Al derecho y al revés | Palabras a rescatar
03/09/2025.- Hay palabras que la politiquería polarizada se apropió hace demasiado tiempo, palabras que en momentos definidos por la amenaza de míster Trump, a nombre del pueblo venezolano, se tienen que rescatar.
Una de ellas es “transición”, que tras lo que va de siglo la vienen desdibujado periodistas y locutoras, mercenarios todos, usándola como sinónimo de golpe de Estado, cuando su primer significado más bien, lo que a estos héroes y heroínas les disgusta, denota innovación, metamorfosis o evolución.
Sin transición, con este sentido, simplemente no podría haber progreso y no solo me refiero a las etapas que la humanidad ha transitado desde que el hombre competía con los animales para obtener la poca comida que se recolectaba de los árboles o producto de la cacería, me refiero también a los cambios que ha sostenido nuestro territorio desde que los primeros habitantes vieron con asombro la llegada de los españoles hasta nuestros días.
Si no hubiese habido “transiciones” en el pasado, la milicia, a lo sumo, por poner un ejemplo, se podría adiestrar con el arco y las flechas, pero no ha sido así y, aún adaptándonos a los cambios del mundo, los venezolanos no hemos perdido nuestra individualidad como nación.
Un área en la cual la transición al mundo que viene, donde la escasez puede agudizarse y donde la capacidad de adaptar nuevas tecnologías, propias y extrañas, va a ser vital, es en la educación.
No es para polemizar con quienes de buena o mala manera han dedicado sus vidas a educar a los muchachos y tampoco a las madres y padres de los estudiantes que opinan cuando se quejan, pero en verdad nuestra educación se está quedando atrás en este mundo tan competido.
Tan atrás, que las quejas de los padres, profesores y representantes estudiantiles reflejan un mundo que, con la llegada de internet, ha perdido, y con mucho, su razón de ser.
Una de estas quejas se refiere a que en las universidades y también en los liceos públicos los profesores, presuntamente, asisten al aula dos o tres veces por semana y que en los institutos privados eso no es así.
Bien, en primer lugar, no es cierto que en todas las universidades, liceos e incluso escuelitas del Estado los profesores solo asisten tres veces por semana al aula. También hay ausentismo en las universidades privadas.
De hecho, hay casos y casos, pero no se trata de los salarios pírricos que reciben los profesores y maestros, conozco escuelitas públicas y privadas muy humildes, donde entre madres y padres le han metido el hombro a la institución en la que estudian sus hijos y, como resultado, en esas escuelitas no se pierden clases.
Pero es que tampoco se trata de heroicidades verdaderas o falsas, sino de usar la razón.
Con internet, el maestro o profesor no tiene que poner a los alumnos a repetir o escuchar como loros; lo que se puede encontrar en internet, sin tener que movilizar a todo un curso para escuchar a viva voz del profesor lo que, usando cualquier buscador, se consigue grabado y los alumnos lo pueden copiar para repetirlo cuantas veces crean conveniente.
Es solo un caso, pero hay miles y esta columna no es un ensayo, Dios me libre.
Pero si vamos a cambiar la Constitución para adaptarla no solo para darle poder al Estado asediado por quienes ansían robar las riquezas del país, cabe adaptarla a los tiempos que corren, no a un pasado que algunos, sin haberlo construido, lo añoran, sino para darles armas a los muchachos para que puedan hacer de Venezuela una verdadera potencia mediana e incluso chica, pero potencia.
Domingo Alberto Rangel