Letra veguera | Allende

En esa foto histórica de Augusto Mijares, su fiel y querido compañero de viaje, esa que muestra a Salvador Allende mirando hacia el cielo, con metralleta en mano junto a sus más cercanos partidarios, el Presidente no le dio ni un "tantito así", ni un ápice de chance a la historia que siempre intentan labrar estatuariamente los traidores: no hay duda, ni miedo, ni ego, ni poses existen en su dimensión humana.

Salvador Allende sale con el alma y con las armas en vilo.

Desde que asumiera la Presidencia, la historia nunca se cruzó de brazos y desde el Palacio de La Moneda, Chile se fue haciendo país contra los demonios, surcando el destino de los trabajadores y los pobres de Chile, hoy bajo el rigor de un gobierno que, en manos de Boric, no consideró la fecha ni siquiera para una efeméride de almanaque.

La batalla palideció y los trenes se descarrilaron. Un hombre siniestro llamado HK, una agencia de la muerte conocida como la CIA, otros gringos sombríos de quijadas cuadradas como los Kennedy,

millones de dólares, un militar de apellido P, una masa llamada clase, media clase, unas cacerolas, unos campos deportivos, unos fusilamientos masivos, una canción ahogada, unas manos amputadas, un cantante, un poeta, unas etnias, unas historias de amor, unas madres, unos lentes pariendo en un charco de sangre.

Solo la muerte. 11 de septiembre de 1973.

Las grandes alamedas.

Un hombre.

Un fusil.

Un sueño roto.

 

Un triste verso/la rosa Roja Pluralista/

Nunca más volverán a entrar los malos a casa de los buenos/

 

Chile: Su desgraciada historia es convertida hoy en una caravana de mampostería. 


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