Al derecho y al revés | Cabrini, patrona de los emigrantes

10/09/2025.- Al fin pude ver la película Cabrini, del director mexicano Alejandro Gómez Monteverde, gracias al espacio Anna Frank. Como todos los primeros sábados de cada mes, religiosamente desde hace más de diez años, dicha institución organiza un cineforo con entrada gratuita donde solo se pasan grandes películas, por lo general poco vistas en Venezuela y que versan sobre los derechos humanos.

El filme, bellamente trabajado y conmovedor, trata un tema que para los compatriotas de estos tiempos es muy importante: la emigración.

Gómez Monteverde relata la biografía de la monja católica Francesca Cabrini, nombre poco conocido en Venezuela, salvo para quienes alguna vez hemos visitado un albergue para niños muy pobres… y nada más. Se ignoran cosas significativas, como que Cabrini fue la primera estadounidense elevada como santa a los altares. Era italiana de nacimiento, pero yanqui de adopción luego de emigrar a los Estados Unidos.

A la madre Cabrini solo le daban unos años de vida al comienzo de sus días, cifra que luego elevaron a tres años, otra predicción fracasada a la cual ella se sobrepuso. Fue una sobreviviente, como lo dice en la película.

El largometraje muestra el lado espantoso del american dream para quienes arribaban a Estados Unidos a finales del siglo XIX, sobre todo para los italianos. Antes, la pesadilla racista y violenta la sufrieron polacos, judíos y, en menor medida, irlandeses.

Cabrini, sin embargo, se sobrepone a las dificultades enfrentando los muros burocráticos interpuestos por su obispo de la Lombardía —donde originalmente dirigía un hospicio para niños—, un cardenal que tenía acceso al Papa, y al Papa mismo. Se oponían a permitir que una mujer débil se marchara a evangelizar chinos allá en los confines del mundo.

A cambio, la dejan ir a Estados Unidos. Allí, Gómez Monteverde recrea el horror, la miseria, suciedad, pestilencia y el amontonamiento en que viven los italianos recién llegados.

No es asunto mío contar una película que de todas maneras no está en cartelera, pero hay asuntos que el filme remueve.

Por ejemplo, la negativa del poder a dialogar, y menos con una mujer, y encima, monja.

Pero la madre Cabrini es una guerrera por la vida de los más débiles. Se sobrepone y logra reunir fondos para, en el momento de su muerte, a los 67 años —tras muchas peripecias entre hospitales gratuitos para pobres y hospedajes para personas con la misma condición—, dejar más de cien de estas instituciones en todos los continentes. Luego, se hizo estadounidense.

Unos años después del término de su vida, fue declarada santa y patrona de los emigrantes.

¡Bravo, Cabrini!, pero quedan algunas preguntas por responder en cuanto a ella.

Una: si santa Francesca Cabrini es la patrona de los emigrantes, ¿por qué la Conferencia Episcopal Venezolana no buscó fondos para dotar de una estampita con la imagen de esta santa a los millones de venezolanos católicos que, al menos formalmente, emigraron?

Y dos: ¿entre nuestras monjas y sacerdotes, no hay uno capaz de organizar el camino de los venezolanos que emigran, siquiera para mitigar el dolor del viaje?

 

Domingo Alberto Rangel


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