Medios estadounidenses develan el narco pasado de Marco Rubio
Expusieron reportajes que prueban sus nexos con tráfico de cocaína desde los '80

05/09/25.- El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, acusa al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, de ser “narcotraficante”, pero los dedos terminan por apuntar hacia él, y la historia no miente, reseña Venezolana de Televisión (VTV).
Según un artículo publicado por el periodista nicaragüense Stalin Vladimir Centeno, los expedientes y reportajes que se publicaron en todas las cadenas estadounidenses por el año 2016, muestran que su propio pasado está manchado de cocaína. “Rubio intenta presentarse como un hombre de principios, un hijo de inmigrantes que escaló en la política con disciplina y esfuerzo”, pero, sin embargo, detrás de esa fachada hay un capítulo oscuro que lo condena: “El narcotráfico en su propia casa, un antecedente imborrable que sigue llenando de polvo blanco su nombre”.
Rubio, cuando era un adolescente de 16 años, vivió en una casa de Miami que no era un refugio familiar inocente, sino el centro logístico de una banda de narcotraficantes. Allí, bajo el mismo techo en el que dormía, se almacenaban kilos de cocaína, cuidadosamente empaquetados en cajas de cigarrillos, listas para inundar las calles de Florida, detalla el reportaje.
“No estamos hablando de un pariente lejano: Era su cuñado, Orlando Cicilia, cabecilla de una red criminal que movía millones”, destacó la red de información. En 1987, la policía federal lo capturó en la famosa Operación Cobra y fue condenado a 35 años de prisión. “Rubio convivió en esa casa, compartió mesa y techo con ese almacén de veneno. Pretender que no sabía nada, es insultar la inteligencia”.
Aunque en sus memorias, Rubio diga que quedó “sorprendido”, la verdad es que su adolescencia estuvo marcada por la cercanía con el crimen organizado. Él y su familia vivían entre cajas de cocaína, viendo entrar y salir personajes del bajo mundo. «Y hoy, con el mayor descaro, se coloca en un pedestal moral para señalar a otros de narcos, cuando lo primero que debería hacer es mirarse al espejo y reconocer la huella de polvo blanco que lo acompaña desde joven».

Miami New Times exaltó que la ironía es brutal. El mismo Rubio, que se llena la boca acusando a mandatarios latinoamericanos de narcotraficantes, lleva en su propia historia esa sombra. “Lo que ahora denuncia en Venezuela, ya lo vivió de cerca en Miami”.
El diario destacó que “no hay moral en su discurso, hay un descarado cinismo y cálculo político. Su ascenso se construyó sobre una base podrida, y el que hoy quiera posar de fiscal implacable contra el narcotráfico, es un acto de inmoralidad que ya nadie se traga”.
Pero el tal Rubio no se limita a la mentira del pasado. En el presente se ha transformado en el guerrerista más servil del imperio. Desde el Departamento de Estado se han blindado los crímenes del genocida Estado de Israel en Gaza, legitimando matanzas de niños, médicos y periodistas. Revocó visas a líderes palestinos, bloqueó esfuerzos de paz y ridiculizó los llamados de alto al fuego. Se convirtió en el hombre que normaliza la barbarie con discursos sobre “estabilidad”.
Ahora, sigue obsesionado con su ambición. Rubio empuja a Donald Trump a una aventura sangrienta contra Venezuela. Sueña con repetir en Caracas el libreto de Irak o Libia: Invasión y saqueo. Habla de democracia, pero lo que propone es guerra; promete libertad, pero lo que prepara son cementerios.
Además de buscar capital político en Washington, alimenta al negocio armamentístico del imperio, que a su vez financia las carreras de políticos dispuestos a promover más guerras y más armas. Habría que ver si con esta postura no le está guiñando el ojo a esas corporaciones bélicas para asegurarse beneficios económicos y respaldo político.
Su oportunismo es evidente. En 2016, como senador, defendía la ciudadanía por derecho de nacimiento, recordando que él mismo era hijo de inmigrantes. Hoy, en plena ofensiva xenófoba de Trump, guarda silencio y aplaude. Cambia de postura como esas serpientes que mudan de piel. Ayer prometía defender a su gente; hoy les clava puñales para no perder el favor del poder. Su única ideología es el servilismo.
Desprecio por sus propias raíces
Lo más dramático es que Rubio ha terminado aborreciendo sus propias raíces. Hijo de una familia cubana, en lugar de defender a su pueblo, se ha dedicado a explotar el resentimiento de los gusanos que viven en Miami, financiadores de su carrera política. Ha convertido el dolor del exilio en una chequera personal.

Ha apoyado el bloqueo criminal contra Cuba, sin importarle que ese castigo provoque hambre, escasez y muertes de niños inocentes. Rubio no se conmueve con el sufrimiento de su gente: Lo utiliza como combustible para mantenerse en el poder, traicionando la memoria de los suyos y la esperanza de toda una nación.
“Marco Rubio no es un líder, no es un visionario. Es un miserable traidor que nació bajo la sombra de la cocaína y creció hasta convertirse en un operador del derramamiento de sangre”, afirmó el periodista Stalin Vladímir.
Ha querido ser presidente de Estados Unidos desde hace años y no lo ha conseguido: Su ambición choca siempre con su propio descrédito. Su destino no será la grandeza, sino el desprecio. Y la historia lo juzgará como lo que realmente es: Un mercenario del imperio, marcado por el polvo blanco de su pasado y por la sangre inocente de su presente, concluyó Vladímir.
CIUDAD CCS