Comentarios noticiables | Olvidar la tragedia aérea de Barbados...
Es ignorar la crueldad de aquel acto
04/10/2025.- A punto de cumplirse 49 años de la tragedia de la aeronave CUT-1201 (modelo DC-8) de Cubana de Aviación, vuelo regular 455, procedente de Puerto España, Trinidad y Tobago, no es posible olvidar el acto criminal perpetrado por dos fotógrafos venezolanos de la empresa Publicaciones Capriles de Venezuela, Hernán Ricardo Losano y Freddy Lugo, que causó la muerte de 73 personas, entre pasajeros y tripulación. La voladura del avión civil cubano fue un acto criminal impulsado por la Central Intelligence Agency (CIA) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos (EE. UU.), según pudo avizorar el comandante en jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro.
Los autores intelectuales de ese repugnante y monstruoso hecho cometido contra Cuba fueron los cubanos contrarrevolucionarios Luis Clemente Faustino Posada Carriles (conocido como Basilio y Bambi) y Orlando Bosch-Ávila, ambos agentes de la CIA, infiltrados en la dirección de la Digepol y la Disip venezolanas. Los autores materiales, los dos venezolanos mencionados, fueron dirigidos y vinculados a la CIA por Posada Carriles y Bosch-Ávila. Los venezolanos Ricardo y Lugo, procedentes de Trinidad y Tobago, colocaron el artefacto explosivo programado en el baño del avión de Cubana de Aviación y de inmediato abandonaron la aeronave en esa escala habitual de su ruta. En el aeropuerto tomaron desesperadamente un taxi y le pidieron al chofer, Maurice Firebrace, que los condujera a la Embajada de Estados Unidos en Barbados. El señor Firebrace, que trasladó a ambos fotógrafos a la Embajada estadounidense, lo declaró ante las autoridades de Barbados.
El 6 de octubre de 1976, se precipitó la aeronave 455 de Cubana de Aviación a los nueve minutos después de haber partido de Barbados, debido a la explosión causada por un artefacto colocado en el baño de este avión civil cubano por Hernán Ricardo Losano y Freddy Lugo. Ese mismo día, por la tarde, los dos autores materiales de tan aborrecible hecho, en horas de la noche, después haberse comunicado con sus jefes en Caracas para informarles de la labor cumplida, salieron para Trinidad y Tobago.
En la isla, los terroristas venezolanos, en la mañana del 7 de octubre de 1976, fueron identificados y arrestados por las autoridades locales, a las que confesaron su participación en el sabotaje a la nave 455 de Cubana de Aviación (DC-8), en la que perecieron 73 personas a bordo, entre ellas 57 pasajeros cubanos, incluidos los 24 integrantes del equipo juvenil cubano de esgrima, que acababa de obtener todas las medallas de oro del Campeonato Centroamericano y del Caribe celebrado en Venezuela. Las restantes víctimas fueron once jóvenes guyaneses seleccionados para estudiar la carrera de Medicina en Cuba y cinco ciudadanos de Corea del Norte.
La radiocomunicación VHF de la torre de control Seawell del Aeropuerto de Barbados, entre controladores y pilotos autorizados, contactó el llamado del piloto de la nave cubana:
—¡Seawell! ¡Seawell! CU-455. ¡Seawell! Tenemos una explosión a bordo. Estamos descendiendo inmediatamente. Tenemos fuego a bordo. CU-455. ¿Regresamos a este campo? ¡Seawell! CU-455. Estamos solicitando aterrizaje inmediato. ¡Inmediato!
—CU-455, autorizado para aterrizar. Recibido.
—¡Cierren la puerta! ¡Tenemos emergencia total!... ¡Pégate al agua, Felo! ¡Pégate al agua!
Todo esto fue en vano, al producirse un silencio angustioso. Solo se oyó la voz emitida por el equipo de radiocomunicación de un avión venezolano que volaba cerca.
—Este es DQ-650. ¿Los podemos ayudar en algo?
Nada se pudo hacer en favor del aterrizaje de la nave cubana, que cayó al mar.
El traslado de los autores materiales a Venezuela para ser juzgados con la justicia local por la voladura en pleno vuelo del avión de Cubana de Aviación reveló la pertinencia de las condenas por homicidios calificados a veinte años de privación de libertad para Ricardo y Lugo. Hernán Ricardo se fugó con la complacencia de sus carceleros y Freddy Lugo cumplió una parte. Los autores intelectuales del estallido de la nave cubana, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, fueron puestos a la orden del Tribunal I Penal a cargo de la jueza Delia Estava Moreno, quien instruyó el expediente y decretó la detención judicial de ambos. Posteriormente, este caso se declinó a la competencia de la jurisdicción militar. Luego de tanto bamboleo de la competencia, a Bosch lo absolvieron y a Posada Carriles le permitieron fugarse de una cárcel de San Juan de los Morros.
Hoy está a punto de cumplirse el 49 aniversario de aquella tragedia de Barbados, que enlutó a numerosos hogares cubanos, calificada como un crimen monstruoso y cobarde. Un gobierno copeyano, un tribunal militar y un fiscal de uniforme, que no pudieron jamás representar al pueblo de Simón Bolívar, tomaron la decisión de absolver a los cuatro asesinos, contrariando la justicia y la dignidad del pueblo venezolano. Ello puso de manifiesto la hipocresía, el fariseísmo y la demagogia de aquel régimen reaccionario, que le hizo el juego al imperialismo yanqui, enemigo de Cuba y Venezuela.
J. J. Álvarez