo —que cursa estudios de cuarto nivel, orientados a comprender la naturaleza, procesos y el alcance de las políticas públicas—, quien, con alta preocupación y cierto abatimiento, me dijo:
No logro concentrarme en mis asignaciones académicas; no tengo la cabeza para dedicarme a hacer las tareas, para completar los análisis, hacer mis ensayos y terminar las lecturas de materiales que debo exponer y los resúmenes que debo entregar esta semana, cuando mi país puede ser atacado, ocupado y sometido “militarmente".
A la luz de este cuadro tan particular, reflexiono sobre la inquietud de mi compañero laboral, sobre lo que me comentó ese día, sobre su dificultad para la concentración, motivado por lo que acontece, y que le impedía cumplir normalmente con sus actividades académicas.
Con modestia me atrevo a aseverar sobre un tópico de orden y especificidad bélica, con dimensiones y aristas psicológicas, ya que impactan la psique, la mente, en ese ámbito, que para muchos de nosotros, por su especialización como la neurociencia, nos resulta inclusive asombroso y enigmático; pero que nos permite afirmar, explicado por los estudiosos y quienes trabajan e investigan en estos campos, que la guerra ha trascendido a planos y escenarios de lo “cognitivo”; no son falacias ni ficciones, es una realidad concreta, objeto de estudio y de análisis por múltiples disciplinas.
Las operaciones militares de hoy se fundamentan, entre otros principios, en lograr la fragmentación del oponente, en fracturar la unidad, en desarticularla con base en ese postulado de “divide y vencerás”; en lograr que el adversario pierda el foco, entre en contradicciones; en confundirlo; en atemorizarlo, y yo diría en “aterrorizarlo”, en fin, en generar un estado de confusión, anomia, caos colectivo, desorganización; en términos de termodinámica, que se incremente y se exacerbe la entropía del sistema.
Han acontecido episodios, sucesos que históricamente se encuentran bien documentados sobre conflictos y conflagraciones bélicas, tanto del siglo XX como del presente siglo, cuyas tácticas previas en los teatros de operaciones han consistido previamente en preparar (afectar) psicológicamente a la población de la nación, que se pretende invadir y “someter”.
Por tanto, en este escenario, hago un llamado a la cohesión nacional, a todos los sectores del país, sin excepción, y denuncio que nosotros los venezolanos sí estamos sometidos a una amenaza real y extraordinaria en contra de nuestra seguridad nacional, que como nación y Estado observamos el derecho legítimo y así ejercemos nuestra autodeterminación, y que la hemos bregado y conquistado frente a otro imperio en el pasado; de que sí estamos sometidos a un ataque sistemático y premeditado, como lo sufren en la actualidad las República de Cuba y la República Islámica de Irán y la gran vergüenza planetaria del exterminio y genocidio del pueblo palestino de Gaza por parte del sionismo y su instrumento, el Estado “Artificial” de Israel.
Frente a las subyacentes intenciones, motivaciones, intereses, necesidades y objetivos geopolíticos, geoeconómicos, geoestratégicos e ideológicos de las plutocracias empresariales; de las corporaciones multitransglobales y los grupos empresariales de las industrias tecnológicas, armamentistas, financieras-bancarias y aseguradoras; energéticas; farmacéutica-alimenticias; comunicacionales-culturales; entre otras, nuestra estrategia debe ser la “solidaridad y la cohesión nacional”.
Un voto de confianza para nuestro Gobierno y la Fuerza Armada Nacional, a sus efectivos que en todos los espacios, ejercen su deber patrio de salvaguardar nuestra soberanía; para nuestro pueblo que resiste, que superó con eficiencia y eficacia por sobre otros sistemas sanitarios la pandemia del covid-19, por nuestra legado histórico de “libertar y de fundar” naciones y contribuir en la construcción de Suramérica; por nuestros antecesores indígenas aguerridos e irredentos, por nuestra diplomacia de paz, por un mundo pluripolar, por nuestros hijos y nietos, aquí permaneceremos de pie y resistiremos, y por si acaso, bastante montaña, llanura y selva hay aquí, por sí los gringos no comprenden nuestro idioma: “Yanky go home”, porque nosotros sí sabemos y comprendemos qué busca el tiburón en esta orilla, tierras de Bolívar, Martí, Chávez, Fidel, Sandino, Allende, Juárez y tantas otras mujeres y hombres valientes e insignes.
Héctor Eduardo Aponte Díaz
tintepolisemicohead@gmail.com