Derreflexión | Pequeños actos sagrados en la vida diaria

11/09/2025.- A cada instante miramos el reloj, sentimos que el tiempo avanza rápido y no tenemos suficientes horas en el día para cumplir con todas las tareas que debemos realizar. Así es la vida moderna, caracterizada por la inmediatez. No obstante, este ritmo vertiginoso también nos exige un momento para detenernos y vivir pequeños gestos con conciencia.

Al tomar una pausa para nosotros, esos pequeños gestos se vuelven sagrados: una taza de té caliente, una respiración profunda, disfrutar el aroma del café, la luz del atardecer que se filtra por la ventana. Lo extraordinario, muchas veces está oculto en lo más simple.

El valor de lo cotidiano

Lo sagrado no es aquello que solo se expresa en las ceremonias solemnes o en los templos, sino que también habita en lo común: escuchar el crujido del pan recién horneado, tender la cama al despertar, sentir el calor de la manta en medio del frío. Son gestos que parecen triviales, pero cuando nos hacemos conscientes de ellos, entonces revelan su verdadera riqueza.

Llevar la vida en piloto automático nos hace olvidar que lo cotidiano es el tejido que sostiene nuestra existencia y en la que nos movemos cada día. Basta tomar un momento para detenerse y descubrir que en cada simple acción está latiendo la posibilidad de un instante pleno.

Rituales que nos devuelven al presente

Un ritual no necesita envestirse de solemnidad, pero sí requiere de la presencia. Puede ser encender una vela antes de cenar, caminar si usar los auriculares y sentir el viento rozando la piel. Anotar tres pensamientos al comenzar el día también es otra idea.

Beber agua lentamente, contemplar el cielo o la luna antes de dormir o saborear una fruta con gusto y sin distracciones también forma parte de los gestos sencillos que nos traen de regreso al ahora. Estos son pequeños recordatorios de que lo sagrado no es algo inalcanzable o lejano, sino un estado de atención que florece cuando tomamos pausa.

La espiritualidad de lo simple

La espiritualidad no tiene que estar relacionada con una doctrina o dogma, sino que se puede encontrar en un silencio compartido, en la ternura de acariciar una mascota o en escuchar una melodía que eriza la piel.

Se trata de despertar y percatarnos de que lo simple alberga profundidad, que lo ordinario puede ser extraordinario si tomamos el momento con consciencia. Una palabra amable, una comida preparada con calma o un gesto de autocuidado también le da sentido a lo cotidiano.

Hacer de cada día un espacio de gratitud

La gratitud es uno de los rituales con más poder para transformar la vida cotidiana. Dar gracias por la conversación inesperada, el aire fresco que llena los pulmones y nos sostiene en la vida o el pan compartido convierten lo ordinario en valioso.

Aprender a agradecer y mirar con otros ojos, reconociendo que lo que parece pequeño en realidad es lo que nos sustenta y sostiene nuestra vida. Es así como cada día se nos abre como un regalo precioso.

Cuando elegimos vivir con gratitud y presencia, los días pasan de ser una sucesión de rutinas para convertirse en instantes con significado, porque lo sagrado y maravilloso no está en un templo remoto, sino en el milagro de estar con vida un día más.

Isbelia Farías 

 

 

 


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