Psicosoma | Metanoia en un mundo paranoico
Quiero limpiar mi corazón como se limpia una casa / quiero viajar ligera, como las mariposas; / que el perdón sea la esencia que perfume mi aliento / cuando se cierren mis ojos hacia el camino a casa.
Ligia Calderón
02/09/2025.- Son pocas veces las convergencias de almas en cuerpos encarnados, luces andantes, estrellas alineadas, cuerpos celestes, porque lo común es el ruido, la rochela, divismo en las presentaciones culturales con poca sustancia; al parecer de mi alma primitiva, las bibliotecas siguen siendo los santuarios propicios o espacios menos invasivos a las lecturas poéticas, porque el ruido, luces, opacan el culto sacro de leer poesía.
El jueves veintiocho de agosto pudimos compartir la presentación del libro Percepción de amor, HC Editores, de la escritora y artista plástica Ligia Calderón y en un equilibrio sencillo de la palabra, música y video, pudimos escuchar la prosa poética, reflexiva, directa, la voz de la poeta con imágenes de la naturaleza en tenues trazos pastel, con ritmo y susurros de ríos y calma ola en una quietud que me hizo olvidar del espacio y tempo.
La serena presentación del poeta Hamer Salazar, la dulzura de la poeta Nayuribis Ramírez, así como de la intérprete musical Alba Molina y la conducción magistral del escritor Carlos Javier Jarquin fueron magníficas en una tarde inolvidable por la integración de las artes en su fluir mágico.
Desde el principio, la energía de la metanoia nos insta a sentirnos, a redimirnos y resucitar o concienciar con las palabras en este único presente. El cambio psíquico, mental y espiritual sí es posible con el alimento también espiritual del verbo, porque nos deshacemos y rehacemos con la justa palabra en su momento y Ligia “se sustenta de amor” y motiva.
En ese viaje nos sumergimos al pleno silencio, al recuerdo, proceso hondo de autodescubrimiento, crecimiento interno, intelectual, espiritual y de cuido constante en compañía amorosa del nido hogareño, casa que nos describen los poemas y cómo su autora evoluciona y nos ilumina.
Toda la obra consta de 130 páginas que nos insta a reconocer desde sus pasos iniciales a la artista de composiciones musicales y de pintura con sus diferentes facetas de mujer creadora e invita a “Seguimos caminando” Aprendiendo, creciendo, / Llevando a cabo el propósito / de nuestra transitoria existencia.
Dirán muchos que es muy fácil decir las cosas, y al fin son puras palabras, pero se sienten y transmiten la humanidad de un alma sensible y guerrera que ama. Bien sabido son las cátedras de lumbreras sin corazón que no se acercan al prójimo doliente y ayuda la metanoia con la poesía posibilitando reorganizarnos a cada instante, a revernos y tomar la imaginación creadora que duerme en muchos y no solamente a esperar las crisis para resurgir y salir en vuelos de mariposas, cantos de ranas.
Vivimos en paranoia, con desconfianza, burlas, sospechando del otro, del diferente, que nos hace la vida un infierno…
Casi todo el poemario enfatiza el llamado al amor y casi siento como súplicas algunos textos que nos llevan a la fuente energética del amor, que sigue siendo el reducto de la humanidad, es el amor en sus diferentes tonalidades que nos metamorfosea y es un grito de esperanza que nos transforma e impele a seguir soñando, a mutar conciencias y salir del egocentrismo a la compasión.
El alma, inquieta alma / necesita conectarse con la fuente del todo/ con el cielo, / con la naturaleza, / con la quietud de las nacientes aguas / —conexión del alma—.
Así, siempre soñando al escribir, retomo conversas pasadas de la importancia de las materias humanísticas y filosóficas e impartir de la inteligencia emocional para estar preparados para la inteligencia artificial; sería desde el preescolar para nunca dejar morir la curiosidad, la imaginación, estar atentos a los instintos, creencias, valores, deseos, impulsos, cambios, perspectivas cambiantes..., esos renaceres se dan con apoyo de las neurociencias y las palabras dichas a cada nanosegundo, que posibilitan el conocimiento del sí mismo o sí misma para espantar los demonios del cuerpo y alma, y reconocer las voces habitantes del ser y hacernos más fuertes para no seguir siendo carnadas en la loca carrera paranoica del sistema neoliberal salvaje. ¿Cómo es posible las muertes en flor de chicas y chicos?, ¿de matar de hambre a países?…
Todas y todos nacemos de la fuerza del amor, de su pureza y locuras y no se deberían normalizar las muertes ni hechos de violencia disímiles, menos reforzar al individuo perverso, egoísta, narcisista, que sataniza al diferente, al otro… realmente somos producto de sistemas históricos, es cierto, y la fuerza del amor pervive en este sistema inhumano que nos fagocita, carga de más culpas al individuo y lo agrede al hacerle creer que es culpable de sus fracasos, inutilidad, de ser incapaz de amar y tenemos antihéroes exitosos como narcos, políticos déspotas que castigan a sus pueblos; pueden ver el claro ejemplo del síndrome del Joker.
Creemos en el amor de cada día y en las artes, y la lectura de La escuela del amor nos confirma esa fe amorosa de la poeta Ligia Calderón: “En el amor, / no existe una materia que nos enseñe a amar / El amor se asemeja a un libro / donde se escriben crónicas de amor / cada día nos cuenta una historia diferente, / se reinventa, se aprende de ellas, se crece, / se fortalece y se madura”.
No podemos dejar de asociar a la bella sacerdotisa Diotima de Mantinea con el amor del que nos habla la poeta Calderón al recordar la escalera de Diotima que, desde el escalón de la apariencia física, belleza, deseo sexual, a bellezas intelectuales y morales, que son el principio de los griegos con el ágape, Eros y Filia, la sacerdotisa nos relata el mito del nacimiento de Eros en El banquete, de Platón, cuando Sócrates afirmó que no sabía nada del amor, pero todo lo que sabe y, además, “otras muchas cosas”, se las debe a Diotima. Como decíamos del nacimiento de Eros, hijo de Pobreza y de Poros, el que tiene recursos. El amor, por una parte, no posee nada y, por la otra, encuentra la manera de ir por ello, rebuscando y preservando lo que otros han dejado como miguitas de pan, después de un opíparo banquete.
Rosa Anca