Historia viva | Geohistoria para la paz inminente
17/09/2025.- Mientras desde el Departamento de Estado, Marco Rubio y su equipo de tanques mercenarios se desbaratan los sesos tratando de provocar una reacción de Venezuela para justificar una acción violenta de su flota naval e intervenir, el pueblo venezolano hace ejercicios de adiestramiento para la defensa integral de la nación en la primera fase de protección de la soberanía nacional. Pero territorio adentro, la producción no ha parado; los trabajadores petroleros, como los del campo, están en plena faena, llueva, truene o relampaguee.
Este es un pueblo que ha trascendido al campo simbólico como sujeto histórico de paz; eso significa que está consciente del valor de la calma, la tranquilidad y la armonía, como herencia ancestral de los originarios, pero que en sus genes está viva la memoria de la Guerra de Independencia y los veinticinco años de resistencia activa ante toda clase de agresiones internas y externas que han sido superadas por vía de la participación popular y de la inteligencia social, militar y política, de manera que son hombres y mujeres experimentados en lo que nuestros militares llaman guerra difusa, que es la conjugación de todas las formas de violencia sistemática.
Los códigos internos que se expresan en el imaginario patriota venezolano no se construyen como los de los militares norteamericanos desde una “isla” móvil de guerra en un portaaviones estadounidense; la memoria histórica venezolana se sustenta en la comprensión y afecto al suelo patrio, a la familia y a su gloriosa historia con Simón Bolívar y Hugo Chávez, convertidos hoy en sujetos históricos del pueblo.
Mientras desde Puerto Rico, un “Superman” disfrazado de militar convoca a jóvenes soldados norteamericanos a defender su patria lejana y narniana desde una isla invadida y saqueada de identidad, en Venezuela, más de 10 millones de estudiantes y 110.000 niños y jóvenes venezolanos ingresan por primera vez al sistema educativo gratuito, pero también el pueblo llano venezolano estudia, se prepara y adiestra para mejorar la producción de alimentos para la seguridad alimentaria, como lo hacen las comunas con talleres, cursos y procesos formativos y de capacitación para producir.
Es lo que están haciendo instituciones como el Centro Nacional de Estudios Históricos, que ha tendido puentes de formación para las comunas como el Curso de Geohistoria para la Producción Comunitaria, extendiendo el legado del profesor Ramón Tovar y de la generación que se ocupó de dar sentido a una nueva y revolucionaria visión de los estudios de las disciplinas sociales que son referentes para los pueblos nuestroamericanos y caribeños.
Mientras el Gobierno de Estados Unidos gasta miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos en su flota naval improductiva en el mar Caribe, haciendo aparatosas operaciones de buques misilísticos contra chalupas y pequeños palangreros venezolanos en aguas de jurisdicción venezolana para provocar al Gobierno bolivariano, en Miami, un exmilitar de inteligencia, conocido como Jesús Romero, cobra millones de dólares como asesor de Marco Rubio, escribiendo fábulas de ficción militar al secretario de Estado que Trump se las cree, bajo el relato de invención del narcoterrorismo y otras imaginaciones propias de psicópatas.
Lo que es cierto y certificado por ellos mismos es que en Estados Unidos está la crisis general interna generada por el mercado de narcóticos, cuando 86 millones de personas están enfermas con fentanilo, metanfetaminas, cocaína, heroína y marihuana, un comercio ilícito que nutre el negocio inmobiliario, hoteles y casinos y el propio sistema bancario, que evidentemente sostiene a esa economía también enferma y contaminada de drogas ilícitas.
A ellos se suman los consecutivos levantamientos sociales de protestas por la ola de represión desatada por el Departamento de Estado y la Secretaría de Guerra en una incontrolada y desesperada reacción criminal de Marco Rubio al hostilizar a la población latina y negra ante la supuesta lucha contra la inmigración ilegal.
El poeta e historiador venezolano, Gustavo Pereira, nos dejó en su libro Cuentas un relato trascendente para entender la geohistoria del odio y la guerra cuando describe lo enfrentado por el dirigente indígena Rusell Means y los herederos del pueblo Siux en las protestas ocurridas en los años setenta en Dakota del Sur y que recuperó el escritor Deen Brown en su obra Enterrad mi corazón en Wounded Knee al señalar: “A los indios les parecía que esos europeos sentían un odio irreprimible por todo lo natural, los bosques llenos de vida, con sus aves y bestias, los herbosos remansos, el agua, la tierra y el aire mismo.” Y por ende a los pueblos indígenas y latinos.
La experiencia del pueblo venezolano, que ha transitado un cuarto de siglo de amenazas, agresiones y toda clase de improperios contra su dignidad, levanta su bandera tricolor de ocho estrellas, no le ha restado un ápice de su soberanía; al contrario, ha fortalecido la unión de factores diversos como un solo bloque nacional de grandeza, mesura y entendimiento de su rol como lanza en ristre y como sujeto histórico de paz para Nuestra América y el Caribe. Así lo mostró ayer en la Guerra de Independencia, y lo hace hoy cuando tiene control sobre su destino, su soberanía y su independencia.
Aldemaro Barrios Romero