Vitrina de nimiedades | La tierra jamás ocupada
04/10/2025.- El baneo en redes sociales contra el genocidio en Gaza no ha impedido conocer el horror que enfrenta el pueblo palestino, sometido a una escalada que está por cumplir dos años. En medio de las evidencias de asedio, registradas en fotografías y videos que luchan contra la censura de las grandes plataformas, emergen otros ángulos de esta realidad. Niños que son capaces de salvar a sus hermanitos y reencuentros casi improbables también muestran otra dimensión de uno de los crímenes más crueles de la primera mitad del siglo XXI.
Esta semana se viralizó en redes la historia de una familia gazatí que huía llevando junto a ella un carruaje improvisado. Entre colchonetas, cajas y cestas, iba un perro acompañando el recorrido. El material, replicado por medios de comunicación, quiso dejar el mensaje clásico de "familia unida jamás será vencida", pero con Netanyahu esa máxima es un acto de resistencia.
Quizás ese haya sido el mismo impulso que llevó a Jadoua, un niño de ocho años, a caminar kilómetros con su hermanito de tres años en hombros para huir de un ataque de las fuerzas israelíes. Como recoge una publicación sobre su historia, solo pensó en escapar del peligro y, en lugar de deambular, decidió caminar junto a una muchedumbre que buscaba refugio. Gracias a la difusión de la imagen, tomada por el fotoperiodista palestino Ahmed Younis, el resto de su familia supo que estaban vivos, pidió el apoyo de rescatistas y finalmente se hizo posible su reencuentro. Un milagro que, a diferencia del idílico discurso hollywoodense, vive el riesgo continuo de quebrarse.
Estas historias tienen valor más allá del significado del propio relato. Poder conocerlas es un acto rebelde, pero también nos lleva a mirar los otros destellos de humanidad que aún acompañan a los palestinos y que, por alguna razón que va más allá de la fortuna, pueden rastrearse por redes sociales y en motores de búsqueda. Los resultados ponen nombre a quienes vuelven a los brazos de su familia: pueden ser Reem, sus dos hijos y su esposo, Emad; también, Mahmoud e Ibrahim, gemelos, o Marah o Malak, hermanas que estuvieron en prisión.
Podemos googlear estos nombres y conectar con más historias, explorar narrativas que también hablan de las familias israelíes que reclaman a su gobierno la torpeza que impide el retorno de sus familiares desde el 7 de octubre de 2023, o las historias de quienes solo quieren volver a su hogar para despedir a sus seres queridos muertos.
Más allá de los relatos y los puntos de vista, hay un elemento clave que para nada atenúa los crímenes de Israel. Aunque su primer ministro le haya dicho al mundo que un Estado palestino jamás existirá, mientras un pueblo preserve su sentido de familia, su raíz, habrá espacios de lucha y resistencia. El hogar, que va mucho más allá de un espacio físico, es una tierra inviolable, porque allí se aprende de dignidad. Es esa tierra, en el sentido simbólico, la que jamás será ocupada por la destrucción.
Rosa E. Pellegrino