Hablemos de eso | Da un paso atrás y asimílalo

14/09/2025.- Así titula su artículo Jonathan Freedland, un periodista de The Guardian (conocido periódico británico). El tema que desarrolla es que: “el comportamiento dictatorial de Trump es tan descarado, tan evidente, que paradójicamente, lo ignoramos”.

Según Freedland, el comportamiento de Trump en sus redadas contra migrantes, el fortalecimiento de la policía de inmigración (conocida como el ICE) como un cuerpo paramilitar que actúa encapuchado en redadas multitudinarias, el uso de la Guardia Nacional y los marines para reprimir las manifestaciones en Los Ángeles, la toma militar de la ciudad de Washington y la amenaza de que “la próxima será Chicago y quién sabe si Baltimore”, serían reseñados de otra manera si se tratara de un país latinoamericano:

Si esto estuviera ocurriendo en otro lugar, por ejemplo, en América Latina, ¿cómo se informaría al respecto? Tras afianzar su control sobre la capital, el presidente se dispone ahora a enviar tropas a varias ciudades controladas por los rebeldes, alegando que se les necesita allí para restaurar el orden. La medida se produce tras las redadas en los domicilios de destacados disidentes y en un momento en que hombres armados considerados leales al presidente, muchos de ellos enmascarados, siguen deteniendo a personas en las calles.

Por supuesto, Freedland tiene una lista más larga de hechos que muestran “la marcha de Trump hacia el autoritarismo” y menciona, por ejemplo, “sus guerras contra los medios de comunicación, los tribunales, las universidades y los funcionarios del Gobierno federal” que tengan reparos a su concentración de poder. Incluye también la redada del FBI contra la oficina de John Bolton (antiguo asesor de seguridad nacional y actualmente crítico de Trump) o el intento de destitución ilegal de una directiva de la Reserva Federal y otros etcéteras. Podría haber incluido también la calificación del Partido Demócrata como organización extremista que han hecho algunos de los jefes trumpistas.

Desde distintos creyentes en el liberalismo, se comparte el análisis de Freedland. Todos dolientes de los huecos que se le hacen a las “bases de la democracia estadounidense” cuelan entre sus críticas la burla a los dictámenes judiciales contra la deportación de venezolanos hacia El Salvador, la aplicación de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 o el establecimiento de una cárcel en un parque nacional para encerrar a migrantes rodeados de “aligators”.

Pero parecen olvidar la correspondencia de la deriva autoritaria trumpista con su actuación en el plano internacional: No se diga de la arrogancia criminal de anunciar la construcción de un complejo turístico de lujo sobre las ruinas y el genocidio en Gaza o, por ejemplo, las sanciones dictadas contra jueces de la Corte Penal Internacional (CPI). El 20 de agosto de este año la Corte publica un comunicado bajo el título “La CPI rechaza enérgicamente nuevas sanciones de EE.UU. contra jueces y fiscales adjuntos".

La Corte Penal Internacional deplora el anuncio de nuevas sanciones por parte de la administración estadounidense contra los jueces de la CPI, Kimberly Prost (Canadá), el juez Nicolás Guillou (Francia), la fiscal adjunta Nazhat Shameem Khan (Fiyi) y la fiscal adjunta Mame Mandlaye Niang (Senegal). Estas nuevas sanciones se suman a las impuestas previamente a otros cuatro jueces y al fiscal de la CPI (…) Estas sanciones constituyen un flagrante ataque a la independencia de una institución judicial que opera bajo el mandato de 126 Estados parte.

Según el secretario de Estado, Marco Rubio, los cuatro estarían “implicados en investigaciones para llevar a juicio a ciudadanos de Estados Unidos o Israel”. La magistrada Prost investiga crímenes de guerra de la CIA y militares estadounidenses en Afganistán; el juez Guillou formó parte del equipo que emitió órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su entonces ministro de Defensa, Yoav Gallant, por su acción genocida en Gaza. Para el Gobierno de EE.UU. investigar es un delito. El señor Rubio calificó a la CPI como “una amenaza para la seguridad nacional que ha sido un instrumento contra Estados Unidos e Israel”.

No extraña entonces el desprecio por la Organización de las Naciones Unidas mostrado por Marco Rubio ante sus “preocupaciones” por Venezuela.

Bien visto, los países considerados por los imperialistas como “países subordinados” hemos sido siempre agredidos sin mayores reparos por los supremacistas, si no, recuérdese el decreto de Obama que nos declara como “amenaza inusual y extraordinaria”. Lo nuevo es que, en la profundidad de la crisis del orden mundial, ahora tienen el descaro de invitar a la guerra a todo el mundo.

Venezuela es parte de este escenario en que, como ha dicho el presidente Maduro: “Nosotros somos cada vez más Bolívar y ellos cada vez más Monroe, nosotros cada vez más Ho Chi Minh y ellos cada vez más los agresores contra Irak o Afganistán, nosotros cada vez más con la justa causa de nuestra soberanía y ellos cada vez más feos”. Contra esa fealdad sin disimulos nos confrontamos.

Humberto González Silva 

 

 

 

 

 

 

 


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