Punto y seguimos | El tardío despertar de la conciencia

07/10/2025.- Miles de personas salieron a las calles en las principales ciudades europeas para exigir el cese del genocidio en Gaza. Los pueblos, ante la vergonzosa inacción de sus gobiernos, toman los espacios públicos pidiendo a gritos y, en algunos casos, a pedradas, el fin de la salvaje agresión del Estado de Israel contra Palestina y, en general, contra sus vecinos.

Frente a un mundo donde los decisores permiten al genocida de Benjamín Netanyahu dar un discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas, libre y seguro de que la máxima sanción que podría recibir es la salida de delegaciones diplomáticas del recinto, o que el presidente norteamericano Donald Trump se burle de la humanidad entera aseverando que él detendrá la guerra en Gaza, mientras abraza al gobierno sionista, lo arma y lo tiene de socio en un proyecto inmobiliario para los territorios palestinos, la necesidad de la ciudadanía de hacerse oír sobrepasa cualquier acción políticamente correcta.

Si bien tarde —ya van dos años de la etapa más reciente y violenta de Israel sobre Palestina—, sigue siendo un saludo a la decencia ver ríos de gente solicitando detener la barbarie. Hace apenas pocas semanas, la ONU se atrevió a declarar la hambruna en la población gazatí, lo cual significa que probablemente ya sea demasiado tarde para los palestinos, quienes, con suerte, sobrevivirán en pequeños grupos en el exilio, teniendo por delante el inmenso reto de no permitir que una cultura milenaria desaparezca para siempre.

Fue también, hace poco, cuando se volvió cool protestar en redes y "seguro" para las celebridades mainstream atreverse a denunciar o ir más allá, pidiendo boicots contra Israel. Romper el cerco del sionismo, tan poderoso en Hollywood —y en el mundo empresarial en general—, requería una dosis de valentía que muy pocos demostraron. Aun así, hoy se suman más voces en el universo alterado de las redes sociales. Más activistas se atreven a tomar acción, bien uniéndose a las flotillas de ayuda humanitaria, bien organizando protestas en ciudades de todo el mundo. Lo más importante, el tema se instala en las conversaciones diarias de personas cuyas vidas se desarrollan muy lejos del conflicto.

Quizá sea tarde y sea poco, pero refresca un tantito el alma saber que, como humanidad, no estamos totalmente perdidos, que aún nos importa y que tendremos la conciencia suficiente para culparnos (con mucha razón) por no haber hecho más y a tiempo para salvar a un pueblo que masacraron delante de nuestros ojos.

 

Mariel Carrillo García 


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