Vitrina de nimiedades | IA, ¿adivina cómo me siento?
13/09/2025.- Cuando se lleva el maleficio de la expresividad a cuestas, se sufre. Si con eso tampoco se gana plata, como los actores reconocidos, es peor aún. Uno va derrochando sus emociones como si se tratara de no negarle el agua a nadie. ¿Problemas? Bastantes, como pasajeros en la estación La Rinconada en hora pico. Pero la inteligencia artificial (IA) vino al rescate tanto de quienes aún no sabemos de disimulo, a ver si aprendemos a poner cara de póker; hasta de aquellos despistados ante los embates del humor ajeno y de quienes ven en los vaivenes emocionales información para un buen negocio.
Un salvavidas parece venir de una invención de especialistas del Centro de Investigación Federal de San Petersburgo, perteneciente a la Academia Rusa de Ciencias, donde nació el sistema de software inteligente Masai. Con esta herramienta, es posible identificar expresiones de alegría, tristeza, miedo, asco, sorpresa, ira y tranquilidad. El sarcasmo, que muchas veces puede confundirse con lo inocuo, que también es detectable a través de este instrumento.
Reconocer esas expresiones, un desafío para mucha más gente de la que creemos, es posible para Masai gracias a un complejo de redes neuronales entrenadas para identificar emociones naturales, a partir de información audiovisual contenida en bases de datos abiertas. Procesa videos y audios para lograr ese propósito. Además, puede detectar el tono general: positivo, negativo o neutral.
Masai podría funcionar como un buen mentor para quienes necesitamos poner nuestra mejor fachada inexpresiva, porque estamos cansados de delatar nuestras impresiones. Ser el meme de todas las reuniones de trabajo por nuestro carómetro es una marca tan fuerte que ningún buen currículum puede borrar. Por ello, este tipo de invenciones con IA sería una poderosa herramienta para aprender a silenciar nuestros impulsos. Parece tan noble que puede ayudar también a quienes están al otro lado de la acera, incapaces, en unos cuantos casos, de distinguir sentimiento alguno en las personas que tienen al lado.
Lo que parece un instrumento hecho para el rescate de las almas excesivamente sinceras y de los despistados profesionales nos pone nuevamente frente al dilema que plantea la tecnología en las relaciones humanas. Mientras más queremos leer correctamente al otro, más barreras ponemos entre nosotros como especie. Todo eso es posible a través de los dispositivos que, supuestamente, vienen a hacernos la vida mejor. Mientras eso pasa, grandes marcas y actores influyentes conocen nuestros patrones de comportamiento a través de la IA emocional, un campo en expansión en el que, seguramente, un gesto nuestro bastará para diseñar una estrategia de ventas.
Además de Masai, otras herramientas están diseñadas para analizar nuestros sentimientos y poner toda esa valiosa información al servicio de una estructura que, al mismo tiempo, parece deshumanizarnos. El marketing, la psicología, la política y las redes de ventas aprovechan nuestro descuido para conocernos mucho más que nosotros mismos. Al final tenía razón ese compañero que rompe el hielo todos los días con Copilot o Gemini con una sola pregunta: “Adivina cómo me siento”.
Rosa E. Pellegrino