Letra fría | Ernesto Navarro sacó al aire las pantaletas del alma
10/10/2025.- Grata tarde en El Sofá de La Iguana con Ernesto Navarro. No hay nada como ser entrevistado por alguien que te escuche y se ría todo el tiempo y que, además, fuera Premio Nacional de Periodismo. Ernesto Navarro es uno de los más talentosos periodistas de las nuevas generaciones; nos hemos hecho grandes amigos de admiraciones mutuas. Más allá de las victorias académicas y el verguero de premios, su mayor mérito es Indira, esa maracucha nacida en Caracas, su compinche de travesuras literarias, irreverencias y demás rebeldías. Y hasta sentimentales porque soy fan de esa historia de amor que hizo combustión en un canal de TV, sentados en el suelo, sintiendo aquel corrientazo amoroso que los une por el resto de sus vidas con esas 4 hijas hermosas que les alborotan los alrededores.
Pero es de mí que nos toca hablar hoy, jeje, y es, como decía, todo un privilegio ser entrevistado por Ernesto, un mago a la hora de hacer sentir sereno al entrevistado; nunca me vi tan frescavenado, conversando como en la propia casa. Primero, produce su vaina, se documenta en las redes y llama a tus amigos y familiares para ir armando su escaleta. Como resultado, sale la mejor entrevista que me han hecho en mi vida. Lo mejor del caso es que parte de las cosas más sencillas, como hacen los buenos periodistas, detalles como el de mi primera reacción cuando me llamó para invitarme, y yo, como si fuera un personaje del Gabo, le dije: “Tenía 8 meses esperándote”. En la fiesta de fin de año del periódico CiudadCCS, que compartimos, me dijo: "¡Te llamo en enero para entrevistarte!". Y llamó en agosto, jeje.
De los detalles sencillos, se detuvo en una cita de mi madre: “Es de los que comienza en una vaina y termina en otra”. Ana Lucía decía que yo empezaba hablando de una vaina y terminaba en otras, pero, al final, olímpicamente, volvía al comienzo de la historia.
Cuando fue focalizando, entendí que era él quien salvaría mi biografía a la que había renunciado, pero volver a hacer el recorrido en una suerte de videolibro, siento que me ha animado a volver a las andadas. Y tal vez le proponga que hagamos el libro a cuatro manos, siguiendo la misma técnica de un videolibro; él me pregunta y yo respondo. ¡Ojalá que tenga el tiempo y las ganas! Al menos, se divirtió mucho con el título Querido diario o más memoria serás tú. El título vino por mis dos angelitos, el bueno, que es caraqueño, y el malo, que es maracucho. Esos son dos angelitos que me ponía mamá desde la universidad cuando iba de vacaciones a Maracaibo y pasábamos noches enteras bebiendo y conversando. Sobre todo, se interesaba mucho en los episodios con la policía en la plaza de Las Tres Gracias; de allí vinieron los angelitos para que me cuidaran. Y se quedaron conmigo; a veces hablamos los tres y me ayudan a resolver cosas o a dejarlas así. Nuestras sesiones son muy divertidas por sus discusiones eternas.
A todas estas, hubo otro episodio del que no hablé con Ernesto, pero que es fundamental a la hora de armar el muñeco de esta esmirriada biografía, y es el cuento de la carta astral. Yo dirigí durante tres años 4 páginas centrales del diario Reporte de la economía, tituladas La Noche, donde, obviamente, escribía de aventuras nocturnas que iban de fiestas, recepciones de embajadas, eventos literarios, inauguraciones y cuanto vernnisage ocurría en la Gran Caracas de noche. Todo iba muy bien, hasta que un día, 6 de enero, llegué a la redacción y tenía las centrales abiertas, pero no había nada para rellenar; el país estaba enratonado y nadie tenía ganas de rumbear. Me senté a pensar y recordé a mi amigo astrólogo, José Bernardo Gómez, con la idea de hacerle la carta astral a Venezuela, cuando me preguntó que cuál fecha usaríamos, si el 19 de Abril, 5 de Julio o 24 de Junio. Le dije: "¡Mira, vamos a hacer una cosa! ¡Házmela a mí", y yo publico esa vaina! Y así fue. Pero lo impresionante resultó ser que la madrugada del 22 de mayo de 1953, a las 3 de la mañana, ocurrió una conjunción astral que se repite cada tres mil años, y me condena a vivir, de lo más fresco en la vida, buenas comidas, los mejores tragos, mujeres bonitas y ricas, muchos viajes alrededor del mundo, en realidad, una vida de película. Hasta esta prolongación de los últimos años ha sido pródiga en bienestar, más espiritual que otra cosa; me la paso escribiendo en casa, tomándome mi roncito, pero feliz. Las muchachas se descontinuaron, pero eso no me quita el sueño. Hace unos años, un día en La Habana, dije: "Ya está bueno, me voy a retirar" y apareció una hermosa muchacha que duró tres años, hasta que se fue del país, pero todavía me llama en las tardes para que la acompañe del trabajo a su casa mientras camina. Los viajes también se ralentizaron y, sin embargo, el año pasado estuve tres semanas en Bogotá, tres meses en Houston y una semana en La Habana. Pero, lo mejor del caso, es que estoy retomando estas historias, que fueron el motivo de discusión de mis angelitos el día que les sugerí escribir las memorias. El malo se entusiasmó de una, ¡Coño, sí, aquí hay mucha cosa que contar! El peo son los culos. ¿Cómo vas a hacer para contar tanta travesura sentimental? El bueno, no sin cierta razón, me dijo que me ubicara, que hacía falta ser famoso para merecer unas memorias. Yo me sentí apabullado y de verdad me llegó a parecer un poco pretencioso de mi parte, pero sí sentía que había tanto cuento bueno que sí merecía contarlos. Y allí se enfrascaron, hasta que en un momento el malo se hartó y le gritó a su hermano caraqueño: "¡Más memoria serás tú!".
Humberto Márquez