Derreflexión | Más allá de las calorías (parte 2)
Lo simbólico en lo que elegimos comer
24/08/2025.- Cuando elegimos qué poner en nuestro plato, estamos expresando más que nuestras preferencias porque en la comida también hay símbolos. Quien se decide por una ensalada fresca, quizá está buscando vitalidad y ligereza en la vida. Quien desea una hamburguesa, quizá quiere confort rápido tras un día pesado. Todas nuestras elecciones esconden emociones e intenciones.
La elección de los alimentos también puede representar una declaración de principios. Quien elige los productos locales, declara su compromiso con la comunidad. El que elige una dieta basada en plantas, demuestra sensibilidad hacia el medio ambiente y los animales.
Preparar un postre en casa para compartir con alguien querido también expresa cercanía y cuidado. No importa si es un banquete, una pequeña merienda o un desayuno sencillo: la comida comunica emociones e intenciones.
Comprender esta dimensión emocional y simbólica nos permite ver la alimentación desde otra posición. Ya no se trata de comer “lo permitido” para la salud física, sino de reconocer cuáles son las necesidades internas que decidimos atender cada vez que elegimos un alimento. A veces buscamos calma, otras veces energía y en algunos casos solo placer. Todas las opciones son válidas.
El poder de los rituales alrededor de la comida
Además de lo que comemos, también es importante cómo lo hacemos. En este sentido, los rituales hacen que el acto de alimentarse sea un momento de presencia y conexión. Por ejemplo, poner la mesa con cuidado, encender una vela, agradecer o bendecir los alimentos antes del primer bocado, o servir la comida en un plato bonito son pequeños gestos que transforman lo cotidiano en algo significativo.
Estos gestos nos ayudan a tomar una pausa y vivir el instante con más conciencia, pues hoy día la tendencia parece ser comer con prisa, pero ritualizar la comida nos ayuda a experimentar el tiempo con un poco más de lentitud, a disfrutar y a practicar la atención plena. Pues, comer no es solo consumir, sino también agradecer y cuidar de nosotros mismos.
Aun en la soledad, los rituales pueden dar un sentido a nuestra comida. Preparar una comida para uno mismo no tiene que ser un acto triste, sino un ejercicio privado de amor propio. Elegir los ingredientes con cuidado, cocinar con calma, acompañar la comida con una música suave son formas de celebrar la vida y la propia compañía. Este ritual puede alimentar nuestra alma tanto como la comida misma lo hace con el cuerpo.
Expresar gratitud y manifestar presencia
Algunas ideas para expresar gratitud antes de comer, así como después, y hacer del acto de alimentarse un momento sagrado, consciente y pleno son las siguientes:
“Gracias a Dios por este alimento con el que me sostiene hoy”.
“Honro la tierra, el agua y las manos que hicieron posible este alimento”.
“Que el comer me recuerde que formo parte de un todo más grande”.
Ritual breve: tocar el plato con las manos y pensar en silencio: “Estos alimentos son vida y me conecto con ella”.
Antes de comer, tomemos un minuto y pensemos en el largo viaje que cada ingrediente hizo hasta llegar a nuestro plato, incluyendo la tierra, el agua y las manos que lo cultivaron o lo cocinaron. No necesitamos palabras elaboradas, sino que la pausa y la intención bastan para cambiar la experiencia y entender que comer es una bendición.
Comer siempre ha sido esencial para la vida, pero si antes se cazaba en grupo, se cocinaba alrededor del fuego o se celebraban las cosechas, hoy día se ha reducido a contar calorías o pedir servicios de comida por una aplicación. Lo que antes fue vínculo y ritual para sobrevivir, ahora se vive con culpa o con prisa.
No obstante, alimentarse con propósito nos recuerda que la comida es más que sentirnos llenos. Es memoria y es sentido, es parte de nuestra manera de estar en el mundo y de nuestra identidad. Comer es una oportunidad para conectarnos con nosotros mismos, con nuestras raíces y con algo superior. No desaprovechemos esta oportunidad ni demos nada por sentado, porque todo es un regalo divino.
Isbelia Farías