Vitrina de nimiedades | Tras la huella de la certeza

06/09/2025.- Aunque el mundo contemporáneo está lleno de voces que alertan sobre la infoxicación que nos arropa, nunca deja de sorprender la relación que estamos creando con la realidad. Los artilugios que roban la atención de nuestro tiempo, más que simples distractores, se están comportando como auténticos mediadores entre ese mundo virtual, en el que todos sabemos o tenemos las respuestas "correctas", y lo real concreto. La intención de influir en nuestra visión de la realidad es bastante antigua. Frente a la búsqueda y validación de la verdad, lo reciente en este cuadro es el papel dual que está jugando la tecnología por encima del hombre, su propio creador.

Gracias a los avances científicos y tecnológicos, distintas áreas de la vida social tienen herramientas para encontrar errores, divergencias o mentiras. Las ciencias forenses, la psicología o el análisis del discurso son apenas una muestra de las invenciones humanas para conocer lo verdadero o, al menos, abrir un margen razonable para la duda. Sin embargo, son instrumentos circunscritos a ámbitos y condiciones específicas de acción.

En la cotidianidad, distinguir lo cierto de lo falso parece a veces un asunto de intuición. Unos le llaman corazonada; otros, tener "ojo de águila". La ciencia tendrá una explicación para esas capacidades. En palabras llanas, podemos distinguir la verdad en la misma medida en que vamos explorando grupos, obteniendo experiencia o empleando conocimientos. Son dinámicas bastante útiles para el contacto con el otro, con lo cercano. Aun así, hay quienes ven insuficientes estos mecanismos y se atreven a dilucidar sus dudas con herramientas de inteligencia artificial (IA), que deben tener un buen rosario de problemas personales, familiares y vecinales en su historial de interacciones.

Para la realidad social, donde somos apenas una parte, la IA y otros recursos tecnológicos están influyendo en nuestra aproximación al mundo real y palpable. La verdad en el plano público no se resuelve hoy con una simple apelación a la razón, con la muestra de evidencias. Los humanos ya no somos creíbles para nosotros mismos. Recurrimos a la tecnología en busca de ese juez imparcial que le cante al mundo la mágica frase: "Tenemos razón".

La nueva escalada de Washington contra Caracas nos pone frente a esa paradoja. La acción armada contra una lancha que supuestamente transportaba droga, una respuesta desproporcionada en términos del uso de la fuerza, abrió un campo de disputa desde lo tecnológico. En redes sociales circulan análisis sobre la veracidad del video, presentado por actores relacionados o no con el Gobierno Bolivariano, que descansan en el uso de la IA para dirimir la controversia pública. Eso, sin embargo, no ha bastado en ciertos círculos para convencerse o no sobre la veracidad del ataque, porque estas herramientas no son unánimes en sus análisis. Esperamos de una herramienta creada por humanos un suprapoder que nosotros no tenemos.

Los veredictos digitales son un elemento de un entramado más amplio, que parece distraernos de las preocupaciones de voceros de Naciones Unidas, gobiernos y oenegés sobre ese delito. Si el video es verdad, estamos ante la confesión de un crimen cometido bajo la excusa de la lucha antinarcóticos. Seguro alguien ya le consultó eso a Gemini o a DeepSeek, pero esa curiosidad no nos garantiza éxito en nuestro camino tras la huella de la certeza.

 

Rosa E. Pellegrino


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