Mundo alerta | La rutas “institucionales” del narcotráfico
23/09/2025.- El comercio de estupefacientes es más que un negocio rentable. Es una organización multinacional con poderosos medios de persuasión y represión dentro del ámbito político, legislativo, económico, militar, judicial y social. Ello le permite comprar funcionarios inescrupulosos y adeptos ingenuos de alta jerarquía dentro y fuera del Estado.
En los países desarrollados y no desarrollados, la respuesta a este fenómeno es básicamente el sensacionalismo político e ideológico promovido por los gobiernos para ganar confianza popular. Pero, más allá de los solitarios adictos callejeros, las imágenes trucadas y las cifras preelaboradas que alimentan la burbuja televisiva, las escasas señales de alarma bastan para imaginar la dimensión del conflicto, especialmente en los países no desarrollados.
En México, los “chapitos” (hijos del Chapo Guzmán) asumen públicamente la representación del cártel de Sinaloa, la alianza de capos más poderosa del país. Durante una reciente campaña social de donaciones a estudiantes sin recursos en la comunidad denominada Ampliación Bicentenario, el subsecretario de educación local, César Quevedo, admitió en Noticieros de Televisa que “la relación con el cártel no es laboral, sino de generosidad y apoyo para que esos niños sean atendidos”, de lo que seguramente estará orgulloso el “Chapo”, quien cumple condena a 30 años en Estados Unidos por narcotráfico, secuestro y asesinato en tres estados.
En Venezuela el narcotráfico aún no llega a tanto, pero las señales de alarma son de vieja data. Hace algunos años, el entonces Cuerpo Técnico de Policía Judicial (PTJ) apresó en el aeropuerto de Maiquetía a dos narcotraficantes canadienses en una breve escala internacional. Los diarios fotografiaron sus cuerpos forrados de cocaína. Después fueron reinstalados en la aeronave y continuaron su viaje hasta el país de destino (¿con cocaína o sin cocaína?), gracias a un convenio internacional antidrogas suscrito por nuestro país según el cual los viajeros solo podían ser imputados si cometían “delito en suelo venezolano”.
La velocidad de la operación no dio tiempo para repreguntas. Decidí esperar una segunda conversación con Aguiar, que nunca se produjo. El penalista —quien, por cierto, siempre estaba armado— fue asesinado a tiros, por esa razón o por cualquier otra, cuando conducía su moto en el centro de Caracas.
Raúl Pineda