Letra fría | Diosdado es un vacilón

19/09/2025.- Confieso que, después de Chávez, nunca pensé que me calaría un programa de más de cuatro horas, salvo el de Pérez Pirela, que dura dos y un poco más. Un buen día me dije: "Hasta aquí llegué" y me dejé de eso, hasta el momento en que, el año pasado, en Estados Unidos, rodeado de escuálidos por todos lados, me descubrieron en un círculo de abuelos y no me volvieron a invitar. ¡Hay que echarle bolas para botar a un abuelo de un encuentro amistoso por política!

El cuento fue que, ante el bombardeo de los canales sintonizados en casa de mi familia, pensaba incluso en la posibilidad de quedarme sin trabajo, porque —según las transmisiones— la revolución estaba perdida. Por ello me refugié, los miércoles en la noche, en el programa Con el mazo dando. Lo que no había descubierto —o, tal vez, no lo había internalizado— era el buen humor de este querido capitán. Vale decir que es un humor natural, un don, en realidad, una inteligencia coloquial, a lo venezolano.

Entre las grandes dotes de humorismo está su capacidad para burlarse de sí mismo. También, sus referencias a su pueblo de origen, el barrio Furrial, que son geniales. Sin querer quitarle méritos, hay que decir además que tiene unos libretistas de postín, que hacen de las cartas de la Sifrina y el Maracucho el propio vacilón.

Todo vino por el cuento de la campaña a la gobernación de Miranda, cuando Capriles empezó a regar que Diosdado era racista. Entonces, en Barlovento, un buen día lo jamaqueó una negra que le dijo: "¿Es verdad que no te gustan los negros?". Él, muy orondo, le respondió: "Sí, es verdad. ¡A mí lo que me gustan son las negras!".

Sin ánimos de demeritar al ancla del programa, la mayor virtud de Diosdado es rodearse de un equipo en verdad sensacional. Observamos los logros de los editores y la estructura del programa, que, por cierto, es muy sencilla, con la introducción que incluye un hashtag —léase etiqueta o numeral— demoledor, la cartelera, los videos y, sobre todo, la presencia de Chávez, su recordado compañero de lucha. Destacan la risita pícara y algunas palabrotas oportunas y pertinentes, o el camarógrafo Coquito, que ya es un personaje especial en la trama. Ni hablar de Marleny Contreras, otra de las figuras del programa, como esa esposa a la que todos tememos. Es memorable la historia de la venta del carro viejo —un Montecarlo, creo— cuando estaba preso.

Más allá de sus jodederas —como el comentario de la mayoría de mujeres en cargos directivos, diciendo que los hombres debíamos pensar en pelear por la igualdad de géneros, ja, ja, ja—, lo que sí es cierto es lo didáctico que nos salió el teniente capitán en El Mazo. Uno se entera de todo. Me impresionó mucho la manera de desmantelar el video del primer barquito siniestrado en el Caribe, sobre todo cuando comprobó que la vaina no era de día, sino de noche, y que no era posible que ocurriera a los pocos minutos, durante la rueda de prensa de Trump.

Así que si ustedes quieren estar al día con lo que está pasando en la comiquita de la invasión, sintonícelo los miércoles a las siete de la noche. Si no, búsquelo en las redes, que ahí quedan guardados.

Hay mucho más que decir, pero está cayendo un palo de agua con tormenta y me da miedo que, en una de esas, cualquier rayo nos deje incomunicados. Entre el rayo y la implacable Rosa, la editora de estas Voces —que no perdona ni un minuto después de las tres de la tarde—, prefiero decir adiós y buenas tardes, ¡antes que se vaya la luz! Ja, ja, ja.

 

Humberto Márquez


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